miércoles, 30 de agosto de 2017

Santa Rosa de Lima 30 de Agosto

Hazte pequeño, y alcanzarás el favor de Dios

Lectura del libro del Eclesiástico 3, 17-24

Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad, y te querrán más que al hombre generoso.
Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes. 
No pretendas lo que es demasiado difícil para ti, no investigues lo que supera tus fuerzas; atiende a lo que te han encomendado, y no te preocupes por lo profundo y escondido; no te preocupes por lo que te excede, aunque te enseñen cosas que te desbordan; ¡son tan numerosas las opiniones de los hombres!; y sus locas fantasías los extravían. 

                                                                                                                                       Palabra de Dios

Salmo responsorial Sal 15, 1-2a y 5.7-8.11

R. El Señor es el lote de mi heredad .

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: "Tú eres mi bien".
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R.

Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente la Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia, 
de alegría perpetua a tu derecha. R.


Corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 8-14

Hermanos:
Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal ganar a Cristo, y existir en él, no con una justicia mía de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, y se apoya en la fe.
Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.
No es que haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo,  pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí.
Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús. 

                                                                                                                                        Palabra de Dios

Aleluya St 1,18

Aleluya, aleluya.

El Padre, por propia iniciativa, con la palabra de la 
verdad, nos engendró, 
para que seamos como la primicia de sus criaturas. 

Aleluya

El grano de mostaza se hace un arbusto, 
y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 31-35

En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la gente:
"El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta, aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas". 
Les dijo otra parábola: 
«El Reino de los Cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente».
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas, y sin parábolas no les exponía nada.
Así se cumplió el oráculo del profeta: 
"Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la creación del mundo".

                                                                                                                               Palabra del Señor.

Reflexión


Los santos son las personas que han realizado el ideal del Evangelio en los tiempos y en las circunstancias que les tocó vivir. Las razones que han movido a la Iglesia a venerarlos –lo cual ha hecho desde sus comienzos– han sido éstas: una es presentarnos personas, hombres y mujeres como nosotros, que han vivido en esta tierra, que no han sido ángeles ni han tenido cualidades y posibilidades casi sobrehumanas, sino personas cualesquiera, que han ocupado en el mundo y en la Iglesia los puestos más diversos, altos y bajos, sabios e ignorantes, fuertes y enfermizos, de mucha y poca cultura, niños, jóvenes y viejos, entre los cuales podemos encontrar personas como nosotros y aun inferiores en dotes y humanas, que han alcanzado la santidad, es decir las más altas cotas de virtudes y de parecido con Jesucristo. Hablando con rigor teológico, a los santos la Iglesia los canoniza –y esto es lo que significa la palabra “canonizar” – haciéndoles norma y regla de aplicación del Evangelio en el mundo que vivieron. Son ejemplo y estímulo para todos nosotros: Si ellos llegaron, también nosotros lo podemos.

En segundo lugar la Iglesia nos los propone también como intercesores. Estando ya en la presencia del Señor, a los que fueron sus “buenos” servidores Dios los escucha con especial complacencia y tiene a gala mostrar el mérito, que tuvieron en su vida mortal, otorgando gracias y favores a los fieles que piden su mediación. Pienso que esta razón tiene menos importancia que la anterior, pero está en unión con ella. Al concedernos hasta milagros por medio de los santos, Dios muestra que realizaron el ideal del Evangelio, nos anima a ello y demuestra a todo el que quiera honestamente mirar los hechos que Él ha estado y está presente en el mundo de una manera particularmente activa por medio de los santos.

Voy a seguir los textos de la lectura de la liturgia de la misa para aplicarlos de alguna manera al itinerario de Santa Rosa y nos estimulen a nosotros a mantener y aun forzar nuestra marcha hacia santidad. En el caso de Santa Rosa tuvo comienzo muy temprano. Se verificó palpablemente en ella la predilección de Jesús por los niños. A los cinco años de edad, hace el voto de virginidad perpetua, entregándose a Jesús libre, consciente y responsablemente. Ya a esa edad tuvo la inmensa gracia del encuentro vivo con Jesús. “El Señor es el lote de mi heredad. Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha”. Padres y madres, educadores de los pequeños, tengan en cuenta el caso de Santa Rosa. Son muchos los niños, hijos de familias cristianas que son objeto de gracias importantes; porque los niños son los predilectos del Señor. De modo análogo al caso de la Virgen María que fue liberada del pecado ya en su concepción y además fue entonces llena de la gracia de Dios, también sus hijos en el bautismo no sólo han sido liberados del pecado, sino que además han recibido la vida de Jesús resucitado –es decir la gracia santificante– y tal vez la sigan recibiendo luego con abundancia. Es un error que los padres cristianos retrasen la formación en la piedad y en la fe hasta los ocho o diez años. Deben estar atentos a lo que ocurre en sus hijos en el orden de la fe.

