martes, 28 de mayo de 2019

La Ascensión del Señor - C


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1,1-11



En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó: «No se alejen de Jerusalén; aguarden que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo les he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días ustedes serán bautizados con Espíritu Santo.»
Ellos lo rodearon preguntándole: 
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
Jesús contestó: «No les toca a ustedes conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y en Samaria, y hasta los confines de la tierra.» 
Dicho esto, lo vieron elevarse, hasta que una nube lo ocultó de la vista de ellos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: 
«Galileos, ¿por qué permanecen mirando al cielo? El mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo volverá como lo han visto partir.»
                                                                                Palabra de Dios


Salmo Responsorial. Sal 46,2-3.6-7.8-9

R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas

Aplaudan pueblos todos,
aclamen a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R/.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
toquen para Dios, toquen,
toquen para nuestro Rey, toquen. R/.

Porque Dios es el rey del mundo;
toquen con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1,17-23

Hermanos:
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo plenamente. Ilumine los ojos de su corazón, para que comprendan ustedes cuál es la esperanza a la que los llama, la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder con que Él obra en nosotros, los que creemos, por la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. 
Y todo lo puso bajo sus pies, constituyéndolo cabeza suprema de la Iglesia. Ella es su cuerpo, plenitud de Aquel que llena completamente todas las cosas.
                                                                         Palabra de Dios

Aleluya  Mt 28,19-20

Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos - dice el Señor -; yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.


+ Conclusión del santo evangelio según san Lucas 24,46-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
                                                                             Palabra del Señor


De la biblioteca de los Servicios Koinonía, les ofrecemos un comentario tradicional.
Lucas ha escrito dos libros: un evangelio y los Hechos de los apóstoles. En Hch 1,1-2 Lucas retoma la referencia a Teófilo que hizo al comienzo de su Evangelio (“oh ilustre Teófilo” Lc 1,3). «Teó–filo» significa “amigo de Dios”. El hecho de agregarlo aquí, después de separarse su obra en dos, refuerza la idea que Teófilo es una designación simbólica general. Todos los que leemos estos libros somos Teó-filos, amigos, buscadores de Dios.
Su evangelio termina con «Jesús llevado al cielo» (Lc 24,51). Los Hechos comienzan con el relato de «Jesús yéndose al cielo» (Hch 1,6-11). En el evangelio se presenta a Jesús con su cuerpo. En los Hechos ya no está corporalmente. Actúa por medio de su Espíritu. La orden que Jesús da a los apóstoles en Hch 1,4 exige pasividad total: no ausentarse de la ciudad y aguardar. En Lc 24,49 es semejante: permanecer en la ciudad (con la connotación de esperar sin hacer nada). La permanencia y espera pasiva debe durar “hasta que sean bautizados en el Espíritu Santo” (Hch 1,5) o “hasta que sean revestidos del poder de lo alto” (Lc 24,49). Lucas se está aquí refiriendo claramente a Pentecostés.
El misterio del resucitado se expresa de muchas maneras en el Nuevo Testamento: está vivo, se ha despertado, se ha levantado... En la Carta a los Efesios vemos un ejemplo de estas manifestaciones: Pablo hace un claro énfasis en la glorificación de Jesús a la derecha del Padre. Y es a partir de esa glorificación como nosotros y nosotras, sus discípulos, recibiremos la fuerza del Espíritu Santo, espíritu de sabiduría y de revelación, para conocerle perfectamente y conocer así su voluntad, asumiendo por completo el desafío de continuar su tarea a favor del Reino.
Lucas quiere mostramos también que Jesús ha sido «glorificado» por Dios: ha entrado en la gloria del Padre. Separa ambos eventos (resurrección y ascensión), para subrayar el carácter histórico que cada uno de ellos tiene. Jesús resucitado, antes de su ascensión-exaltación-glorificación, convive con sus discípulos: come con ellos y los instruye. La ascensión de Jesús señala, en Lucas, la tensión en la que entra la comunidad de los discípulos desde aquel momento, una vez que han terminado las apariciones del Resucitado: tensión entre la ausencia y al mismo tiempo la presencia del Señor. Jesús continúa su acción y enseñanza después de ser llevado al cielo; Jesús resucitado sigue actuando y enseñando en la comunidad después de su ascensión. Lucas (como también Pablo en el pasaje de la segunda lectura) une íntimamente la ausencia física con el Don del Espíritu Santo.
La insistencia de que los discípulos veían a Jesús subiendo hacia el cielo, podría considerarse alusiva a las escenas de asunción de Elías, cuando Eliseo tuvo asegurado el espíritu de profecía del maestro porque pudo verlo. Así, la comunidad de los discípulos queda configurada en la ascensión como la comunidad profética que hereda el Espíritu de Jesús para continuar su misión. En la ascensión Jesús no se va, sino que es exaltado, glorificado. La parusía no es el retorno de un Jesús ausente, sino la manifestación gloriosa de un Jesús que siempre ha estado presente en la comunidad. Esto aparece claramente en las últimas palabras de Jesús en Mt 28,19: “he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de este mundo”. La ascensión expresa el cambio en Jesús resucitado, una nueva manera de ser, gloriosa, glorificada, pero siempre histórica, pues Jesús glorificado sigue viviendo en la comunidad.
La narración de la ascensión es para Lucas, la culminación del itinerario de Jesús, y el tránsito entre el “tiempo de Jesús” y el “tiempo de la Iglesia”, inaugurada con el Espíritu Santo, prometido por Jesús. Al recibir el Espíritu la comunidad de los creyentes asume en sí la misión de continuar el trabajo inaugurado por Jesús, de manifestar el Reino del Padre.

