miércoles, 31 de mayo de 2017

JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote
Jueves después de Pentecostés


Esta fiesta comenzó a impulsarse a partir del siglo XX. Celebrando a Jesús como Sumo y Eterno Sacerdote, mediador entre el padre y los hombres, contemplamos la obra redentora de Cristo, su persona y el amor al extremo que tuvo y tiene por nosotros al hacerse sacerdote, víctima y altar para darnos la salvación. Es Jesús, el siervo obediente del Padre, cuyo sacrificio es incomparable a los sacrificios de la antigua alianza, pues es su propia persona la que se inmola y se da al Padre. 

☺PRIMERA LECTURA

El sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe 

Lectura del libro del Génesis 22, 9-18 

En aquellos días: Cuando llegaron al lugar que le había dicho Dios, Abraham levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abraham tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: 
—«¡Abraham, Abraham!». 
Él contestó: 
—«Aquí me tienes». 
El ángel le ordenó: 
—«No extiendas la mano contra tu hijo ni le hagas daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado a tu hijo único». Abraham levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Abraham llamó a aquel lugar «El Señor provee», y por eso todavía hoy se llama «El monte del Señor provee». 
El ángel del Señor volvió a llamar a Abraham desde el cielo: —«Juro por mí mismo —oráculo del Señor—: Por haber hecho esto, por no haberme negado a tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena que hay en la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todas las naciones de la tierra serán benditas a través de tu descendencia, porque me has obedecido». 
                                                                           Palabra de Dios. 

O bien: 
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, 
pero me has preparado un cuerpo

☺Lectura de la carta a los Hebreos 10, 4-10

Hermanos: 
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”». Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad». Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre. 
                                                                           Palabra de Dios. 


☺Salmo responsorial (39) 

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. 

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy». R/. 
Como está escrito en mi libro: «Para hacer tu voluntad». Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R/. 
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios; Señor, tú lo sabes. No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación. R/. 
Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: «Grande es el Señor», los que desean tu salvación. R/. 

ALELUYA Fil 2, 8-9 R/.

Aleluya. 
Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo: y le concedió el «Nombre—sobre—todo—nombre». 
R/. Aleluya. 

EVANGELIO 

Mi alma siente tristeza de muerte 

☺Lectura del santo Evangelio según san Mateo 26, 36-42 

Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo: Siéntense aquí, mientras voy allá a orar. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo: Me muero de tristeza: quédense aquí y velen conmigo. Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo: Padre mío, si es posible que pase y se aleje de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: ¿No han podido velar una hora conmigo? Velen y oren para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo: Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.                                                                                  Palabra del Señor.


Homilía

Los sacerdotes de la Antigua Alianza sacrificaban en el altar animales, pero no se sacrificaban ellos. Todos hemos de ser como él, sacerdotes y víctimas, porque nuestro sacerdocio es el suyo.

1. 
"Os he llamado amigos, porque os he manifestado todo lo que he oído a mi Padre. No me habéis elegido vosotros a mí, soy yo quien os he elegido y os he destinado a que os pongáis en camino y deis fruto, y un fruto que dure" (Jn 15,15).

Jesús entrega su amistad y pide la nuestra. Ha dejado de ser el Maestro para convertirse en amigo. Escuchad como dice: Vosotros sois mis amigos... No os llamo siervos, os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer…En aras de esa amistad, que es entrañable, que es verdadera y ardorosa, desea atajar a los que aún pudieran no hacerle caso. "No sois vosotros -les dice- los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido".

Es un compañero deseoso de salvar, de alegrar y de llenar de paz a sus amigos. "Os he hablado para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud". El Maestro está con los brazos abiertos de la amistad tendidos hacia nosotros. Y con la alegría como promesa y como ofrenda. Nunca se ha visto un Dios igual. Camina ahora mismo y por cualquier calle. Por la acera de tu casa, seguro. Y está diciendo que es amigo tuyo, que te quiere igual que a su Padre y que desea llenarte de alegría. Lo va repitiendo al paso, según se acerca a tu puerta (ARL BREMEN).