El camino de la santidad no puede ser otro que el camino de la cruz. Por no comprenderlo son pocos los que la alcanzan. Simplemente se entretienen con rezos, obras piadosas y ayudas caritativas; pero no hacen de la cruz su profesión; y sin la cruz no hay santidad. Si en algo hay que imitar a Cristo, hay que hacerlo lo primero en la cruz. Santa Rosa lo comprendió perfectamente. Era físicamente hermosa, pero incluso llegó a afearse el rostro en una ocasión en que lo oyó y las mortificaciones para incurrir en soberbia fueron a veces crueles; como cuando su mamá le colocó como adorno una especie de corona, cuyas púas se apretó tanto en la cabeza para que le dolieran que luego no se pudieron quitar sino con gran dolor.

Se propuso seguir como modelo a Santa Catalina de Siena; los ejemplos de los santos son muy buenos para la santidad. Pero sobre todo el Espíritu le fue enseñando el camino. Así comprendió pronto la necesidad de la humildad. Y se dio cuenta de que la obediencia es el primer ejercicio de la humildad: obediencia a sus padres y obediencia a la Iglesia, representada en sus confesores.

“Cuanto más grande seas –hemos escuchado en la lectura del Eclesiástico– más debes humillarte y ante Dios hallarás gracia. Pues grande es el poderío del Señor y por los humildes es glorificado. Más de lo que alcanza la inteligencia humana se te ha mostrado ya. Que a muchos descaminó su presunción; una falsa ilusión extravió sus pensamientos”.

Y como “el Señor a los humildes da su gracia”, Santa Rosa fue agraciada con una oración extraordinaria y grandes favores divinos. La oración y el ejercicio de la caridad son lugares comunes en todos los santos. La oración es el encuentro íntimo con Jesús, es la experiencia de su amor, es el alimento de la caridad. En la oración se experimenta el amor de Dios y se le responde con amor. En la oración la fe se ejercita y aguza para ver en el prójimo a Dios. En la oración se cambian los valores y se apropian los de Dios. Gracias a la oración se puede llegar a realizar, como en Santa Rosa, lo escuchado en la carta a los Filipenses: “Todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía –la de la ley– sino con la que viene de la fe”.

Rosa vivió la mayor parte de su tiempo encerrada en su casa. Sin embargo el testimonio de su virtud se conoció por toda Lima. A su muerte los fieles acudieron en masa a venerarla. Dios hizo realidad en ella –y lo sigue haciendo –las parábolas de la mostaza y la levadura y cumple la palabra de Jesús: “Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo”.


Pidamos a Santa Rosa lo que creamos necesitar para servir mejor a Dios y sobre todo la generosidad para seguir sus pasos y adquirir las virtudes que necesitamos en nuestro esfuerzo por la santidad.



ERA UNA ROSA BLANCA
Poema 

Hace trescientos años que el jardín florecía
¡y lleno de perfumes florece todavía!
Hace trescientos años, al caer de la noche,
cuando claros luceros desataban el broche
y a probar su fortuna descendía el Ensueño con traje de luna,
adormido en un vuelo de blancas mariposas el jardín daba rosas,
y así leves sus galas, bajo la suave lumbre y al batir de las alas,
humilde entre los muros, perfumado y tranquilo, el jardín era asilo 

de un rumor de sandalias en piadoso desvelo
y de tenues suspiros y de voces del Cielo.

