lunes, 11 de diciembre de 2023

 

CELEBRAMOS LA NAVIDAD EN NUESTRA INSTITUCIÓN EDUCATIVA


 

I.                     DATOS INFORMATIVOS:

 

1.1. INSTITUCION EDUCATIVA     :           

1.2. DIRECTOR                                   :            

1.4. DOCENTES DE ÁREA                :           ARTE Y RELIGIÓN

1.5. FECHA                                           :            DICIEMBRE DEL 2023

 

 

II.                   JUSTIFICACIÒN:

 

Con el propósito de celebrar juntos como comunidad educativa las Fiestas Navideñas y recordar el momento histórico del nacimiento de Jesús y que los estudiantes de nuestra I.E. conozcan el verdadero significado de la Navidad, el encuentro con el Niño Jesús, hemos visto por conveniente realizar el presente proyecto navideño con la finalidad de inculcar en los niños, niñas, jóvenes y padres de familia el amor, la unión, la solidaridad y el espíritu navideño entre todos, así rescatar los principales valores de la navidad a través de la escenificación del nacimiento de Jesús y el canto de villancicos.

 

III.                 OBJETIVO GENERAL:

Promover y fortalecer el encuentro personal y comunitario con el Niño Jesús, con la comunidad educativa, en la vivencia de la solidaridad y el acompañamiento emocional y espiritual a los estudiantes de nuestra I.E.

 

IV.                OBJETIVOS ESPECÌFICOS:

-          Crear en la comunidad educativa un clima de fraternidad y comunión, promoviendo el encuentro con el Niño Jesús.

 

-          Contemplar a un Dios hecho Niño a través de la escenificación del Belén viviente y el canto de villancicos en los ambientes de nuestra I.E.

 

-          Apoyar la laboral pastoral que realizan las parroquias dentro de la UGEL Sánchez Carrión.

 

V.                  PROGRAMA DE ACCIÒN

FECHA

ACTIVIDADES

RESPONSABLES

 

 

Días antes

 

 

·      Preparación del Pesebre Navideño.

·      Recolección de Material para armar el Pesebre.

·      Ensayos para la escenificación del Belén viviente

 

 

Ø Docentes de primaria.

Ø Docentes de Arte y Religión

Ø Estudiantes

 

 

19 DE DCIEMBRE DEL 2023

·      Escenificación del Nacimiento de Jesús.

Personajes: Estudiantes de secundaria:

-          María: 

-          José 

-          Reyes magos: 

-          Angeles: 

-          Isabel: 

-          Pastores: 

-          Sacerdote: 

-          Herodes: 

-          Posaderos: 

-          Soldado: 

.

 

Docentes de Arte y de Religión.

 

Estudiantes de secundaria.

 

 

Canto de Villancicos

Estudiantes de primaria.

Estudiantes de  Secundaria

Feliz Navidad

 

fecha

 

martes, 5 de diciembre de 2023

 

ESCENIFICACIÓN DEL NACIMIENTO DE JESÚS

 

Narrador I: Hoy estamos recordando el hecho más grande de la Historia: Dios nace en nuestra tierra. Se hace Hombre.

ORACIÓN: DEL ANGELUS

Narrador II: El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José. Ella se llamaba María.

Narrador III: Llegó el Ángel hasta ella y le dijo:

Ángel Gabriel: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

Narrador I: María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y preguntaba que significaría tal saludo.

Ángel Gabriel: No temas María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás y darás a luz un hijo al que pondrás el nombre de Jesús. El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra. Tu hijo será llamado hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que no podía tener hijos se encuentra ya en su sexto mes de embarazo; porque para Dios nada es imposible.

María: Hágase en mí lo que has dicho.

Narrador II: María cree lo que el Ángel le ha dicho. Dios quiso nacer como nacemos todos los hombres. Cada niño que nace es vida de Dios.

Narrador III: José, el prometido de María, conoce la noticia. No comprende. Se extraña. Su corazón se debate en angustia, ama a María y no quiere dejarla. Y mientras piensa qué hacer se le aparece un Ángel del Señor y le dice:

Ángel Gabriel: José, no temas recibir a María como esposa tuya. Porque el hijo que está esperando es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús. Porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Narrador I: Por esos días, María visita a su prima Isabel. Entró a la casa de Zacarías, esposo de Isabel, y saludó.