2. Por lo mismo que Dios ama, creó el mundo: ¡Cuánta maravilla, cuánta belleza!:"¡Oh montes y espesuras,plantados por la mano del Amado!,¡oh, prado de verduras de flores esmaltado!,decid si por vosotros ha pasado" (San Juan de la Cruz) Creó los hombres. Los hombres desobedecieron y pecaron. (Gén 3,9). El pecado es un desequilibrio, un desorden, como un ojo monstruoso fuera de su órbita, como un hueso fuera de su sitio, buscando el placer, la satisfacción del egoísmo, de la soberbia. Como un sol que se sale del camino buscando su independencia. Frustraron el camino y la meta de la felicidad. De ahí nace la necesidad de la expiación, del sufrimiento, del dolor, por amor, para restablecer el equilibrio y el orden. Dios envía una Persona divina, su Hijo, a "aplastar la cabeza de la serpiente", haciéndose hombre para que ame como Dios, hasta la muerte de cruz, con el Corazón abierto. 

3. Ese Hombre Dios, el Siervo de Yahvé, que, "desfigurado no parecía hombre, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, considerado leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes, como cordero llevado al matadero" Isaías 52,13, inicia la redención de los hombres, sus hermanos. Él es la Cabeza, a la cual quiere unir a todos los hombres, que convertidos en sacerdotes, darán gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu, e incorporados a la Cabeza, serán corredentores con El de toda la humanidad. 

El Padre, cuya voluntad ha venido a cumplir, lo ha constituido Pontífice de la Alianza Nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinando, en su designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio. Para eso, antes de morir, elige a unos hombres para que, en virtud del sacerdocio ministerial, bauticen, proclamen su palabra, perdonen los pecados y renueven su propio sacrificio, en beneficio y servicio de sus hermanos. 

"Él no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, ha elegido a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión. Ellos renuevan en su nombre el sacrificio de la redención, y preparan a sus hijos el banquete pascual, donde el pueblo santo se reúne en su amor, se alimenta con su palabra y se fortalece con sus sacramentos. Sus sacerdotes, al entregar su vida por él y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y así dan testimonio constante de fidelidad y amor" (Prefacio). 

4. Por eso, si los cristianos debemos tomar nuestra cruz, los sacerdotes, más, por más configurados con Cristo, con sus mismos poderes. Los sacerdotes de la Antigua Alianza sacrificaban en el altar animales, pero no se sacrificaban ellos. Los sacerdotes nos hemos de inmolar porque Cristo se inmoló a sí mismo. Hemos de ser como él, sacerdotes y víctimas, porque nuestro sacerdocio es el suyo. 

5. Una idea infantil del cristiano, que se acomoda al mundo, una mentalidad inmadura del sacerdote, lo hace un funcionario. De ahí surgen consecuencias de carrierismo, al estilo del mundo, excelencias, trajes de colores, que obnubilan el sentido sustancial del sacerdote-víctima, que conducen a la esterilidad, y contradicen la misión: "para que os pongáis en camino y deis fruto que dure". El fruto que dura es el de la conversión, la santidad, que permanecerá eternamente. Os he puesto en la corriente de la gracia, os planté para que vayáis voluntariamente y con las obras deis fruto. Y precisa cuál sea el fruto que deban dar: "Y vuestro fruto dure". 

Todo lo que trabajamos por este mundo apenas dura hasta la muerte, pues la muerte, interponiéndose, corta el fruto de nuestro trabajo. Pero lo que se hace por la vida eterna perdura aun después de la muerte, y entonces comienza a aparecer, cuando desaparece el fruto de las obras de la carne. Principia, pues, la retribución sobrenatural donde termina la natural. Por tanto, quien ya tiene conocimiento de lo eterno tenga en su alma por viles las ganancias temporales. 

Así pues, demos tales frutos que perduren, produzcamos frutos tales que cuando la muerte acabe con todo, ellos comiencen con la muerte, pues después que pasan por la muerte es cuando los amigos de Dios encuentran la herencia (San Gregorio Magno). 

6. Después de la "conversión" de Constantino, el clero eclesiástico hizo su entrada en este mundo, corrió serio peligro de perder su propia naturaleza, que no consiste en el poder, sino en el servicio. Además, entró en competencia con el poder secular al aparecer en la escena de la historia política. Este encuentro y confrontación con la jerarquía civil condujo no sólo a una ampliación político-social de las tareas apostólicas, sino que también oscureció el aspecto colegial del servicio de la Iglesia. 

Ha dicho el Cardenal Lustiger, arzobispo de París: "Ya sé que Napoleón identificó al obispo con los prefectos y con los generales, pero yo me había sensibilizado mucho contra la Iglesia como sistema de promoción y de poder, y determiné que nunca me metería en situaciones que favorecieran la promoción".

