viernes, 12 de julio de 2019

Domingo XV del Tiempo Ordinario - C


Lectura del libro del Deuteronomio. 30, 10-14

Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Escucha la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandamientos, lo que está escrito en el libro de esta ley; conviértete al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma.
Porque este mandamiento que yo te prescribo hoy no es superior a tus fuerzas, ni inalcanzable; no está en el cielo, para que digas:
“¿Quién de nosotros subirá al cielo para traerlo y nos lo enseñará, para que lo cumplamos?; ni está más allá del mar, para que digas: “¿Quién de nosotros cruzará el mar para traerlo y nos lo enseñará, para que lo cumplamos?”.
Pues, la palabra está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Para que la cumplas».
Palabra de Dios

Salmo Responsorial. Sal 68,14.17.30-31.33-34.36ab.37

R/. Humildes, busquen al Señor, y revivirá su corazón.

Mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. R/.

Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias. R/.

Mírenlo, los humildes, y alégrense;
busquen al Señor, y revivirá su corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.

El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1,15-20

Cristo Jesús es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas:
las del cielo y las de la tierra,
visibles e invisibles.
Tronos, Dominaciones,
Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo,
y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: es decir de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
restableciendo la paz con su sangre derramada en la cruz.
Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,25-37

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?».
Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».
El contestó:
«“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”».
Él le dijo:
«Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida eterna».
Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?».
Jesús dijo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos que lo asaltaron, lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, se desvió y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo se desvió y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó adonde estaba él y, al verlo, sintió compasión, se le acercó, le vendó las heridas, después de haberlas limpiado con aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al encargado, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”.
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».
Él contestó:
«El que practicó la misericordia con él».
Jesús le dijo:
«Vete y haz tú lo mismo».
Palabra del Señor

Reflexión

El buen samaritano


      Ha pasado ya al acervo de nuestro idioma. No sabemos siquiera si existió el “samaritano” de la parábola. Pero hoy se llama “buen samaritano” a cualquier persona de buen corazón que ayuda a sus hermanos sin pedir nada a cambio. No hay mejor cosa que encontrarse un buen samaritano cuando uno anda por los caminos de la vida perdido, sin rumbo y quizá herido y derrotado. Hasta es posible que nos sorprenda su generosidad sin límite, el cariño gratuito que recibimos, tan acostumbrados como estamos a pagar por todo lo que recibimos.
      Pero la parábola de Jesús va más allá. Porque el samaritano no es sólo uno que se paró a atender a aquel hombre abandonado y herido a la vera del camino. En su parábola, Jesús pone en relación al samaritano con otros personajes bien conocidos del pueblo judío: un sacerdote y un levita. Los dos son representantes de la religión oficial judía. Los dos ofician en el templo y son mediadores entre Dios y los hombres. Sacerdotes y levitas se supone que tienen un acceso a Dios del que carecen el resto de los creyentes –lo mismo que hoy muchos cristianos piensan todavía de sacerdotes y religiosos–. El samaritano, desde la perspectiva judía, pertenecía prácticamente al extremo opuesto de la escala religiosa. Era un pueblo que había mezclado la religión judía con otras creencias extrañas. Era traidor a la fe auténtica, un pueblo impuro. Los judíos trataban de evitar todo contacto con los samaritanos. El contacto con un samaritano hacía que el judío se volviese impuro.
      Por eso, tiene mucho más peso el hecho de que Jesús contraponga en la parábola a los representantes oficiales de la religión, un sacerdote y un levita, con un samaritano, pecador e impuro. Y, lo que es peor, que sea precisamente el samaritano el que sale bien parado, el que se comporta como Dios quiere, el que es capaz de acercarse al prójimo desamparado y abandonado. Dicho de otra manera, el que se hace prójimo-próximo-cercano de su hermano necesitado.
      En realidad, Jesús está replanteando nuestra relación con Dios. Mucho más importante que el culto oficial y litúrgico del templo, es la cercanía al hermano necesitado. Mucho más valioso que ofrecer sacrificios y oraciones, es adorar a Dios en el hermano o hermana que sufren por la razón que sea. Jesús no es sacerdote sino profeta. Jesús se aleja del templo y nos invita a vivir nuestra relación con Dios en el encuentro diario, habitual, a pie de calle, con nuestros hermanos y hermanas. Ahí es donde se juega nuestra relación con Dios. Sólo si somos capaces de amar así, podremos decir que amamos a Dios. Porque, como dice Juan, el que dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso. Ni más ni menos.