María: La paz sea contigo Isabel.

Narrador II: Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó…

Isabel: Bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre. ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor?

María: Celebra todo mi ser la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en el Dios mi Salvador.

Canto del Magnificat

Narrador III: José busca a María y mantiene en su corazón el mensaje de Dios, ama a Jesús desde el seno de su Madre. Dios elige la pobreza, la sencillez de una pareja, dispuesta a ser fieles, para que se cumpla el mayor acontecimiento.

Narrador I: En aquellos tiempos, César Augusto, el emperador Romano, ordenó que se debía de hacer un censo para saber cuantas personas habían en su imperio.

Soldado romano:

Todos los habitantes del imperio deben ir a su ciudad de origen para inscribirse en el censo.

Narrador II: María y José también escucharon el mandato. Sólo les preocupaba el avanzado estado de María. Pero obedientes a la ley emprendieron un largo viaje desde Nazaret hasta Belén, de donde venía la familia de José.

 

(Se abre el telón y aparecen José caminando tirando del burrito donde va montada María)

(Colocar de fondo la canción "El Burrito Sabanero)

 

José: María, ¿estás muy cansada?

María: Si, un poquito. El camino a Belén es muy largo.

José: La noche se va acercando y debemos buscar posada.

María: Mira, aquí cerquita hay una posada, preguntemos si hay lugar para nosotros.

(María se queda junto al burrito y José llama a la puerta de la posada.)

Posadero: Buenas noches.

José: Buenas noches. Posadita por favor, pues venimos de un largo viaje y estamos muy, muy cansados.

Posada I: Lo siento, no me queda ni una cama. Por culpa del censo el pueblo está lleno de viajeros que buscan donde dormir.

José: Buenas noches, posadita por favor. mi esposa está embarazada.

Posada II: -- Lo siento, mi casa está llena, no puedo atenderlos.

José: Pero mi esposa está demasiado cansada: y está por nacer nuestro hijo.

Posadero: Lo siento, la posada está llena, pero espere, tengo un lugar donde descansa el ganado, si quieren pueden dormir en el establo. Es todo lo que les puedo ofrecer...

José: ¡Gracias, buen hombre! ¡María, ya tenemos donde dormir!

(Se dirigen al establo).

Posadero: No es mucho, pero el buey les dará calor.

(El posadero se va y el burrito se coloca junto al buey).

Narrador II: Cuando entró María, todo el establo comenzó a resplandecer y a brillar como si fuera el sol. Una nueva luz brillaba en la tierra. Dios se hizo hombre. Ya Jesús vive entre nosotros…

 

Canto: "Noche de Paz"

 

Narrador III: Mientras estaban en el establo, le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en el pesebre del buey.

José: ¡Qué bonito es nuestro hijo! ¿No es cierto, María?

María: Si, José. Ayúdame a taparlo, que tendrá frío.

 (Se escucha el villancico "Vamos Pastores Vamos")

Narrador I: Cerca del establo estaban unos pastores que cuidaban por turnos sus rebaños. Un ángel del Señor se les presentó y se asustaron.

(Sale el ángel y les habla a los pastores.)

Ángel: Tranquilícense, no tengan miedo, que les traigo una buena noticia, que lo será para todo el mundo: hoy, en Belén, ha nacido el salvador, que es el Mesías, el Señor. Lo reconocerán envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

(De cada lado salen más ángeles.)

Ángeles:

Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres que ama el Señor

(Se van los ángeles y se colocan al fondo del escenario mientras se escucha el villancico: Gloria a Dios en el cielo)

Narrador II: Los pastores se dicen unos a otros.

Pastores: ¡Vamos todos a Belén!

Coro de pastores: Si, vamos sin tardar.

Pastora:

¡Esperen!, que yo quiero llevarle un regalo a ese niño. (lleva un cordero)

Coro de pastores: Sí, llevémosle nuestros mejores regalos.