7. En el curso del siglo XI comienza la teología medieval a distinguir claramente, en la elaboración del tratado de sacramentos, entre el Orden y la dignidad, y puso de relieve la sacramentalidad del Orden de la Iglesia. A partir de entonces se designa esencialmente como Orden el sacramento que confiere el poder de celebrar la eucaristía.

8. Aunque el lenguaje de la Curia romana imprimió su sello a la tradición cristiana, la ordenación no fue considerada nunca como un simple acceso a una dignidad y como transmisión de unos poderes jurídicos y litúrgicos, pues siempre se confirió mediante un rito, porque la ordenación es un acto sacramental que transmite una gracia de santificación; los llamados son tomados del mundo y consagrados al servicio de Dios, son separados para atender a su misión especial. 

El obispo, el sacerdote, el diácono no tienen de suyo nada del sacerdote romano, que era un funcionario del culto público, poseía cierto rango y tenía que realizar determinados actos. El "sacerdocio" cristiano pertenece a otro orden; no es primariamente "religioso" ni cultual, sino carismático; es el ordo de los que han recibido el espíritu y, en virtud de su orden, están habilitados para continuar la obra de los apóstoles. 

Las jerarquías del ministerio aparecen en los escritos de los Padres de la Iglesia, no tanto como títulos que conceden ciertos derechos, sino más bien como tareas que ciertos hombres llamados a edificar el cuerpo de Cristo toman sobre sí, a veces incluso contra su propia voluntad. 

9. El Orden sacramental es una dimensión esencial para la Iglesia, y por eso fue incluido entre los sacramentos. Si se quiere comprender el sentido y la función de este "sacramento" particular en lugar de atribuir el sacerdocio cristiano y toda la jerarquía de la Iglesia a un único acto de institución, como hizo el Concilio de Trento, parece que está más en consonancia con la Sagrada Escritura y la realidad de las cosas partir de la Iglesia como "sacramento original". 

De esta forma no nos exponemos al peligro de separar el orden de la Iglesia histórica para colocarlo en cierto modo por encima de ella, pues es un sacramento esencial para la existencia de la Iglesia y en el que ésta se actualiza. 

10. El desdoblamiento del ordo en varios grados y la introducción de diversas ordenaciones están tan relacionados con la historia de la Iglesia como con la Escritura. Son producto de un desarrollo, y, en definitiva, la cuestión de si se ha de hablar de un único sacramento del orden o de si el episcopado y el presbiterado constituyen sacramentos diversos es más una cuestión terminológica y teológica que dogmática. 

Las funciones del obispo y las del sacerdote, las funciones del sacerdote y las del diácono, no están delimitadas entre sí de forma absoluta; las funciones respectivas son asignadas por el derecho, pero este derecho no es un todo inmutable. La validez de las ordenaciones depende de la actuación de la Iglesia tomada en su totalidad, y no del acto sacramental considerado aisladamente. La validez o no validez de una ordenación no es algo que se pueda determinar tomando como base el rito, con independencia del marco general de la misma. 

11. La estructura del ministerio eclesial se puede considerar, igual que el canon de la Escritura y el número septenario de los sacramentos, como el resultado de un desarrollo. Desarrollo que se produjo todavía en tiempo de los apóstoles; por eso ha conservado en la tradición de la Iglesia el carácter de algo que existe por necesidad jurídica. En la Iglesia tendrá que haber siempre un "ministerio para velar", un "presbiterado" y una "diaconía".

Sin embargo, las expresiones concretas de esta estructura esencial pueden cambiar con el tiempo y de hecho han cambiado; más aún, tienen que cambiar por razón del carácter forzosamente limitado de las diversas expresiones históricas del ministerio y de la obligación que éste tiene de asemejarse constantemente a su modelo, Cristo. 

12. Lo mismo que Dios concedió el espíritu de profecía a los setenta ancianos que había llamado Moisés a participar con él en el gobierno del pueblo, así también comunica a los sacerdotes el Espíritu Santo para que se asocien al ministerio de los obispos. El presbítero colabora con el obispo en la totalidad de sus funciones de gobierno de la Iglesia. 

Las funciones del presbítero tienen una íntima conexión con el ofrecimiento de la eucaristía. Por eso la función del presbítero en la Iglesia ha de entenderse partiendo de la Cena y de las palabras de Cristo, que mandó a los apóstoles hacer "en memoria de él lo mismo que él había hecho" (1 Cor 11). Por eso defendió el Concilio de Trento este aspecto básico del ministerio sacerdotal. 

