jueves, 29 de mayo de 2008

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


PRIMERA LECTURA
Dt 7, 6-11

El Señor se enamoró de ustedes y los eligió

Lectura del libro del Deuteronomio.

MOISÉS habló al pueblo diciendo:
    «Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios; el Señor, tu Dios, te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad.
Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió, no fue por ser ustedes más numerosos que los demás, pues son el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor a ustedes y por mantener el juramento que había hecho a sus padres, los sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y los rescató de la casa de esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto.
Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos, por mil generaciones.
Pero castiga en su propia persona a quien lo odia, acabando con él. No se hace esperar; a quien lo odia, lo castiga en su propia persona.
Observa, pues, el precepto, los mandatos y decretos que te mando hoy que cumplas».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial (102)

R/.   La misericordia del Señor dura siempre, para aquellos que lo temen.

        V/.   Bendice, alma mía, al Señor,
                y todo mi ser a su santo nombre.
                Bendice, alma mía, al Señor,
                y no olvides sus beneficios.   R/.

        V/.   Él perdona todas tus culpas
                y cura todas tus enfermedades;
                el rescata tu vida de la fosa
                y te colma de gracia y de ternura.   R/.

        V/.   El Señor hace justicia
                y defiende a todos los oprimidos;
                enseño sus caminos a Moisés
                y sus hazañas a los hijos de Israel.   R/.

        V/.   El Señor es compasivo y misericordioso,
                lento a la ira y rico en clemencia.
                No nos trata como merecen nuestros pecados
                ni nos paga según nuestras culpas.   R/.

SEGUNDA LECTURA                                          1 Jn 4, 7-16

Dios nos amó

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

QUERIDOS hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios Y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros:
en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo.
Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.

Palabra de Dios.

Aleluya                                                                          Mt 11, 29ab

R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Tomad mi yugo sobre ustedes —dice el Señor—,
        y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.   R/.

EVANGELIO                                                              Mt 11, 25-30

Soy manso y humilde de corazón

✠ Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
    «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

Celebramos una de las fiestas más entrañables y populares de nuestro calendario cristiano: el Sagrado Corazón de Jesús.
Hoy, en este viernes siguiente al Corpus Christi, irrumpe de nuevo y con especial fuerza las entrañas de Jesús: su voluntad, su esencia, su poder, su pensamiento, su sensibilidad. ¡Cuántas cosas! ¡Pero cuántas, reflejan y simbolizan el Corazón de Jesús!
Todo lo que hizo Jesús nos conmueve, nos atrae y es objeto de admiración:
- Sus pies nos recuerdan los caminos emprendidos para encontrarse con el hombre…
- Sus ojos, entre otras cosas, nos seducen cuando nos miran con amor y hasta con persuasión: “sígueme”
- Sus lágrimas nos recuerdan nuestras traiciones, negaciones y deserciones….
- Sus manos, nos traen instantes de bendición y de entrega, montes de cruz y de pasión, lagos y llanuras de pan multiplicado y de fraternidad….
Pero ¿y su corazón? Su corazón es mucho más. Su corazón nos dice muchísimo más. Es la imagen más divina, la más certera y límpida, de lo que Jesús fue y pretendió: amor que se partía, amor que obedecía, amor que se humillaba, amor dado hasta la saciedad.
La festividad del Corazón de Jesús nos lleva inmediatamente al encuentro con Dios. El sístole y el diástole de Jesucristo fue el cumplir la voluntad de Dios y hacerla visible a los hombres. Y, por ello mismo, entrar en el Corazón de Jesús es adentrarse en el Misterio de la Trinidad; es ponerse en las manos de Dios; es saber que, Dios, habita y actúa en Cristo.
El Corazón de Jesús es el corazón de Dios que ama. El Corazón de Jesús es un camino que nos lleva al encuentro con el Padre. El Corazón de Jesús nos empuja a amar con locura a Aquel que tanto El amó: Dios.
¿Seremos capaces de ver el secreto de la vida del Corazón de Cristo? ¿No nos estaremos quedando en el simple concepto de “corazón” cuando, el de Jesús esconde, lleva y nos atrae con una fuerza poderosa y penetrada por el Misterio?
¿Seremos valientes de meternos de lleno en el Corazón de Jesús y saber cómo son sus sentimientos para intentar que los nuestros vayan al mismo compás que los suyos?
Decir “Corazón de Jesús en Ti confío” es saber que, Jesús, nos lleva hacia el Padre. Es comprender que sus miradas, afectos, deseos, pasión y vida, estuvieron totalmente capitalizadas y orientadas desde Dios.
Decir “Corazón de Jesús en Ti confío” es aproximarse a una fuente de la que brota algo, tan esencial como escaso en nuestro mundo y en las personas: amor desbordante. ¿De dónde viene? De Dios ¿Por qué brota? ¡Por amor! ¿Para quién? ¡Para el hombre!
Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. El viejo adagio “amor con amor se paga” cobra actualidad en este día. Contribuyamos con amor, el inmenso amor que el Corazón de Cristo nos entrega. Y, a la vez, le pidamos que nuestro latir sea el suyo, que nuestro vivir sea el suyo, que nuestro querer y voluntad sean las suyas. No podemos decir “Corazón de Jesús en Ti confío” y, a continuación, perder la paciencia cuando no hay proporción entre esfuerzo y cosecha o entre oración y respuesta.
En cuántos momentos preguntamos a los niños: Tú, ¿a quién quieres parecerte? Hoy, también a nosotros, pequeños en definitiva también, el Señor nos pregunta: ¿Quieres tener los mismos sentimientos de mi corazón? ¿Quieres amar como yo amo? ¿Quieres tener y descubrir a Dios como yo lo he descubierto y quiero? ¿Quieres obedecer aunque te cueste? ¿Quieres entregarte con ganas o sin ellas? ¿Quieres perdonar aunque te parezca que pierdas? ¿Quieres…quieres…quieres?
Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. ¿Es nuestro corazón de Jesús…..o de otros señores?

