miércoles, 21 de mayo de 2008

Domingo IV del Tiempo Ordinario - A-

LLAMADOS A SER FELICES
Las bienaventuranzas que propone Jesús parecen ir en contra del sentido común: ¿cómo pueden ser felices los pobres, los que lloran, los afligidos? Sin embargo, allí se encuentra la fórmula de la felicidad cristiana.
Jesús no "sacraliza" la pobreza, nos llama dichosos a los pobres porque padecen necesidad, viven una vida infrahumana o han sido "excluidos del modelo". Esta tremenda injusticia social clama al cielo. Jesús alaba a los pobres de espíritu, a los que no entregan su corazón a la avaricia, la codicia y los bienes de este mundo; a los que deciden compartir lo que tienen con otros que tienen menos.

Las bienaventuranzas nos describen las actitudes interiores fundamentales para pertenecer al Reino de Dios, que se inscriben en situaciones concretas de la vida. Tan concretas que nadie escapa a ellas: el llanto, la aflicción, la intolerancia, el resentimiento, la tentación de venganza, de la codicia, de la violencia. Las bienaventuranzas nos proponen la actitud interior básica para no vemos "arrollados" por ellas, para que esas situaciones y sentimientos negativos no nos dominen.
Ellas nos dicen cuán feliz será nuestra vida cuando nos dejemos conducir por los criterios de Dios. Encontraremos felicidad en no correr detrás de las riquezas, en contentamos con un poco menos y en compartir con los que nada tienen. Encontraremos consuelo en reconfortar a quienes están más afligidos que nosotros, cuando el hambre de los demás despierte nuestra sed de justicia y solidaridad; cuando nos esforcemos por implantar la paz en nuestros corazones y en los demás. ¡Y qué decir cuando seamos misericor¬diosos como el Padre celestial lo es con nosotros!
Marchemos por la vida libres, limpios de corazón, sin dobleces, y constru¬yendo la paz.
La búsqueda de Dios requiere de una profunda actitud de humildad y realismo sobre lo que somos y hacemos.

Lectura del libro de Sofonías 2,3;3,12-13
Busquen al Señor, todos ustedes, humildes de la tierra, los que cumplen sus mandamientos; busquen la justicia, busquen la humildad, tal vez así encontrarán refugio el día de la ira del Señor. «Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera; pastarán y reposarán sin sobresaltos». Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

Salmo (145)
R. Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

- El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, él hace justicia a los oprimidos, él da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. / R.
- El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. / R.
- Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad. / R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,26-31
Hermanos: Tengan en cuenta que entre ustedes, no hay sabios según los criterios humanos, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, es decir, los que no son nada para anular a, los que son algo, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia' del Señor. Por él ustedes están en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. y así como dice la Escritura «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor». Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús la muchedumbre, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos ustedes cuando los insulten y los persigan y los calumnien de cualquier modo por mi causa. Estén alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo». Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.

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