El Concilio Vaticano II añade: "Los presbíteros ejercitan su oficio sagrado sobre todo en el culto eucarístico o comunión, en donde, representando la persona de Cristo, el sacerdote es al mismo tiempo presidente de la celebración eucarística, él ofrece el sacrificio in nómine Ecclesiae o, en persona Ecclesiae y consagrante, sacrificador, y como tal ya no actúa meramente in persona Ecclesiae, sino in persona Christi y proclamando su misterio, unen las oraciones de los fieles al sacrificio de su Cabeza, Cristo, representando y aplicando en el sacrificio de la misa, hasta la venida del Señor (1 Cor 11,26), el único sacrificio del Nuevo Testamento, a saber: el de Cristo, que se ofrece a sí mismo al Padre como hostia inmaculada (Heb 9,11-28)". 

13. El sacerdote nos introduce en la memoria del Señor, no sólo en su pascua, sino en el misterio de toda su obra, desde su bautismo hasta su pascua en la cruz. Él exhorta a la asamblea de los creyentes a vivir en sintonía con el sacrificio de la cruz, que ésta vuelve a vivir en el presente en espera de su consumación definitiva. Por eso el ministerio del sacerdote no se puede limitar a la celebración de un rito; compromete toda la vida y se desarrolla de acuerdo con todo el orden sacramental. 

14. Pero no sería fiel a la tradición quien pretendiera defender que las funciones del sacerdote son de naturaleza estrictamente sacramental y cultural. También es función del sacerdote proclamar la palabra de Dios. La misma Cena, en la que el Señor llama a su sangre "sangre de la alianza", lo pone de manifiesto, pues no hay ningún rito de alianza sin una proclamación de la palabra de Dios a los hombres. El acontecimiento de la alianza es al mismo tiempo acción y palabra. 

Esta relación aparece todavía más clara cuando se parte de la base de que eucaristía (1 Cor 11,24) no significa tanto una "acción de gracias" en el sentido actual de esta expresión, cuanto una clara y gozosa proclamación de las "maravillas de Dios", de sus hechos salvíficos. Cuando Jesús declara: "Cada vez que coméis de ese pan y bebéis de esa copa proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva" (1 Cor 11,26), su acto de bendición ritual tiene también el sentido de una proclamación de la palabra de Dios. 

El ministerio de ofrecer la eucaristía ratifica y complementa simplemente una proclamación de la palabra, que va desde el kerigma inicial hasta la catequesis y la misma celebración litúrgica. Predicar, bautizar y celebrar la eucaristía son las funciones esenciales del sacerdote. 

Sin embargo, dentro del presbiterio dichas funciones pueden estar distribuidas distintamente, según que unos se dediquen más a tareas misioneras y otros a la acción pastoral dentro de la comunidad reunida (Mysterium Salutis). Predicar y enseñar, de otra manera, ¿cómo podrán hacer y administrar los sacramentos con provecho y eficacia salvadores?

15. El sacerdocio hoy está bastante desvalorizado. Las cosas poco prácticas no se cotizan. Esta generación consumista sólo tiene ojos para sus intereses. Ha perdido el sentido de la gratuidad. Un beso y una sonrisa no sirven para nada, pero los necesitamos mucho. Un jardín no es un negocio, pero necesitamos su belleza. Cultivar patatas y cebollas es más productivo, pero los rosales y las azucenas son necesarios. 

16. El sacerdote sirve. Siempre está sirviendo. Es necesario como la escoba para que esté limpia la casa. Pero a nadie se le ocurre poner la escoba en la vitrina. El sacerdote perdona los pecados, es instrumento de la misericordia de Dios. En un mundo lleno de rencores y envidias, el sacerdote es portador del perdón. Está siempre dispuesto a recibir confidencias, descargar conciencias, aliviar desequilibrios, a sembrar confianza y paz. 

El sacerdote ilumina. Cuando nos movemos a ras de tierra, nos señala el cielo. Cuando nos quedamos en la superficie de las cosas, nos descubre a Dios en el fondo. El sacerdote intercede. Amansa a Dios, le hace propicio, le da gracias, da a Dios el culto debido. Impetra sus dones. 

El sacerdote ama. Ha reservado su corazón para ser para todos. El sacerdote es antorcha que sólo tiene sentido cuando arde e ilumina. El sacerdote hace presente a Cristo. En los sacramentos y en su vida. Es el alma del mundo. Donde falta Dios y su Espíritu él es la sal y la vida. No hace cosas sino santos. 