¿CÓMO SOY CAPAZ, SEÑOR?
¿De no amarte cuando Tú, tanto me amas?
¿Qué sientes, Corazón de Jesús,
cuando el amor no es amado;
cuando el amor no es correspondido:
cuando el amor es rechazado;
cuando tanto amor divino es ridiculizado?
Corazón de Jesús:
Lleno de aquello que en el mundo no se tropieza
Respuesta ante el interrogante que nunca el hombre se hace
Mano que, en el surco de cada jornada,
se hace necesaria e imprescindible.
¡Dínos, Señor! ¿Qué se siente?
Cuando ofreces y el hombre mira hacia otro lado
Cuando eres Rey, y nosotros nos apresuramos
a cabalgar y escapar en carrozas y cortejos reales
que no van ni llegan a ninguna parte
Cuando abres tu Corazón y, ante el tesoro que él encierra,
preferimos la ceniza o la polilla
a la que quedarán reducidos nuestros capitales
¡Respóndenos, Corazón de Cristo!
¿Qué sientes cuando tanto regalo jamás es abierto?
¿A dónde miras cuando el hombre a Ti no mira?
¿Cómo haces para amar, ante tanta indiferencia?
¿En qué piensas, cuando nuestros pensamientos
son tan superficiales e interesados?
Sí, mi Señor:
¡Cómo he sido capaz!
¡Cómo somos capaces!
De no decirte “gracias” por tantos bienes
De llenarme de el agua de un pequeño estanque,
cuando Tú eres la fuente de un agua viva e inagotable
De haberte ofrecido un amor superficial,
débil, inconstante, vacío, raquítico y frío.
Señor, ahora entiendo todo.
Sé que, ante Ti, jamás triunfará el odio ni la mentira
Se que, nuestras deslealtades y desamores,
Jamás serán más grandes que tu fidelidad y promesas
Se que, tu corazón, sólo sabe hacer eso: amar
Se que, en tu corazón, vibra, se mueve, habita,
brota, emerge, triunfa, se desborda y se regala
el amor de Dios que viene de Ti, lleva a Ti y al Padre.
Amén.
Javier Leoz

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