(Los pastores se acercan al portal y ponen los regalos en el suelo, debajo del pesebre.)

(La estrella se desliza sobre el portal y se para justo encima.)

Narrador III: Los ángeles guiaron a los pastores hasta donde estaba el niño Rey, el Salvador. Le ofrecieron con profundo amor lo que desde su pobreza cada uno podía ofrecer… todo en rededor se llenó de paz, dulzura y alegría.

CANTO: Noche de paz

Narrador I: Unos reyes del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.»

Narrador II: Al oírlo el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron:

Sacerdotes y escribas: “En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta”.

Narrador III: Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo:

Herodes: «Vayan y averigüen sobre ese niño; y cuando le encuentren, avísenme, para ir también yo a adorarle.»

Narrador I: Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y eh aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño.

(Aparecen Melchor, Gaspar y Baltasar.)

Melchor: Miren, la estrella se ha parado sobre ese establo.

Gaspar: ¡Vamos a acercarnos!

Baltasar: ¡Sí, vamos!

Narrador II: Al llegar al portal, se ponen de rodillas frente al niño.

Melchor

Yo te ofrezco oro, Rey de universo.

Gaspar

Yo te traigo incienso, Dios hecho niño.

Baltasar

Y yo te traigo mirra, Dios hecho hombre.

Narrador II: Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.

 

Canto: Esta noche Jesús ha nacido.

 

Final: Credo

sábado, 23 de septiembre de 2023

Domingo 25 del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Lecturas del Domingo 25º del Tiempo Ordinario - Ciclo A 
Primera Lectura 
Lectura del libro de Isaías (55, 6-9): 
Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor–. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes. Palabra de Dios 

Salmo Responsorial. Sal 144 
R/. Cerca está el Señor de los que lo invocan 
Día tras día, te bendeciré, Dios mío y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor y merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. R/. 
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R/. 
 El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente. R/. 

Segunda Lectura 
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1,20c-24.27a): 

Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo. Palabra de Dios 

+ Lectura del Santo Evangelio Según San Mateo (20,1-16): 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.» Palabra del Señor 

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS 

NO DESVIRTUAR LA BONDAD DE DIOS 

A lo largo de su trayectoria profética, Jesús insistió una y otra vez en comunicar su experiencia de Dios como “un misterio de bondad insondable” que rompe todos nuestros cálculos. Su mensaje es tan revolucionario que, después de veinte siglos, hay todavía cristianos que no se atreven a tomarlo en serio. Para contagiar a todos su experiencia de ese Dios Bueno, Jesús compara su actuación a la conducta sorprendente del señor de una viña. Hasta cinco veces sale él mismo en persona a contratar jornaleros para su viña. No parece preocuparle mucho su rendimiento en el trabajo. Lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo. Por eso mismo, al final de la jornada, no les paga ajustándose al trabajo realizado por cada grupo. Aunque su trabajo ha sido muy desigual, a todos les da “un denario”: sencillamente, lo que necesitaba cada día una familia campesina de Galilea para poder vivir. Cuando el portavoz del primer grupo protesta porque ha tratado a los últimos igual que a ellos, que han trabajado más que nadie, el señor de la viña le responde con estas palabras admirables: “¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno?”. ¿Me vas a impedir con tus cálculos mezquinos ser bueno con quienes necesitan su pan para cenar? ¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios, más que estar midiendo los méritos de las personas como lo haríamos nosotros, busca siempre responder desde su Bondad insondable a nuestra necesidad radical de salvación? Confieso que siento una pena inmensa cuando me encuentro con personas buenas que se imaginan a Dios dedicado a anotar cuidadosamente los pecados y los méritos de los humanos, para retribuir un día exactamente a cada uno según su merecido. ¿Es posible imaginar un ser más inhumano que alguien entregado a esto desde toda la eternidad? Creer en un Dios, Amigo incondicional, puede ser la experiencia más liberadora que se pueda imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y para morir. Por el contrario, vivir ante un Dios justiciero y amenazador puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona. Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su Bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús con trazos de un Dios justiciero tomados del Antiguo Testamento. Ante el Dios Bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es la confianza.
 