Todos hemos de ser santos, pero sin sacerdotes difícilmente lo seremos. Es grano de trigo que si muere da mucho fruto. Nada hay en la Iglesia mejor que un sacerdote. Sí lo hay: dos sacerdotes. Por eso hemos de pedir al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies (Mt 9,38). 

17. "No me habéis elegido vosotros a mí, os he elegido yo a vosotros". La elección indica siempre predilección. Si voy a un jardín, miro y remiro: tallo, capullo, color, aguante...Elijo, corto y me la llevo. Pero sé que yo no podré ni cambiar el color, ni darles más resistencia, ni aumentarles la belleza. 

Cuando Dios elige, elige a través de su Verbo: "Por Él fueron creadas todas las cosas". Cuando un joven elige a su novia, es él quien elige. Si eligiesen sus padres u otros, probablemente saldría mal. Cuando Dios elige esposa, respeta a su Hijo, que se ha desposar con ella. Cuando Dios elige ministros suyos, deja a su Verbo la elección. Porque han de continuar sus mismos misterios.

Parece que el Señor tendrá sus preferencias. Contando con que siempre puede rectificar y enderezar, romper el cántaro y rehacerlo, y purificar, es verosímil que cuente con lo que ya hay en las naturalezas, creadas por El: "Omnia per ipso facta sunt".

Una de las primeras cualidades que parece buscará será la docilidad. Docilidad que casi siempre es crucificante. Otra, será la sencillez: "Si no os hacéis como niños"... Manifestarse sin hipocresía, con naturalidad. 

"Vosotros sois mis amigos." ¡Cuánta es la misericordia de nuestro Creador! ¡No somos dignos de ser siervos y nos llama amigos! ¡Qué honor para los hombres: ser amigos de Dios! Pero ya que habéis oído la gloria de la dignidad, oíd también a costa de qué se gana: "Si hacéis lo que yo os mando." Alegraos de la dignidad, pero pensad a costa de qué trabajos se llega a tal dignidad. 

En efecto, los amigos elegidos de Dios doman su carne, fortalecen su espíritu, vencen a los demonios, brillan en virtudes, menosprecian lo presente y predican con obras y con palabras la patria eterna; además, la aman más que a la vida; pueden ser llevados a la muerte, pero no doblegados. 

Considere, pues, cada uno si ha llegado a esta dignidad de ser llamado amigo de Dios, y si así es no atribuya a sus méritos los dones que encuentre en él, no sea que venga a caer en la enemistad. Por eso añadió el Señor: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto".

18. HIMNO SACERDOTAL 

Brota de mi corazón un himno ardiente
cuajado en el manantial del ser:
Jesús Martí, yo te elijo, vente,
yo te llamo: Jesús Martí Ballester. 

Cogiste mi corazón de niño
con ternura delicada y paternal,
me sedujeron tu afecto y tu cariño
y me dejé cautivar. 

Yo escuché tu llamada gratuita
sin saber la complicación que me envolvía,
me enrolé en tu caravana de tu mano
sin pensar ni en las espinas ni en los cardos. 

Te fui fiel, aunque a girones
fui dejando en mi camino pedazos de corazón,
hoy me encuentro con un cáliz rebosante de jazmines
que potencian mis anhelos juvenilesy me acercan más a Dios.

En el ocaso de la carrera de mi vida
siento el gozo de la inmolación a Tí.
Tienes todos los derechos de exigirme,
puedes pedir si me ayudas a decir siempre que ¡Sí!.

Necesitaste y necesitas de mis manos
para bendecir, perdonar y consagrar; 
quisiste mi corazón para amar a mis hermanos, 
pediste mis lágrimas y no me ahorré el llorar. 

Mis audacias yo te di sin cuentagotas, 
mi tiempo derroché enseñando a orar,
gasté mi voz predicando tu palabra
y me dolió el corazón de tanto amar. 

A nadie negué lo que me dabas para todos.
Quise a todos en su camino estimular.
Me olvidé de que por dentro yo lloraba,
y me consagré de por vida a consolar. 

Muchos hombres murieron en mis brazos, 
ya sabrán cuánto les quise en la inmortalidad, 
me llenarán de caricias y de flores el regazo, 
migajas de los deleites de su banquete nupcial. 