martes, 25 de junio de 2019

Domingo XIII del Tiempo Ordinario


Lectura del primer libro de los Reyes 19, 16b.19-21

En aquellos días, el Señor dijo a Elías:
«Unge profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo se Safat, de Abel-mejolá».
Elías partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, arando con doce yuntas de bueyes en fila, él llevaba la última. Elías pasó a su lado y le puso su manto encima.
Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le pidió:
«Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo».
Elías le dijo:
«Vete, pero regresa; ¿quién te lo impide?».
Eliseo dio la vuelta, tomó la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio; hizo fuego con la madera del arado, asó la carne y se la dio a su gente para que comieran.
Luego se levantó, siguió a Elías y se puso a su servicio.
Palabra de Dios

Salmo Responsorial. Sal 15,1-2a.5.7-8.9-10.11

R/. Tú, Señor, eres la parte de mi herencia.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
El Señor es la parte de mi herencia y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 5,1.13-18

Hermanos:

Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado.
Por tanto, manténganse firmes, y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud.
Ustedes, hermanos, han sido llamados a la libertad: pero no tomen la libertad como pretexto para satisfacer los deseos carnales; al contrario, háganse servidores los unos de los otros por amor.
Porque toda la Ley se concentra en esta frase: «Amarás al prójimo como a ti mismo».
Pero, atención: que si se muerden y devoran unos a otros, terminarán por destruirse mutuamente.
Yo, por tanto, les pido: caminen según el Espíritu y no se dejen arrastrar por los deseos de la carne, porque la carne actúa contra el espíritu y el espíritu contra la carne.
Ambos luchan entre sí, de suerte que ustedes no pueden obrar como quisieran.
En cambio, si los guía el Espíritu, no están bajo el dominio de la Ley.
Palabra de Dios

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,51-62

Cuando ya se acercaba el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
De camino, entraron en un pueblo de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:
«Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y les regañó. Y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban de camino, le dijo uno:
«Te seguiré adonde vayas».
Jesús le respondió:
«Los zorros tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme».
El respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia».
Jesús le contestó:
«El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no vale para el reino de Dios». Palabra del Señor


Seguir a Jesús en libertad y amor

      La idea de seguir a Jesús nos hace pensar en la vocación. Todos somos llamados por Jesús a seguirle. Por otra parte es cierto que sólo a algunos se les invita a cambiar de estilo de vida, a asumir una nueva forma de vida en la Iglesia con respecto a la que tenían.
      ¿Qué significa seguir a Jesús para los cristianos en general? En el Evangelio de hoy parece que Jesús pone las cosas difíciles a los que quieren seguirlo. A uno le promete vivir en la más total de las pobrezas –“las zorras tiene madriguera pero el Hijo no tiene donde reposar la cabeza”–, a otro le pide que abandone a su familia sin siquiera enterrar a su padre –para los judíos enterrar a los muertos es uno de los más sagrados deberes, cuánto más al padre–, a otro le impide incluso despedirse de su familia. La llamada de Jesús es una llamada radical que descoloca a las personas de su vida para ponerlas al servicio del Reino.
      Entonces, ¿quién puede seguir a Jesús? La respuesta está en la segunda lectura, de la carta a los gálatas. Ahí está la clave para comprender el servicio del Reino al que Jesús nos llama. Incluso se podría cambiar el orden de las lecturas y leer la segunda después del Evangelio. Pablo comienza proclamando que Jesús nos ha liberado para que seamos libres. El Reino es lo absolutamente contrario a la esclavitud. El Reino de Dios es el reino de la libertad. Vivir al servicio del Reino significa asumir radicalmente la libertad que Dios nos ha concedido en Cristo. Asumirla con sus riesgos y asumirla responsablemente. Entrar en el Reino es madurar como personas. Los hijos de Dios no tienen más vocación que la libertad. Y ahí no se pueden hacer concesiones. No hay que volverse a mirar el tiempo en que fuimos esclavos, no hay que preocuparse siquiera de enterrar lo que abandonamos. Nuestra vocación nos llama a crecer en libertad. No es fácil vivir en libertad y asumirla responsablemente. Es un camino duro –como el de Jesús, en subida hacia Jerusalén–. Supone renunciar a muchas seguridades. Pero ahí es donde nos quiere Dios.
      Claro que es una libertad atemperada en la relación por el amor. Somos libres para amar con todo el corazón. Somos libres desde la verdad más verdadera de nuestras vidas: todos somos hermanos y hermanas en Jesús. Somos libres para tomar las decisiones que nos lleven a amar y respetar la vida en su integridad, la propia y la de los demás. Somos libres para defender la vida frente a todas las amenazas. Somos libres para vivir en solidaridad con toda la creación. Seguir a Jesús para el cristiano significa madurar en libertad, dejar de ser esclavo de las normas y ser agente activo en la construcción de un mundo más justo, más hermano y más libre.