BONDAD ESCANDALOSA DE DIOS 

Probablemente era otoño y en los pueblos de Galilea se vivía intensamente la vendimia. Jesús veía en las plazas a quienes no tenían tierras propias, esperando a ser contratados para ganarse el sustento del día. ¿Cómo ayudar a esta pobre gente a intuir la bondad misteriosa de Dios hacia todos? Jesús les contó una parábola sorprendente. Les habló de un señor que contrató a todos los jornaleros que pudo. Él mismo fue a la plaza del pueblo una y otra vez, a horas diferentes. Al final de la jornada, aunque el trabajo había sido absolutamente desigual, a todos les dio un denario: lo que su familia necesitaba para vivir. El primer grupo protesta. No se quejan de recibir más o menos dinero. Lo que les ofende es que el señor «ha tratado a los últimos igual que a nosotros». La respuesta del señor al que hace de portavoz es admirable: «¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?». La parábola es tan revolucionaria que seguramente después de veinte siglos no nos atrevemos todavía a tomarla en serio. ¿Será verdad que Dios es bueno incluso con aquellos que apenas pueden presentarse ante él con méritos y obras? ¿Será verdad que en su corazón de Padre no hay privilegios basados en el trabajo más o menos meritorio de quienes han trabajado en su viña? Todos nuestros esquemas se tambalean cuando hace su aparición el amor libre e insondable de Dios. Por eso nos resulta escandaloso que Jesús parezca olvidarse de los «piadosos», cargados de méritos, y se acerque precisamente a los que no tienen derecho a recompensa alguna por parte de Dios: pecadores que no observan la Alianza o prostitutas que no tienen acceso al templo. Nosotros nos encerramos a veces en nuestros cálculos, sin dejarle a Dios ser bueno con todos. No toleramos su bondad infinita hacia todos: hay personas que no se lo merecen. Nos parece que Dios tendría que dar a cada uno su merecido, y solo su merecido. Menos mal que Dios no es como nosotros. Desde su corazón de Padre, él sabe regalar también su amor salvador a esas personas a las que nosotros no sabemos amar.

domingo, 17 de septiembre de 2023

La Virgen de los Dolores

Santoral del 15 de septiembre: día de Nuestra Señora de los Dolores, advocación de María y los sufrimientos de su vida. de septiembre: día de Nuestra Señora: ACI Prensa, Iglesia Esta celebración invita, al igual que la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre), a meditar sobre el misterio del dolor que une las vidas de María y de Jesucristo. La devoción a la Virgen de los Dolores (también conocida como La Dolorosa) habría comenzado con la propia Iglesia Católica cuando Pedro comenzó a edificarla “desde la primera piedra”. Sin embargo, recién cobró forma en 1239, en Florencia, gracias a los frailes de la Orden Siervos de María, quienes propusieron celebrarla el 15 de septiembre. Durante los siglos siguientes, a pesar de esta petición, era común que la fiesta fuera los Viernes de Dolores (el viernes anterior al Domingo de Ramos), tal como lo confirmó el papa Benedicto XIII en 1472. Recién en 1814 el papa Pío VII aceptó la fecha sugerida por los frailes, y el día de Nuestra Señora de los Dolores comenzó a celebrarse los 15 de septiembre. Es probable que haya sido la propia Virgen María quien haya solicitado la celebración. Ante Santa Brígida de Suecia le habría dicho: “Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, pero hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos... Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios”. A través de Santa Brígida, prometió conceder siete gracias a las almas que la honren y la acompañen todos los días mediante el rezo de siete Avemarías. Los siete dolores de María Cómo es sabido, la madre de Jesús, elegida por Dios para concebir a su hijo, es una de las vidas más celebradas y veneradas en el cristianismo desde sus orígenes. Estos son los 7 grandes dolores de María que se señalan en toda la escritura cristiana. 1. La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús. Luego de bendecir a la Sagrada Familia, el profeta dijo: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción y a ti misma una espada te atravesará el corazón” (Lc. 2.34-35). 2. La huida a Egipto con Jesús y José. Recuerda el gran dolor que sintió María cuando tuvo que huir de Egipto junto a su pequeño hijo y a su esposo. 3. La pérdida de Jesús. Representa el momento cuando María buscó a su hijo durante tres días, angustiada por lo que le podría haber ocurrido. 4. El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario. En la Vía Dolorosa María ve cómo su hijo es castigado a latigazos mientras arrastra la Cruz. 5. La crucifixión y agonía de Jesús. Es el momento cuando colocan a su hijo en la Cruz poniéndole clavos en los pies y las manos. “Junto a la Cruz de Jesús estaba su Madre” (Jn. 19.25). 6. Recibir en brazos a Jesús, ya muerto. María recibe al cuerpo de su hijo, cubierto de sangre lastimado por heridas profundas. 7. El entierro de Jesús y la soledad de María. Jesucristo llevó su humillación hasta el final. Y aunque al tercer día, María supo que iba a resucitar, el trance de la muerte fue real.