Pediste que te prestara mis pies
y te los ofrecí sin protestar, 
caminé sudoroso tus caminos, 
y hasta el océano me atreví a cruzar. 


Cada vez que me abrazabas lo sentía
porque me sangraba el corazón,
eran tus mismas espinas las que me herían
y me encendían en tu amor.

Fui sembrando de hostias el camino
inmoladas en la cenital consagración: 
más de treinta mil misas ofrecidas
han actualizado la eficacia de tu redención.

No me pesa haber seguido tu llamada, 
estoy contento de ser latido en tu Getsemaní; 
sólo tengo una pena escondida allá en el alma: 
la duda de si Tú estás contento de mí.

Mi gratitud hoy te canto, ¡Cristo de mi sacerdocio! 
Mi fidelidad te juro, Jesucristo Redentor. 
Ayúdame a enriquecer con jardines a tu Iglesia, 
que florezcan y sonrían aún en medio del dolor.

Sean esos jardines para tu recreo y mi trabajo, 
multiplica tu presencia por los campos hoy en flor, 
que lo que comenzó con la pequeñez de un pájaro, 
se convierta en muchas águilas que roben tu Corazón.


Por: P. Jesús Martí Ballester

martes, 30 de mayo de 2017

Domingo de Pentecostés

Misa del día

Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en diversas lenguas

LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 2, 1-11

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron entonces aparecer unas lenguas, como de fuego, que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos piadosos de todas las naciones de la tierra. Al oír aquel ruido, la gente se congregó y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos decían:
«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros les oímos hablar en nuestra propia lengua?
Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno de nosotros los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua».
                                                                                Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL (103)

R.- ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR, Y RENUEVA LA FAZ DE LA TIERRA.

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras,  Señor;
la tierra está llena de tus  criaturas. R.

Les retiras el aliento, y  expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los  creas,
y repueblas la faz de la  tierra. R.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi  poema,
y yo me alegraré con el  Señor. R.



Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo


LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 12, 3b-7. 12-13

Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino es movido por el Espíritu Santo.
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos, forman un solo cuerpo, así es también Cristo.
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
                                                                              Palabra de Dios.

SECUENCIA

Ven, Espíritu divino,
manda  tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones  espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro  esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
 y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del  alma, 
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el  hielo,
 doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el  sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.   

Aleluya

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.


Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Reciban el Espíritu Santo
 
+ LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en eso entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a ustedes».
Y, diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».
                                                                          Palabra del Señor.  

Comentario.


1.- Fiesta de la Recolección.

Cincuenta días después de la Pascua se celebraba en Israel la fiesta de la recolección. Más tarde se convierte en fiesta histórica, se recordará la promulgación de la ley sobre el Sinaí. Recibía también en Israel la fiesta de las semanas (7x7 días después de Pascua). En ese día la ciudad de Jerusalén se llenaba de creyentes judíos venidos a la festividad desde diferentes lugares de la diáspora.
Los cristianos celebramos en Pentecostés la venida del Espíritu Santo. Día en que los discípulos reciben la fuerza del Espíritu para llevar la Buena Nueva a todos los que se encontraban dentro de la ciudad. La comunidad de los discípulos será el nuevo pueblo de Dios lleno del Espíritu que da testimonio de Jesús, el Mesías. De ahí que también Pentecostés sea  la fiesta del nacimiento de la Iglesia.

2.- La comunidad cristiana se constituye alrededor de Jesús.
Jesús al presentarse en medio de los discípulos, les libera del miedo y de la estrechez de miras, otorgándole confianza y seguridad, paz y alegría al mostrarle los signos de la victoria sobre la muerte. De Él reciben la misión y el Espíritu para llevarla adelante. La misión de la Iglesia es liberar, dar paz, perdonar, amnistiar, dar vida hasta la entrega total.

3.- Cada cristiano es un enviado de Jesús.

La llamada a la fe y a la comunidad es, al mismo tiempo, llamada a la misión. Hemos sido elegidos por Jesús para realizar el proyecto de Dios : “Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a ustedes”. Es decir, cada cristiano es otro Jesús, que recibe su misma misión de parte del Padre.