Hace trescientos años que el jardín florecía
y lleno de perfumes florece todavía.
Era un jardín cerrado al dolor del pecado,
oculto a la inclemencia del mundanal ruido y abierto a la inocencia;
era cual una lira que, vibrando en secreto como alma que suspira

de ansiedad y ternura, llevaba sus acordes a la celeste altura
por un blanco camino que temblaba en la noche como un hilo divino.
era un jardín de rosas, cerrado y prisionero...
y era una sombra blanca que erraba en su sendero.
Era un jardín de rosas, todo él enamorado

de la mano de lirio que le daba cuidado; 
un jardín que en el claro de luna parecía que,orgulloso, sabía 

cómo se retrataba sobre el éter inmenso revestido de incienso;
dulce refugio lírico, por su mística clama

hecho para reposo perfumado de un alma;
jaula, tejida en flores de matiz marfileño,

hecha para las alas flotantes del Ensueño;
jardín en cuya arena, con trémula congoja, se arrastraba una hoja 

ambulante y vencida murmurando en voz baja cómo se va la vida.
Era un jardín de rosas, cerrado y prisionero...
Y era una sombra blanca que erraba en su sendero.
-¿Qué quieres, blanca sombra que vagas lentamente
como alma penitente?
La sombra solitaria, responde en un ansioso murmullo de plegaria
que con suaves deliquios acompasa las rosas

y en un trémulo enjambre de blancas mariposas.
¿qué quieres, blanca sombra, errante en tu retiro?
La sombra, estremecida, responde en un suspiro.
-¿A quién, consagras la luz que arde en el vaso?
¿Dónde vas paso a paso mirando las estrellas
como si les pidieras ir a morir en ellas?
¿Es, acaso, que esperas a tu amado que no viene?
La sombra se detiene cual si quedara presa

en el haz de la luna que la envuelve y la besa,

y su voz en suspiro temblorosa musita:
-Aquí espero una cita
-Pero Amor, blanca sombra, es placer y es aliento...
-Mi Amado es mi tormento. 

-¿Y su amor e curarte de torturas no alcanza?
-Mi Amado es mi esperanza
-¿Sueñas amor profundo?
-Mi Amado no es del mundo.
- ¡Entonces, blanca sombra, no viene tu trovero!
- Vendrá por que lo espero
-¿Y por amado ausente pasión tan sobrehumana?
- ¡Vendrá, vendrá mañana!
- ¡No viene, blanca sombra!
-¡Vendrá, no desconfió, y dándole la vida la muerte lo hará mío!...
Y al eco de estas bellas palabras amorosas

en el jardín lunado palpitaban las rosas.
¡Hace trescientos años que el jardín florecía

y lleno de perfumes florece todavía!
Fue una blanca noche...
Era, en dulce reposo, el jardín silencioso.
Mudo estaba el jilguero, en quietud el sendero,
y la noche sumisa, y callada la brisa, 

y callado el ramaje, y dormido, entre tules de ilusión, el paisaje.
Bajo la noche clara, Era un jardín de rosas tan blanco como una ara.
Y era una blanca ermita que esperaba el milagro de una dulce visita.
Y era sobre la alfombra de las hojas caídas, aquella blanca sombra.
De pronto, desde el cielo, estremecido el velo 

que sujeta en el éter el haz de las estrellas,
cae un fragante lirio de plateadas huellas
como abriendo el camino al fulgor entre las nubes de un cortejo divino.
Y hay rumor de alas en las empíreas salas,
y e jardín va tomando del cielo sus colores

y el cielo se colorea de color de las flores.
Y aquella sombra blanca, palpitante y ansiosa,
se entreabre lentamente como una blanca rosa...
Blanca tiembla la noche, como la veste alada de tierna desposada,
y surgidas de pronto de sus leves capuces

vuelan mariposas consternadas de luces,
y en el jardín, atónito, asoma y se despliega

caudalosa aureola de un esplendor que llega.
Y hay, al pie de la ermita, Un alma que palpita.
Y unos brazos abiertos de frente a infinito.
Y un ímpetu anhelante. Y un sollozo. Y un grito:
-¡Aquí, estás, vida mía!-
¡ Y se mecen las rosas en un son de alegría,
y despierta el jilguero, y refulge el sendero,
y es música el ramaje y es música, entre tules de ilusión, el paisaje!
Y una voz dice: -Toma, 

toma rosas mi vida, que te brinda aroma....
Y otra voz, en suspiro, que se agranda en la humilde soledad del retiro,
le responde amorosa: -¡Tú sola eres mi Rosa!
Hace trescientos años que el jardín florecía y lleno de perfumes 