La impresión de las llagas de San Francisco de Asís

 CONSIDERACIÓN III

Aparición del serafín
e impresión de las llagas a San Francisco

En cuanto a la tercera consideración, que es la de la aparición del serafín y de la impresión de las llagas, se ha de considerar que, estando próxima la fiesta de la cruz de septiembre (1), fue una noche el hermano León, a la hora acostumbrada, para rezar los maitines con San Francisco. Lo mismo que otras veces, dijo desde el extremo de la pasarela: Domine, labia mea aperies, y San Francisco no respondió. El hermano León no se volvió atrás, como San Francisco se lo tenía ordenado, sino que, con buena y santa intención, pasó y entró suavemente en su celda; no encontrándolo, pensó que estaría en oración en algún lugar del bosque. Salió fuera, y fue buscando sigilosamente por el bosque a la luz de la luna. Por fin oyó la voz de San Francisco, y, acercándose, lo halló arrodillado, con el rostro y las manos levantadas hacia el cielo, mientras decía lleno de fervor de espíritu:

-- ¿Quién eres tú, dulcísimo Dios mío? Y ¿quién soy yo, gusano vilísimo e inútil siervo tuyo?

Y repetía siempre las mismas palabras, sin decir otra cosa. El hermano León, fuertemente sorprendido de lo que veía, levantó los ojos y miró hacia el cielo; y, mientras estaba mirando, vio bajar del cielo un haz de luz bellísima y deslumbrante, que vino a posarse sobre la cabeza de San Francisco; y oyó que de la llama luminosa salía una voz que hablaba con San Francisco; pero el hermano León no entendía lo que hablaba. Al ver esto, y reputándose indigno de estar tan cerca de aquel santo sitio donde tenía lugar la aparición y temiendo, por otra parte, ofender a San Francisco o estorbarle en su consolación si se daba cuenta, se fue retirando poco a poco sin hacer ruido, y desde lejos esperó hasta ver el final. Y, mirando con atención, vio cómo San Francisco extendía por tres veces las manos hacia la llama; finalmente, al cabo de un buen rato, vio cómo la llama volvía al cielo.

Marchóse entonces, seguro y alegre por lo que había visto, y se encaminó a su celda. Como iba descuidado, San Francisco oyó el ruido que producían sus pies en las hojas del suelo, y le mandó que le esperase y no se moviese. El hermano León obedeció y se estuvo quieto esperándole; tan sobrecogido de miedo, que, como él lo refirió después a los compañeros, en aquel momento hubiera preferido que lo tragara la tierra antes que esperar a San Francisco, por pensar que estaría incomodado contra él; porque ponía sumo cuidado en no ofender a tan buen padre, no fuera que, por su culpa, San Francisco le privase de su compañía. Cuando estuvo cerca San Francisco, le preguntó:

-- ¿Quién eres tú?

-- Yo soy el hermano León, Padre mío -respondió temblando de pies a cabeza.

-- Y ¿por qué has venido aquí, hermano ovejuela? -prosiguió San Francisco-. ¿No te tengo dicho que no andes observándome? Te mando, por santa obediencia, que me digas si has visto u oído algo.

El hermano León respondió:

-- Padre, yo te he oído hablar y decir varias veces: «¿Quién eres tú, dulcísimo Dios mío?» y «¿Quién soy yo, gusano vilísimo e inútil siervo tuyo?»