4.- Reciban el Espíritu Santo.
Jesús después de transmitirles la misión del Padre, sopla sobre ellos  y añade: “Reciban el Espíritu Santo”.  Así comprendieron y renacieron a la vida. Se fueron por todo el mundo. Supieron perdonar. Rompieron las barreras del miedo y las puertas de la pequeña comunidad. Experimentaron la paz en la misión y en el compromiso. Y se sintieron llamados a la resurrección. La misión cristiana no es una orden sino un fuego interior. El amor misionero del Padre y de Jesús, y el nuestro, es el Espíritu Santo.
El Espíritu es la fuerza que nos hace capaces de entenderse unos a otros.
Quien se deja invadir por el Espíritu descubre que la fuente de su misión es el amor del Padre a ejemplo de Jesús. Entonces es capaz de salir de sí mismo y empieza a vivir para los demás. Por eso persona resucitada es aquella que pone vida donde no la hay, o la defiende donde está amenazada.


6.- La fe en el Espíritu, fe liberadora.
En la asamblea del CET tenida en Uppsala (Suecia) en el año 1968, Mons. Hazim, Metropolita ortodoxo, hizo una honda declaración de fe en el Espíritu. Consciente de que los creyentes estamos viviendo la era el Espíritu:

Sin Espíritu Santo,
Dios queda lejos,
Cristo pertenece al pasado,
El evangelio es letra muerta,
la Iglesia una mera organización,
la autoridad un dominio,
la misión una propaganda,
el culto una evocación
y el obrar cristiano una moral de esclavos.

Pero con el Espíritu,
El cosmos es exaltado
Y gime hasta que dé a luz el Reino,
Cristo resucitado está presente,
el Evangelio es potencia de vida,
la Iglesia comunión trinitaria,
la autoridad servicio liberador,
la misión un nuevo Pentecostés,
el culto memorial y anticipación,

y el obrar humano queda deificado.



Lecturas de la semana

Lunes: Tobías 1,3;2,1b-8 Salmo 111 Marcos 12,1-12
Martes: Tobías 2,9-14 Salmo 111 Marcos 12, 13-17
Miércoles: Tobías 3,1-11a.16-17a Salmo 24 Marcos 12,18-27
Jueves: Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Génesis 22, 9-18 Salmo 39 Hebreos 10, 4-10 Mateo 26,36-42
Viernes: Tobías 11,5-17 Salmo 145 Marcos 12,35-37
Sábado: Tobías 12,1.5-15.20 Sal: Tobías 13,2-8 Marcos 12,38-44

MISA VESPERTINA DE PENTECOSTÉS

MISA VESPERTINA DE LA VIGILIA DE PENDECOSTES
Solemnidad

Se llama Babel, porque allí confundió el Señor el lenguaje de toda la tierra


Lectura del libro del Génesis 11, 1-9

        Después del diluvio, toda la tierra hablaba la misma lengua y empleaba las mismas palabras.
Al emigrar los hombres de oriente, encontraron una llanura en el país de Senaar y se establecieron allí.
Y se dijeron unos a otros:
—«Vamos a fabricar ladrillos y a cocerlos al fuego».
Emplearon ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de cemento.
Y dijeron:
—«Vamos a construir una ciudad y una torre cuya cúspide alcance al cielo, para hacernos famosos, y para no dispersarnos por la superficie de la tierra».
El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres; y se dijo:
—«Son un solo pueblo con un mismo lenguaje. Si esto no es más que el comienzo de su actividad, nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Voy a bajar y a confundir su lenguaje, de modo que no se entiendan entre sí».
El Señor los dispersó por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad.
Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor el lenguaje de todo el mundo, y desde allí los dispersó por toda la superficie de la tierra.

                                                                                                                                                                         Palabra de Dios.
o bien

El Señor bajó al monte Sinaí a la vista del pueblo

Lectura del libro del Éxodo 19, 3-8a. 16-20b

En aquellos días, Moisés subió a encontrarse con Dios.
El Señor lo llamó desde la montaña, diciendo:
—«Así dirás a la descendencia de Jacob, y esto anunciarás a los hijos de Israel:
«Ya han visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a ustedes los he llevado sobre alas de águila y los he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escuchan mi voz y guardan mi alianza, ustedes serán mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. Éstas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel».
Moisés convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todo lo que el Señor le había mandado.
Todo el pueblo, a una, respondió:
—«Haremos todo cuanto ha dicho el Señor».
Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre la montaña y se oyó un poderoso resonar de trompeta; y todo el pueblo que estaba en el campamento se estremeció de temblor.
Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios y se detuvieron al pie de la montaña. Todo el Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en forma de fuego. Subía humo como de un horno, y toda la montaña retemblaba con violencia. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba, y el Señor le respondía con el trueno. El Señor bajó a la montaña del Sinaí, a la cumbre de la montaña, y ordenó a Moisés que subiera a la montaña.
                                                                    Palabra de Dios.
o bien 

Huesos secos, traeré sobre ustedes espíritu, y vivirán.