Para la reflexión

      ¿Cuáles son mis esclavitudes? Trata de concretarlas (el qué dirán, el alcohol, la pereza...). ¿Cómo trato de liberarme de ellas? ¿Qué significa para mí vivir en libertad? ¿En qué medida estoy trabajando para hacer que este mundo sea más humano, más libre y fraterno?

Palabra de Dios para cada día

Lunes:  Génesis 18,16-33; Salmo 102; Mateo 8, 18-22
Jueves:   Génesis 22,1-19; Salmo 114;
Mateo 9,1-8
Martes:  Génesis 19,15-29; Salmo 25;
Mateo 8,23-27
Viernes:  Génesis 23,1-4.19;24,1-8.62-67;  Salmo 105 Mateo 9,9-13
Miércoles:   Sto. Tomás, Apóstol. Efesios 2,19-22; Sal. 116; Juan 20,24-29
Sábado:  Génesis 27,1-5.15-29; Salmo 134; Mateo 9,14-17

lunes, 17 de junio de 2019

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo


Lectura del libro del Génesis 14,18-20

En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abraham, diciendo: «Bendito sea Abraham de parte de Dios el altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea Dios el altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos.»
Y Abraham le dio el diezmo de todo.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial. Sal 109,1.2.3.4

R/. Tú eres sacerdote eterno, Señor Jesús.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.» R/.

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla
a tus enemigos. R/.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.» R/.

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.» R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11,23-26

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.»
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; hagan esto cada vez que lo beban, en conmemoración mía.»
Por eso, cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz, anuncian la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios

+Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,11b-17

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la multitud del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle:
«Despide a la gente; que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado.»
Él les contestó: «Denles ustedes de comer.»
Ellos replicaron:
«No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente.»
Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos:
«Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se sentaron.
Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