Cayendo entonces de rodillas el hermano León a los pies de San Francisco, se reconoció culpable de desobediencia contra la orden recibida y le pidió perdón con muchas lágrimas. Y en seguida le rogó devotamente que le explicara aquellas palabras que él había oído y le dijera las otras que no había entendido.

Entonces, San Francisco, en vista de que Dios había revelado o concedido al humilde hermano León, por su sencillez y candor, ver algunas cosas, condescendió en manifestarle y explicarle lo que pedía, y le habló así:

-- Has de saber, hermano ovejuela de Jesucristo, que, cuando yo decía las palabras que tú escuchaste, mi alma era iluminada con dos luces: una me daba la noticia y el conocimiento del Creador, la otra me daba el conocimiento de mí mismo. Cuando yo decía: «¿Quién eres tú, dulcísimo Dios mío?», me hallaba invadido por una luz de contemplación, en la cual yo veía el abismo de la infinita bondad, sabiduría y omnipotencia de Dios. Y cuando yo decía: «¿Quién soy yo», etc.?, la otra luz de contemplación me hacía ver el fondo deplorable de mi vileza y miseria. Por eso decía: «¿Quién eres tú, Señor de infinita bondad, sabiduría y omnipotencia, que te dignas visitarme a mí, que soy un gusano vil y abominable?» En aquella llama que viste estaba Dios, que me hablaba bajo aquella forma, como había hablado antiguamente a Moisés. Y, entre otras cosas que me dijo, me pidió que le ofreciese tres dones; yo le respondí: «Señor mío, yo soy todo tuyo. Tú sabes bien que no tengo otra cosa que el hábito, la cuerda y los calzones, y aun estas tres cosas son tuyas; ¿qué es lo que puedo, pues, ofrecer o dar a tu majestad?» Entonces Dios me dijo: «Busca en tu seno y ofréceme lo que encuentres». Busqué, y hallé una bola de oro, y se la ofrecí a Dios; hice lo mismo por tres veces, pues Dios me lo mandó tres veces; y después me arrodillé tres veces, bendiciendo y dando gracias a Dios, que me había dado alguna cosa que ofrecerle. En seguida se me dio a entender que aquellos tres dones significaban la santa obediencia, la altísima pobreza y la resplandeciente castidad, que Dios, por gracia suya, me ha concedido observar tan perfectamente, que nada me reprende la conciencia. Y así como tú me veías meter la mano en el seno y ofrecer a Dios estas tres virtudes, significadas por aquellas tres bolas de oro que me había puesto Dios en el seno, así me ha dado Dios tal virtud en el alma, que no ceso de alabarle y glorificarle con el corazón y con la boca por todos los bienes y todas las gracias que me ha concedido. Estas son las palabras que has oído y aquel elevar las manos por tres veces que has visto. Pero guárdate bien, hermano ovejuela, de seguir espiándome; vuélvete a tu celda con la bendición de Dios. Y ten buen cuidado de mí, porque, dentro de pocos días, Dios va a realizar cosas tan grandes y maravillosas sobre esta montaña, que todo el mundo se admirará; cosas nuevas que Él nunca ha hecho con creatura alguna en este mundo.

Dicho esto, se hizo traer el libro de los evangelios, pues Dios le había sugerido interiormente que, al abrir por tres veces el libro de los evangelios, le sería mostrado lo que Dios quería obrar en él. Traído el libro, San Francisco se postró en oración; cuando hubo orado, se hizo abrir tres veces el libro, por mano del hermano León, en el nombre de la Santísima Trinidad; y plugo a la divina voluntad que las tres veces se le pusiese delante la pasión de Cristo. Con ello se le dio a entender que como había seguido a Cristo en los actos de la vida, así le debía seguir y conformarse a él en las aflicciones y dolores de la pasión antes de dejar esta vida (2).