Lectura del libro de Ezequiel 37,1-14
En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mí y, con su Espíritu, el Señor me sacó y me colocó en medio de un valle todo lleno de huesos. Me hizo dar vueltas y vueltas en torno a ellos: eran innumerables sobre la superficie del valle y estaban completamente secos.
Me preguntó:
—«Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?».
Yo respondí:
—«Señor, tú lo sabes».
Él me dijo:
—«Profetiza un oráculo sobre estos huesos y diles: “¡Huesos secos, escuchen la palabra del Señor! Así dice el Señor a estos huesos: Yo mismo traeré sobre ustedes espíritu, y vivirán. Pondré sobre ustedes tendones, haré crecer sobre ustedes carne, extenderé sobre ustedes piel, les infundiré espíritu, y vivirán. Y sabrán que yo soy el Señor”».
Yo profeticé como me había ordenado y, mientras yo profetizaba, se produjo un temblor, y los huesos se juntaron unos con otros. Me fijé en ellos: tenían encima tendones, la carne había crecido, y la piel los recubría; pero no tenían espíritu.
Entonces me dijo:
—«Conjura al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: “Así dice el Señor: Ven, espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan”».
Yo profeticé como él me había ordenado; y el espíritu penetró en ellos, y así revivieron y se pusieron en pie. Era una multitud innumerable.
Y me dijo:
—«Hijo de hombre, estos huesos son el pueblo de Israel, que dice: “Nuestros huesos están secos, nuestra esperanza se ha desvanecido, estamos destrozados”. Por eso, profetiza y diles: “Así dice el Señor: Yo mismo abriré sus sepulcros, y los haré salir de sus sepulcros, pueblo mío, y los traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra sus sepulcros y los saque de sus sepulcros, pueblo mío, sabrán que soy el Señor. Les infundiré mi espíritu, y vivirán; los colocaré en su tierra y sabrán que yo, el Señor, lo digo y lo hago”». Oráculo del Señor.
                                                             Palabra de Dios.

O bien 

Sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu

Lectura de la profecía de Joel 3, 1-5
Así dice el Señor:

«Derramaré mi Espíritu sobre todos los hombres:

profetizarán sus hijos e hijas,

sus ancianos tendrán sueños,

sus jóvenes verán visiones.

También sobre mis siervos y siervas

derramaré mi Espíritu aquellos días.

Haré prodigios en el cielo y la tierra:

sangre, fuego y columnas de humo.

El sol se oscurecerá,

y la luna se pondrá como sangre,

antes de que llegue el día del Señor,

día grande y terrible.

Y todos los invoquen el nombre el Señor

se salvarán.

Porque en el monte del Sión y en Jerusalén se encontrará refugio;

como lo ha prometido el Señor,

y entre los sobrevivientes estarán los que llame el Señor».
                                                                    Palabra de Dios.
Salmo responsorial (103)

R. Envía tu Espíritu Señor, y renueva la faz de la tierra.

Bendice alma mía al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

Cuántas son tus obras, Señor,
yo todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas. R.

Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes. R.

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y renuevas la faz de la tierra. R.


Segunda Lectura

El Espíritu intercede con gemidos que no se pueden expresar

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,22-27

Hermanos:
Sabemos que hasta el presente la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto.
Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que no se ve ya no es esperanza. Pues ¿cómo es posible esperar una cosa que nos se ve?
Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.
Pero además el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar.
Y el que sondea los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina.
                                                                         Palabra de Dios

Aleluya

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.

Evangelio

Brotarán manantiales de agua viva

+ Lectura del santo Evangelio según san Juan 7,37-39

El último día, el más solemne de la fiestas, Jesús, puesto en pie, exclamó:
_ "El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba.
Como dice la Escritura: de sus entrañas brotarán manantiales de agua viva".
Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él.
Porque el Espíritu no había sido dado todavía, pues Jesús aún no había sido glorificado. 

                                                                     Palabra del Señor.


  CELEBRAMOS LA NAVIDAD EN NUESTRA INSTITUCIÓN EDUCATIVA   I.                      DATOS INFORMATIVOS:   1.1. INSTITUCION EDUCATI...