florece todavía!
¡Santa Rosa de Lima!
¡Santa Rosa, te invoco a través de la noche de los siglos,
y evoco tu figura virgen delante de la ermita por tus rezos bendita,
con tu túnica blanca y tu fúnebre toca, balbuciente la boca,

entornados los ojos y cruzada las manos en éxtasis cristiano,
esbelta y temblorosa, el llanto en la pupila –rocío de las rosas-
besando, una por una, las cruces del rosario
en mitad del sendero del jardín solitario!
Santa Rosa de Lima, deja que el verso gima

al evocar, perplejo del duro sacrificio, las cuerdas del cilicio

con que, pétalo a pétalo, deshojaba tus galas

para hacer de tu vida sólo un amor con alas;
deja que cante el verso

como fuiste ofrendándote al Dios del Universo,
esperanza y regalo para el bueno y el malo;
permite que la rima, Santa Rosa de Lima
-virgen que en tu retiro pródigo de perfumes, y suspiro a suspiro,
regalabas al Cielo las rosas peregrinas

puras, porque guardabas para ti las espinas-
cante tu franciscano amor por el hermano 

traducido en la copia de penas que curaste para gozar la propia.
Y allá, desde tu cima, Santa Rosa de Lima,
desde el jardín cruzado de estrellas temblorosas

como el tuyo de rosas,
Rosa blanca y sedeña Suave Virgen limeña,
ve a tu Lima en la nube del incienso que sube,
ve en sus calles las vastas muchedumbres, ufanas

en medio del alborozo de todas las campanas,
cantar tu imagen, rezar ante tu osario

y llamar a las puertas del humilde santuario
para evocar la escena de la divina cita
y poner blancas rosas a los pies de tu ermita.
¡Oye la voz que implora que tú, blanca Señora,
ruegues a Dios con fuego de pasión y con ruego
que los cielos encienda y a tu patria defienda
y a tu Lima redima, ingenua y blanca Rosa, Rosa Santa de Lima!
Que yo, pobre poeta que el amor y el orgullo de la patria interpreta,
busca ahora en mi lira la voz más candorosa

para decirte: ¡Creo, creo en ti, Santa Rosa!
Y pues creo, y pues sufro, y pues voy por la vida

con el viaje doliente de la hoja caída,
arrastrando en lo hondo, ya herido de impotencia,

mi amor por la justicia, que fue mi única herencia,
y pues ando, ando, ando padeciendo callado y me duelo y me hastío 

del gotear de la arena de mi reloj sombrío,

yo, pecador cristiano, con la vida cansada, 

bien merezco, Señora, la luz de tu mirada.
Mírame, Rosa, mira como, en un confidente diapasón de mi lira,
mientras en tu ventana de la celeste altura

eres inmensa rosa de límpida blancura,
en ti los ojos fijos, yo te pido ventura sólo para mis hijos.
Si hace trescientos años el jardín florecía

Pródigo de perfumes, florece todavía....

POR LUIS FERNAN CISNEROS

jueves, 24 de agosto de 2017

SAN LUIS REY DE FRANCIA 25 DE AGOSTO

San Luis IX - Rey de Francia Año 1270
Fiesta 25 de Agosto

San Luis fue un hombre excepcional dotado por Dios de una gran sabiduría para gobernar, una enorme bondad que le atraía las simpatías de la gente, y una generosidad inmensa para ayudar a los necesitados, unido todo esto a una profundísima piedad que lo llevó a ser un verdadero santo. San Luis tuvo la dicha de tener por madre a una mujer admirable, Blanca de Castilla, que se preocupó por hacer de él un cristiano fervoroso y un gobernante intachable. Esta mujer formidable le repetía a su hijo:

"Te amo muchísimo, pero preferiría mil veces verte muerto antes que saber que has cometido un pecado mortal"

Era hijo del rey Luis VIII de Francia, y nació en 1214. Toda su vida sintió una gran veneración por la Iglesia donde fue bautizado y allá iba cada año a darle gracias a Dios por haberle permitido ser cristiano. Una vez preguntó a un empleado qué preferiría, si cometer un pecado mortal o volverse leproso. El otro le respondió que preferiría el pecado. San Luis lo corrigió diciéndole:

"No, no hay desgracia ni enfermedad mayor ni más horrorosa que cometer un pecado grave"

A los 12 años quedó huérfano de padre, y su madre Blanca asumió el mando del país mientras el hijo llegaba a la mayoría de edad. Al cumplir sus 21 años fue coronado como rey, con el nombre de Luis IX.