Palabra del Señor

La Eucaristía, compartir el pan con Jesús


      Hoy sigue habiendo hambre en el mundo. Y no estoy pensando en el hambre espiritual de que tanto se habla en la Iglesia. Ciertamente hay muchas personas desorientadas, perdidas en el desamor, en la violencia, encerradas en sí mismas, agotadas por las dificultades. Pero es que, además de todo eso, en nuestro mundo hay todavía hambre real, estómagos vacíos o que no saben lo que es llenarse del todo. Muchas de nuestras parroquias siguen repartiendo comida a gente que no tiene recursos para comprarla. Eso no sucede solamente en África o en Asia. Eso sucede en los países más industrializados y ricos. En eso que se llama pomposamente “democracias avanzadas”.
      Por eso, el pan, alimento básico en muchas culturas, es un auténtico sacramento de la vida. El pan y el vino de las culturas mediterráneas, el pan y los peces del Evangelio. Para los que tienen hambre el alimento es la urgencia más absoluta de todas. Todo lo demás puede esperar. Pero el hambre y la sed es necesario satisfacerlas ya mismo. En muchos países se proclaman leyes para atender muchas otras necesidades: desde el respeto a los animales hasta el derecho de los homosexuales a vivir en pareja. Está bien. Todo eso está bien. Pero no podemos olvidar esas urgencias básicas que siguen llamando a nuestra puerta. El hambre y el pan como elemento básico que sacia ese hambre, como signo-sacramento de la vida. Sin él no hay acceso a la vida. Sin él no hay esperanza.
      La Eucaristía es el sacramento del pan, el sacramento de la vida compartida. La Eucaristía es un sacramento lleno de fuerza que nos recuerda nuestra elemental y básica dependencia del alimento. Sin alimento no hay vida. Sin alimento nos llega la muerte. En torno al alimento la familia humana crece, la relación se establece. Compartir el pan ha significado siempre compartir la vida, la amistad, el cariño. Invitar a alguien a nuestra casa significa invitarle a tomar algo, darle de comer.
      Hoy y cada día es Jesús el que nos invita a comer con él y con los hermanos –no hay que olvidar ninguna de las dos dimensiones: con él y con los hermanos, no se da una sin la otra–. Al comer con él, reconocemos nuestra necesidad básica de pan. Al comer con él, nos hacemos de su familia, nuestra fraternidad se reafirma. Al comer con él, su palabra nos llega, con su pan, más hondo al corazón. Al comer con él, podemos soñar que nuestro mundo dividido y roto, se reconcilia y que la humanidad es una sola familia. Al comer con él, nuestro sueño se hace un poco realidad. Al comer con él, tomamos fuerzas para seguir caminando, para seguir comprometidos al servicio del Evangelio, para seguir amando, curando, ayudando y compartiendo. Y, sobre todo, dando de comer a los hambrientos.

lunes, 10 de junio de 2019

Solemnidad de la Santísima Trinidad - C


Lectura del libro de los Proverbios 8, 22-31

Así dice la sabiduría de Dios: «El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras más antiguas.
Desde la eternidad fui formada, desde el principio, antes del origen de la tierra.
Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban asentados los montes, antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponía un límite al mar, cuyas aguas no desbordan sus orillas; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la esfera de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres.» 
                                                                     Palabra de Dios

Salmo Responsorial: Sal 8, 4-5. 6-7a. 7b-9.

R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder? R.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.

Todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 1-5

Hermanos:
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Por él hemos obtenido mediante la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y por él nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.
Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
                                                                  Palabra de Dios


Aleluya.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene.

+ Lectura del Santo Evangelio según san Juan 16, 12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por decirles, pero ustedes no las pueden comprender por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga y les comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo comunicará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y se los anunciará a ustedes ».
                                                             Palabra de Señor