lunes, 20 de mayo de 2019

Domingo VI del Tiempo Pascual - C


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 15,1-2.22-29

En aquellos días, algunos que bajaron de Judea a Antioquía se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia.
Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les encomendaron llevar la siguiente carta:
«Los apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo.
Nos hemos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, los han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han consagrado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, quienes les transmitirán de viva voz lo siguiente: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponerles más cargas que las indispensables: que se abstengan de carne sacrificada a los ídolos, de sangre de animales estrangulados y de la fornicación. Harán bien en apartarse de todo esto. Que les vaya bien.»    
                                                                         Palabra de Dios

Salmo Responsorial. Sal 66,2-3.5.6.8

R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R/.

Lectura del libro del Apocalipsis   21,10-14.21-23

El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios.
Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe cristalino.
Tenía una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles, y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur y tres al oeste.
La muralla de la ciudad se asentaba sobre doce cimientos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero. No vi ningún templo en la ciudad, porque su templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero.
La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.

                                                                           Palabra de Dios

+ Lectura del santo evangelio según san Juan 14,23-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que ustedes están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo y les recuerde todo lo que les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy; no la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes." Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto, antes de que suceda, para que cuando suceda, entonces crean.»
                                                                              Palabra del Señor


Reflexión:
En el Evangelio de este día podemos destacar tres puntos:

1.   La presencia de Dios.
Jesús anuncia, promete y revela una nueva presencia. La presencia de Dios en la comunidad cristiana y en cada miembro.
Jesús expresa de tres modos la nueva presencia divina en nosotros: su vuelta y nuevo vivir en nosotros, la donación del Espíritu y la venida del Padre y del Hijo a cada uno.
La comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad. La misma realidad humana se hace santuario (morada) de Dios. De esta manera Dios sacraliza al hombre y, a través de él, a toda la creación.
El Padre no es ya un Dios lejano, sino el que se acerca al hombre y vive con él, formando comunidad con el ser humano, objeto de su amor. Es una relación de Padre – hijo.

2.   La promesa del Espíritu Santo

Jesús promete enviar el Espíritu Santo. Este Espíritu será quien nos enseñe y recuerde todo lo dicho por Jesús; es el testigo garante de la auténtica fe. Pero, los cristianos a pesar de ello, creemos poco en el Espíritu. En vez de estar abiertos a Él y de dejarnos conducir por Él, buscamos otras seguridades: la ley, la norma, la costumbre, la autoridad, lo que todos hacen, el poder…
Cuando no se cree en el Espíritu, se vive con miedo a la libertad: cerramos las puertas a Dios y a nuestra propia realización. Así la vida carece de aventura, sorpresa y novedad y se convierte en una pesada carga o en un sinsentido.
Sin fe en el Espíritu, los cristianos vivimos empobrecidos, y toda persona vive empobrecida.
Tampoco estamos huérfanos. El vacío dejado por la muerte de Jesús ha sido llenado por la presencia viva del Espíritu, que vive con nosotros, está en nosotros y nos enseña el arte de vivir en la verdad. El verdadero creyente busca con el corazón limpio la verdad. Su vida no está programada por prohibiciones, sino que viene animada e impulsada por el Espíritu. Ser cristiano no es un peso que oprime y atormenta, sino que es dejarse guiar por el amor creador del Espíritu que vive en nosotros y nos hace vivir con la espontaneidad y positividad que nace del amor.
Bajo el impulso creador y gozoso del Espíritu, el cristiano es un artista que vive con Dios y para Dios.
3.   La paz de Jesús
Vienen aquí las palabras de Jesús en el evangelio de hoy: “Les dejo la paz, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar. No se inquieten ni tengan miedo.”.
¿Por qué el mundo no puede darnos esa paz? ¿Qué clase de paz es la que da o promete el mundo?
Paz mundana era lo que querían aquellos de los que fue escrito esto: “Los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el sanedrín, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.” (Jn 11,47-48). Es una paz que huye del conflicto por el conflicto, sin darse cuenta que quien no quiera pelear contra nada tampoco dará guerra a sus conveniencias, vanidades, orgullos y bajas pasiones. Esa paz mentirosa es una paz cobarde, y es la que Jesús ni da ni promete.

Lecturas diarias

Lunes: Hechos 16,11-15; Salmo 149; Juan 15, 26-16,4a
Martes: Hechos 16,22-34; Salmo 137; Juan 16,5-11
Miércoles: Hechos 17, 15.22-18,1; Salmo 148; Juan 16,12-15
Jueves: Hechos 18, 1-8; Salmo 97; Juan 16,16-20
Viernes: La Visitación de la Virgen. Fiesta. Sofonías 3,14-18; Salmo: Isaias 12,2-6; Lucas 1,39-56
Sábado: Hechos 18,23-28; Salmo 46; Juan 16, 23b-28


  CELEBRAMOS LA NAVIDAD EN NUESTRA INSTITUCIÓN EDUCATIVA   I.                      DATOS INFORMATIVOS:   1.1. INSTITUCION EDUCATI...