Buen guerrero, pero generoso

San Luis fue siempre un guerrero hábil, inteligente y valeroso, pero supremamente generoso con los vencidos. Cuando él subió al trono muchos condes y marqueses, imaginándose que sería un joven débil y sin ánimos para hacerse respetar, se declararon en rebelión contra él. Luis organizó muy bien su ejército y los fue derrotando uno por uno. El rey de Inglaterra invadió a Francia, y Luis con su ejército lo derrotó y los expulsó del país. Pero estaba siempre dispuesto a pactar la paz con sus enemigos tan pronto como ellos lo deseaban. Decía que sólo hacía la guerra por defender la patria, pero nunca por atacar a los demás.

Amigo de la religión

Pocos gobernantes en la historia han sido tan amigos de la religión católica como el rey San Luis. Le agradaba mucho ir a los conventos a rezar con los religiosos y asistir con ellos a las ceremonias religiosas. Alguien le dijo que había gente que le criticaba por ser tan piadoso y asistir a tantas reuniones donde se rezaba, y él le respondió:

"De eso no me avergüenzo ni me avergonzaré jamás. Y esté seguro de que si en vez de ir a esas reuniones a orar, me fuera a otras reuniones a beber, bailar y parrandear, entonces sí que esas gentes no dirían nada. Prefiero que me alabe mi Dios aunque la gente me critique, porque por Él vivo y para Él trabajo, y de Él lo espero todo"

Padre y esposo

A los 19 años contrajo matrimonio con Margarita, una mujer virtuosa que fue durante toda su vida su más fiel compañera y colaboradora. Su matrimonio fue verdaderamente feliz. Tuvo cinco hijos y seis hijas. Sus descendientes fueron reyes de Francia mientras ese país tuvo monarquía, o sea hasta el año 1793 (por siete siglos) hasta que fue muerto el rey Luis XVI, al cual el sacerdote que lo acompañaba le dijo antes de morir:

"Hijo de San Luis ya puedes partir para la eternidad"

A sus hijos los educó con los más esmerados cuidados, tratando de que lo que más les preocupara siempre, fuera el tratar de no ofender a Dios.

Sus leyes especiales

San Luis se propuso disminuir en su país la nefasta costumbre de maldecir, y mandaba dar muy fuertes castigos a quienes sorprendían maldiciendo delante de los demás. En ésto era sumamente severo y fue logrando que las gentes no escandalizaran con sus palabras maldicientes. Otra ley que dio fue la prohibición de cobrar intereses demasiado altos por el dinero que se prestaba. En ese tiempo existían muchos usureros (especialmente judíos), que prestaban dinero al cinco o seis por ciento mensual y arruinaban a miles de personas. San Luis prohibió la usura (cobrar intereses exagerados) y a quienes sorprendían aprovechándose de los pobres en esto, les hacía devolver todo lo que les habían quitado. Un rico millonario mandó matar a tres niños porque entraban a sus fincas a cazar conejos. El rey San Luis hizo que al rico le quitaran sus haciendas y las repartieran entre la gente pobre.

La gran cruzada

Sabiendo que era un hombre extraordinariamente piadoso, le hicieron llegar desde Constantinopla la Corona de Espinas de Jesús, y él entusiasmado le mandó construir una lujosa capilla para venerarla. Y al saber que la Tierra Santa donde nació y murió Jesucristo, era muy atacada por los mahometanos, dispuso organizar un ejército de creyentes para ir a defender el País de Jesús. Ésto lo hacía como acción de gracias por haberlo librado Dios de una gran enfermedad. Organizó una buena armada y en 1247 partió para Egipto, donde estaba el fuerte de los mahometanos. Allí combatió heroicamente contra los enemigos de nuestra religión y los derrotó y se apoderó de la ciudad de Damieta. Entró a la ciudad, no con el orgullo de un triunfador, sino a pie y humildemente. Y prohibió a sus soldados que robaran o que mataran a la gente pacífica.