Dios es un misterio de amor


      Hemos pasado ya las celebraciones más importantes del año litúrgico. El Adviento nos llevó de la mano hacia la Navidad, la celebración del nacimiento de Jesús, la primera Pascua. Un poco más adelante, la Cuaresma nos invitó a seguir a Jesús hasta Jerusalén. Allí hicimos memoria de su muerte y resurrección, la segunda Pascua. Al terminar la celebración de la Pascua, hace pocos días, hemos celebrado la venida del Espíritu Santo, el comienzo de la historia de la Iglesia, de esta aventura de llevar a todos los hombres y mujeres la buena nueva de la salvación, del amor y la misericordia de Dios. Al final, a modo de conclusión y coronamiento, celebramos esta solemnidad de la Trinidad.
      No es fácil hablar de Dios. No es fácil hablar de algo que se nos queda tan lejano y tan misterioso. “A Dios nadie le ha visto jamás”. Pertenece a otro orden de ser. Pero al mismo tiempo está profundamente implicado en la creación, porque es su creación y porque nosotros somos sus creaturas. A Dios no le encontramos como quien encuentra al vecino de al lado saliendo para el trabajo cada mañana. Pero hay muchas formas de conocer.
      Cuando miramos a la creación, cuando nos miramos a nosotros mismos y la maravilla que es, por ejemplo, nuestro propio cuerpo, experimentamos a Dios como creador, el que nos ha sacado de la nada y nos ha dado la vida (en realidad, lo único que tenemos). Decimos entonces que es Padre precisamente porque lo vemos como generador de la vida, de nuestra vida. También hacemos memoria de Jesús, el que nació en Belén, el que luego pasó haciendo el bien, curando a los enfermos y anunciando el Reino de Dios, el que hablaba de Dios como su “Papá” –“Abbá”– y que luego murió en la cruz en una tarde sombría de viernes. Hacemos memoria de su vida y de su resurrección. Es el Hijo porque en aquel hombre había algo especial que no nos atrevemos a definir. Su humanidad era tan grande que en él vemos la presencia misma de Dios. Hacemos también memoria del tiempo posterior a Jesús. Los apóstoles y discípulos sintieron la presencia del Espíritu de Dios. Ese Espíritu los inspiró y animó a anunciar la buena nueva del Reino. Hoy sigue inspirando y animando a muchos a continuar con ese anuncio de salvación para todos.
      Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Tres formas de ver una sola realidad? No. Hay algo más. Porque algo nos dice que ese misterio que es Dios es misterio de amor, de relación. Y que, cuando experimentamos la presencia de Dios, nos sentimos llamados a participar de ese amor y a compartirlo con los que nos rodean. Vivir como Dios –ésa es nuestra vocación– es vivir amando.

Para la reflexión
      ¿Siento a Dios como un Padre que me cuida y me ama? ¿Veo a Jesús como el hermano mayor que me guía y me hace descubrir la fraternidad del Reino y comprometerme con ella? ¿Experimento la presencia del Espíritu que me anima a vivir haciéndome hermano o hermana de los que me rodean?

lunes, 3 de junio de 2019

Solemnidad de Pentecostés - C


Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2,1-11

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron entonces aparecer unas lenguas, como de fuego, que se repartieron, y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos piadosos de todas las naciones de la tierra. Al oír aquel ruido, la gente se congregó y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, decían:
« ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra propia lengua?
Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno de nosotros los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua».

                                                                                     Palabra de Dios

Salmo Responsorial. Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34

R/. Envía tu Espíritu, Señor,
y renueva la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R/.

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y renuevas la faz de la tierra. R/.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,3b-7.12-13

Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino es movido por el Espíritu Santo.
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos, forman un solo cuerpo, así es también Cristo.
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

                                                                                          Palabra de Dios

Secuencia

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.


Aleluya

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.

+ Lectura del santo evangelio según san Juan 20,19-23

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en eso entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a ustedes».
Y, diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió:
«Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».

                                                                                   Palabra del Señor


El día de Pentecostés.

Pentecostés, nacimiento de la Iglesia. El Espíritu Santo estaba actuando en las comunidades cristianas, en y por ellas. La gente que oía su testimonio se convertía. Estaba surgiendo una nueva comunidad de hombres y mujeres que vivían como hermanos. Unidos en la oración, solidarios en el día a día, pues lo compartían todo, y alegres por el evangelio. Estaban convencidos de inaugurar tiempos nuevos prometidos por Jesús.
La fiesta de pentecostés estaba asociada al recuerdo de la Alianza de Dios con el pueblo judío en el Sinaí. Para Lucas, la venida del Espíritu Santo inaugura una nueva alianza de Dios con todos los hombres y mujeres de la tierra.
El Espíritu viene y se apodera de todos ellos. Habla de un ruido, como de viento huracanado, que invadió toda la casa. Después aparecen como lenguas de fuego que se reparten y se posan sobre cada uno de los presentes quienes, llenos ya del Espíritu, comienzan a hablar en lenguas extranjeras.
Hoy diríamos, en términos modernos, que Lucas nos presenta una composición audiovisual para comunicarnos como el Espíritu de Dios tomó posesión de aquellos hombres y mujeres.

