miércoles, 21 de mayo de 2008

El Bautismo del Señor

SER BAUTIZADO ES NACER DE NUEVO

La palabra bautismo viene de un verbo griego que significa "bañar", y más propiamente, "sumergir en el agua". Se utilizó siempre, no para señalar un baño "higiénico", sino un baño de purificación y comienzo de una nueva vida.
El bautismo que anuncia y exige Jesús es un bautismo "en el agua y en el Espíritu". Para entender el bautismo del cristiano -¡nuestro bautismo!- hay que partir del diálogo de Jesús con Nicodemo. Después de decirle que era necesario renacer de lo alto, y ante la objeción de Nicodemo, acerca de cómo un hombre puede volver a nacer, Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede en¬trar en el Reino de Dios" (Jn 3,1-5). Quizá nunca lo pensemos, pero es así: ¡nacemos dos veces! Como fruto del amor de nuestros padres vinimos a la vida de este mundo. Como fruto del amor de Dios Padre somos convocados a la vida plena y eterna. Ese Dios, que por amor nos creó a imagen y semejanza suya, por amor nos ha destinado a participar de su misma vida y felicidad divina, por medio de Jesucristo. Ser bautizado es nacer de nuevo. Es comenzar una vida nueva: la vida de hijos adoptivos de Dios, de hermanos de Jesús y miembros de la Iglesia.
El bautizado es una persona injertada en Jesús, para que viva, como él y con él, la misma vida de Dios. Desde el momento del bautismo, el camino de Jesús es nuestro camino, su misión es nuestra misión, su gloria será nuestra gloria.
El bautismo nos hace miembros de la Iglesia. Por el mismo hecho de nacer, el hombre pertenece a una determinada sociedad. Con nuestro segundo nacimiento pasa lo mismo: Dios nos hace miembros de su "sociedad" -la gran familia de Dios en la que todos somos hermanos-. Dios nos llama a emprender juntos la marcha hacia él. El bautismo es la puerta de entrada a la Iglesia.
Lo que sucedió en el bautismo de Jesús sucede de una manera mística pero real, en cada bautizo: el mismo Espíritu que descendió sobre la persona de Jesús, se nos da a nosotros, constituyéndonos hijos adoptivos y muy queridos de Dios.

Lectura del libro de Isaías 42,1-4.6-7
Así dice el Señor: «Miren a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña resquebrajada no la quebrará, ni apagará la mecha que apenas arde. Promoverá fielmente el derecho, y no se debilitará ni se cansará, hasta implantarlo en la tierra. Los pueblos lejanos anhelan su enseñanza. Yo, el Señor, te he llamado según mi plan salvador, te he tomado de la mano, te he formado, y te hice mediador de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y del calabozo a los que habitan las tinieblas». Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

Salmo (28)
R. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

- Hijos de Dios, aclamen la gloria del nombre del Señor, póstrense ante el Señor en el atrio sagrado. / R.
- La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es magnífica. / R.
- El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: «¡Gloria!» El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno. / R.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10,34-38
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Ahora comprendo que Dios no hace distinciones; acepta al que lo honra y obra rectamente, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Ustedes saben lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, comenzando por Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 3,13-17
En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizará. Pero Juan intentaba impedírselo, diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?» Jesús le contestó: «Déjalo así por ahora. Está bien que cumplamos todo lo que Dios quiere». Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto». Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.

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