La hora del dolor y de la derrota

Pero sucedió que el ejército del rey San Luis fue atacado por la terrible epidemia de tifo negro y de disentería y que murieron muchísimos. Y el mismo rey cayó gravemente enfermo con altísima fiebre. Entonces los enemigos aprovecharon la ocasión y atacaron y lograron tomar prisionero al santo monarca. En la prisión tuvo que sufrir muchas humillaciones e incomodidades, pero cada día rezaba los salmos que rezan los sacerdotes diariamente.

Rescate costoso

Los mahometanos le exigieron como rescate un millón de monedas de oro y entregar la ciudad de Damieta para liberarlo a él y dejar libre a sus soldados. La reina logró conseguir el millón de monedas de oro, y les fue devuelta la ciudad de Damieta. Pero los enemigos solamente dejaron libres al rey y a algunos de sus soldados. A los enfermos y a los heridos los mataron, porque la venganza de los musulmanes ha sido siempre tremenda y sanguinaria. El rey aprovechó para irse a Tierra Santa y tratar de ayudar a aquel país de las mejores maneras que le fue posible. Él ha sido uno de los mejores benefactores que ha tenido el país de Jesús. A los cuatro años, al saber la muerte de su madre, volvió a Francia.

Obras de caridad admirables

En su tiempo fue fundada en París la famosísima Universidad de La Sorbona, y el santo rey la apoyó lo más que pudo. Él mismo hizo construir un hospital para ciegos, que llegó a albergar 300 enfermos. Cada día invitaba a almorzar a su mesa a 12 mendigos o gente muy pobre. Cada día mandaba repartir en las puertas de su palacio, mercados y ropas a centenares de pobres que llegaban a suplicar ayuda. Tenía una lista de gentes muy pobres pero que les daba vergüenza pedir (pobres vergonzantes) y les mandaba ayudas secretamente, sin que los demás se dieran cuenta. Buscaba por todos los medios que se evitaran las peleas y las luchas entre cristianos. Siempre estaba dispuesto a hacer de mediador entre los contendientes para arreglar todo a las buenas.

Agonía en plena guerra

Sentía un enorme deseo de lograr que los países árabes se volvieran católicos. Por eso fue con su ejército a la nación de Túnez a tratar de lograr que esas gentes se convirtieran a nuestra santa religión. Pero allá lo sorprendió su última enfermedad, un tifo negro, que en ese tiempo era mortal.

Su testamento

Dictó entonces su testamento que dice:

"Es necesario evitar siempre todo pecado grave, y estar dispuesto a sufrir cualquier otro mal, antes que cometer un pecado mortal. 
Lo más importante de la vida es amar a Dios con todo el corazón. Cuando llegan las penas y los sufrimientos hay que ofrecer todo por amor a Dios y en pago de nuestros pecados. Y en las horas de éxitos y de prosperidad dar gracias al Señor y no dedicarse a la vanagloria del desperdicio. 
En el templo hay que comportarse con supremo respeto
Con los pobres y afligidos hay que ser en extremo generosos. 
Debemos dar gracias a Dios por sus beneficios, y así nos concederá muchos favores más. 
Con la Santa Iglesia Católica seamos siempre hijos fieles y respetuosos"

Estos consejos dichos por todo un rey, son dignos de admiración.

Santa muerte

El 24 de agosto del año 1270 sintió que se iba a morir y pidió los santos sacramentos. De vez en cuando repetía:

"Señor, estoy contento, porque iré a tu casa del cielo a adorarte y amarte para siempre"

El 25 de agosto a las tres de la tarde, exclamó:

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"

Y murió santamente. El Sumo Pontífice lo declaró santo en el año 1297.

Quiera Dios enviarnos
muchos gobernantes
tan santos y tan caritativos
y buenos católicos,

como San Luis rey de Francia

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO - A

LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 22, 19-23

Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio:
«Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo.
Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elquías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén y para el pueblo de Judá.
Pongo sobre sus hombros la llave del palacio de David: abrirá y nadie cerrará, cerrará y nadie la abrirá.
Lo clavaré como una estaca en un lugar seguro, será un trono de gloria para la estirpe de su padre».
                                                                     Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL  Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 6 y 8bc

R. SEÑOR, TU MISERICORDIA ES ETERNA, NO ABANDONES LA OBRA DE TUS MANOS.

Te doy gracias, Señor, de  todo corazón;
porque escuchaste las  palabras de mi boca;
delante de los ángeles  tañeré para ti,
me postraré hacia tu  santuario. R.

Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu  lealtad,
porque tu promesa supera tu  fama.
Cuando te invoqué, me  escuchaste,
acreciste el valor en mi  alma. R.

El Señor es sublime, se fija  en el humilde,
y de lejos conoce al  soberbio.
Señor, tu misericordia es  eterna,
no abandones la obra de tus  manos. R.

LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 11, 33-36

¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!
En efecto, ¿quién conoció la mente del Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién le ha dado primero, para tener derecho a la recompensa?
Porque de él, por él y para él existe todo. A él la gloria por los siglos. Amén.
                                                                   Palabra de Dios.

ALELUYA Mt 16, 18

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.

+ LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 16, 13- 20

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
Ellos contestaron:
«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le respondió:
«¡ Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
                                                               Palabra del Señor.

NI SIQUIERA EL DEMONIO

Final del formulario
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.  Palabras de Jesús al que antes se llamaba Simón y que ahora llama “piedra” -o más bien “roca”.  Es San Pedro, el primer Papa.
¿Cómo fue este nombramiento?  Sucedió que un día Jesús interroga sus discípulos sobre quién creía la gente que era El, pero más que todo le interesaba saber quién creían ellos que El era.  Enseguida, Simón (Pedro),  salta de primero –como siempre- sin titubeos y responde con claridad:  “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt. 16, 13-20).
Hay que ubicarse en ese momento para podernos percatar lo que significaba esta declaración de Pedro.  Los Apóstoles habían presenciado el gran poder de Jesús a través de los milagros, pero en ningún momento Jesús les había dicho quién era El.  Y ahora les pide que sean ellos quienes lo identifiquen.  De allí el impacto de la declaración de Pedro.
Por eso es que el Señor le dice enseguida: “Dichoso tú, Simón, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los Cielos”.
Unos llegan a la Verdad como Pedro, porque Dios se la revela directamente.  Otros razonan.  Y no es que no se pueda razonar.  Pero para razonar hay que estar en una búsqueda sincera de la Verdad, no en una búsqueda de argumentos para contradecir la “verdadera” Verdad y poder seguir en lo que ahora ha dado por llamarse “la propia verdad”, que suele ser un error.
Continuemos con el relato.  Para entonces sonaba demasiado espectacular la frase de Jesús: “sobre esta Roca edificaré mi Iglesia”.  Al lado de Jesús sólo estaban los Apóstoles y otros cuantos seguidores.  Ninguno pudo medir el alcance de las palabras del Señor.  Pero el Señor sí.
Jesús habla de SU Iglesia como cosa que El iba a construir.  Y si es El Quien la iba a construir, será una obra divina y no humana.  Como humanas son todas las demás iglesias y religiones fundadas por hombres que no son Dios.  Y promete, además, que nadie -ni siquiera el Demonio- podrá destruir su obra.  ¡Y mira que han tratado de destruirla –desde dentro y desde fuera! Pero sigue bien en pie, a pesar de todo… 
Además da a Pedro un poder inmenso.  “Lo que ates en la tierra, quedará atado en el Cielo”, que equivale a decir: lo que decidas en la tierra, será decidido así en el Cielo.  Las decisiones que tomes, serán ratificadas por Mí.  Aprobación previa de parte mía en el Cielo a todo lo que decidas en la tierra sobre mi Iglesia.  No podía ser de otra manera: tal peso sobre Pedro y sobre todos los Papas después de él, tenía que contar con una asistencia especial.
Así ha querido Jesús edificar su Iglesia: con la presencia constante de su Espíritu Santo hasta el final, y dándole a Pedro -y a todos sus sucesores, los Papas- el poder de decidir aquí lo que El ratificará allá.
En un mundo tan racional como el nuestro, esto parece difícil de comprender y de aceptar.  Pero así es. Cristo fundó su Iglesia así.  Y prometió estar con ella hasta el final.  “Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo” (Mt. 28, 20).
La Iglesia Católica es la única Iglesia fundada por Dios mismo, pues viene de Jesucristo hasta nuestros días: viene directamente desde San Pedro, como el primer Papa, hasta nuestro Papa actual. 


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