miércoles, 21 de mayo de 2008

Pascua de Resurrección


SINTÁMONOS RADIANTES DE ALEGRÍA

En Pascua todo cambia. En Pascua "algo" termina, y "algo" empieza. En Pascua se nos invita a eliminar los viejos hábitos, los viejos rencores, las viejas denuncias, los viejos intereses. La Pascua es la ocasión anual para dar el gran "paso", el salto a una vida más dignamente cristiana. Pascua nos reclama romper decididamente con el pasado. Una ruptura que encuentra su expresión más evidente en el sacramento de la reconciliación. Así manifestamos que queremos "morir" al pecado y "resucitar" a la vida, a la fe, a la paz, al perdón, al amor, al gozo.

Pascua tiene un mensaje de gozo y alegría: Cristo venció a la muerte y nos conquistó la vida eterna. Estamos alegres y queremos cantar y glorificar a Cristo resucitado con un corazón puro. Estamos alegres porque creemos que "cuando se manifieste Cristo ( ... ) también nosotros apareceremos con él, llenos de gloria", como lo afirma san Pablo. La fiesta de Pascua nos exige repasar nuestra fe en la "resurrección de la carne y la vida eterna". Jesús no vence a la muerte como excepción, sino como una primicia. No es el único, sino el primero.

La tumba, símbolo del poder despótico de la muerte, esta vacía. La que tanto humillaba al hombre, fue humillada y vencida. Hoy se puede mirar a la muerte "cara a cara", y gritarle con san Pablo: ¿Dónde está muerte tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón? (Rm 15,55). Y hacer nuestras las bellas palabras de Miguel de Unamuno: Sin ti, Jesús, nacemos sólo para morir, contigo, morimos solamente para renacer. Por lo mismo, "demos gracias a Dios que nos dio la victoria por nuestro Señor Jesucristo"; así concluye san Pablo su comentario (Rom 15,56).

En Pascua seamos testigos insobornables e incansablemente fieles a una esperanza mantenida a pesar de todo y contra todo. Seamos testigos de la esperanza que hunde sus raíces en la Cruz y florece en la Resurrección. Nada ni nadie puede quitarnos el gozo y la esperanza que brotan de este "paso del Señor" de las tinieblas de la muerte a la luz de la Vida: "Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él". Es verdad que todos los días debemos "morir" al orgullo, a la falsedad, al egoísmo, pero no es menos cierto, que todos los días resucita en nosotros el anhelo de una vida más cristiana, más generosa y servicial.


Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Ustedes bien saben lo que sucedió en el país de los judíos, comenzando en Galilea, después que Juan predicó el bautismo. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

Salmo (117)
R. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

- Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. R.
- La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. R.

- La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3,1-4

Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de allá arriba, donde esta Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspiren a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque ustedes han muerto, y su vida esta escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también ustedes aparecerán gloriosos con él.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

Lectura del santo evangelio según san Juan 20,1-9

R. Gloria a ti, Señor.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando aún estaba oscuro, y vio la piedra quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo y fueron rápidamente al sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.

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