Seguidamente cambia de escenario. Los discípulos parecen no estar en una casa, sino ante una multitud congregada, venida de muchas naciones que, asombrada, escucha a los apóstoles hablando en su propio idioma.
Nos revela la apertura del Evangelio a todas las naciones, a todas las culturas. Hoy hablamos de inculturación del Evangelio. (1)

Hay una nota de ironía: algunos de los presentes afirmaban que aquellos hombres que les hablaban estaban borrachos. No estaban borrachos sino, según un autor africano del siglo VI dirá: “Se habían convertido ya en odres nuevos, renovados por la gracia de la santidad. De este modo, ebrios del nuevo vino del Espíritu Santo, podrían hablar fervientemente en todos los idiomas y, anunciar de antemano, con aquel maravilloso milagro, la propagación de la Iglesia católica por todos los pueblos y lenguas.” (2) Celebremos esta gran fiesta del Espíritu Santo que nos hace entendernos a todos por medio del lenguaje universal: la caridad. 

Reunidos alrededor de Jesús

El relato está pensado desde el cumplimiento de las promesas de Jesús: “volveré a ustedes”, “les enviaré el Espíritu Santo y tendrán paz”. El evangelista proclama y muestra que la comunidad cristiana se constituye alrededor de Jesús vivo y presente, crucificado y resucitado. Él está en el centro y la libera del miedo y les da confianza y seguridad, paz y alegría al mostrarle los signos de su victoria sobre la muerte. De él recibe la comunidad la misión y el Espíritu para llevarla adelante. La misión de la comunidad, como la de Jesús, es liberar, dar paz, perdonar, amnistiar, dar vida hasta la entrega total.

Enviados de Jesús.

Hemos sido elegidos por Jesús para realizar el proyecto de Dios con Él. Pero la llamada/envío se remonta más arriba, hasta el mismo Dios: “como el Padre me envió a mí, así los envío yo a ustedes”. Es decir, cada cristiano es otro Jesús, que recibe su misma misión de parte del Padre. Somos enviados de Dios, en compañía de Jesús, en la construcción de la nueva humanidad.
Los primeros enviados prosiguieron la causa de Jesús, llevando adelante el proyecto de Dios. Ellos son quienes tienen que perdonar y dar vida.
No es nuestra debilidad, o nuestra poca experiencia y formación, o nuestros pecados los que nos impiden asumir el reto de Jesús. Más bien es el temor a nuestros fallos, y el dolor que nos causa nuestro orgullo herido lo que nos paraliza y nos hace vivir todavía con las puertas atrancadas.

Recibieron el Espíritu Santo.

Así, los discípulos comprendieron y renacieron a la vida. Y se fueron por todo el mundo, y supieron perdonar. Rompieron las barreras del miedo y las puertas de la pequeña comunidad, y experimentaron la paz en la misión y en el compromiso. Y se sintieron llamados a la resurrección…
Persona resucitada es la que se deja guiar por el Espíritu de Dios hacia la aventura, la sorpresa, la novedad, la vida… Persona resucitada es la que pone vida donde no la hay, o la defiende donde está amenazada. (3)

(1) Alonso Schökel, Luis. La Biblia de nuestro pueblo.
(2) De la liturgia de la horas N° II.

(3) Ulibarri Florentino. Conocer, gustar y vivir la Palabra. C


LECTURAS DIARIAS

Lunes: Santa María, Madre de la Iglesia. Génesis 3, 9-15.20; Salmo 86; Juan 19, 25-34
Martes: Sn. Bernabé, Apóstol. Hech. 11, 21b-26; 13,1-3; Sal. 97; Mateo 10,7-13
Miércoles: 2Corintios 3,4-11; Salmo 98; Mateo 5,17-19
Jueves: Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Isaías 6,1-4.8; Salmo 22; Juan 17, 1-2.9.14-26
Viernes: 2Corintios 4,7-15; Salmo 115; Mateo 5, 27-32
Sábado: 2 Corintios 5,14-21; Salmo 102; Mateo 5, 33-37



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