A partir de aquel momento comenzó San Francisco a gustar y sentir con mayor abundancia la dulzura de la divina contemplación y de las visitas divinas. Entre éstas tuvo una que fue como la preparación inmediata a la impresión de las llagas, y fue de este modo: El día que precede a la fiesta de la Cruz de septiembre, hallándose San Francisco en oración recogido en su celda, se le apareció el ángel de Dios y le dijo de parte de Dios:

-- Vengo a confortarte y a avisarte que te prepares y dispongas con humildad y paciencia para recibir lo que Dios quiera hacer en ti.

Respondió San Francisco:

-- Estoy preparado para soportar pacientemente todo lo que mi Señor quiera de mí.

Dicho esto, el ángel desapareció.

Llegó el día siguiente, o sea, el de la fiesta de la Cruz (3), y San Francisco muy de mañana, antes de amanecer, se postró en oración delante de la puerta de su celda, con el rostro vuelto hacia el oriente; y oraba de este modo:

-- Señor mío Jesucristo, dos gracias te pido me concedas antes de mi muerte: la primera, que yo experimente en vida, en el alma y en el cuerpo, aquel dolor que tú, dulce Jesús, soportaste en la hora de tu acerbísima pasión; la segunda, que yo experimente en mi corazón, en la medida posible, aquel amor sin medida en que tú, Hijo de Dios, ardías cuando te ofreciste a sufrir tantos padecimientos por nosotros pecadores.

Y, permaneciendo por largo tiempo en esta plegaria, entendió que Dios le escucharía y que, en cuanto es posible a una pura creatura, le sería concedido en breve experimentar dichas cosas.

Animado con esta promesa, comenzó San Francisco a contemplar con gran devoción la pasión de Cristo y su infinita caridad. Y crecía tanto en él el fervor de la devoción, que se transformaba totalmente en Jesús por el amor y por la compasión. Estando así inflamado en esta contemplación, aquella misma mañana vio bajar del cielo un serafín con seis alas de fuego resplandecientes. El serafín se acercó a San Francisco en raudo vuelo tan próximo, que él podía observarlo bien: vio claramente que presentaba la imagen de un hombre crucificado y que las alas estaban dispuestas de tal manera, que dos de ellas se extendían sobre la cabeza, dos se desplegaban para volar y las otras dos cubrían todo el cuerpo.

Ante tal visión, San Francisco quedó fuertemente turbado, al mismo tiempo que lleno de alegría, mezclada de dolor y de admiración. Sentía grandísima alegría ante el gracioso aspecto de Cristo, que se le aparecía con tanta familiaridad y que le miraba tan amorosamente; pero, por otro lado, al verlo clavado en la cruz, experimentaba desmedido dolor de compasión. Luego, no cabía de admiración ante una visión tan estupenda e insólita, pues sabía muy bien que la debilidad de la pasión no dice bien con la inmortalidad de un espíritu seráfico. Absorto en esta admiración, le reveló el que se le aparecía que, por disposición divina, le era mostrada la visión en aquella forma para que entendiese que no por martirio corporal, sino por incendio espiritual, había de quedar él totalmente transformado en expresa semejanza de Cristo crucificado (4).

Durante esta admirable aparición parecía que todo el monte Alverna estuviera ardiendo entre llamas resplandecientes, que iluminaban todos los montes y los valles del contorno como si el sol brillara sobre la tierra. Así, los pastores que velaban en aquella comarca, al ver el monte en llamas y semejante resplandor en torno, tuvieron muchísimo miedo, como ellos lo refirieron después a los hermanos, y afirmaban que aquella llama había permanecido sobre el monte Alverna una hora o más. Asimismo, al resplandor de esa luz, que penetraba por las ventanas de las casas de la comarca, algunos arrieros que iban a la Romaña se levantaron, creyendo que ya había salido el sol, ensillaron y cargaron sus bestias, y, cuando ya iban de camino, vieron que desaparecía dicha luz y nacía el sol natural.

En esa aparición seráfica, Cristo, que era quien se aparecía, habló a San Francisco de ciertas cosas secretas y sublimes, que San Francisco jamás quiso manifestar a nadie en vida, pero después de su muerte las reveló, como se verá más adelante. Y las palabras fueron éstas:

-- ¿Sabes tú -dijo Cristo- lo que yo he hecho? Te he hecho el don de las llagas, que son las señales de mi pasión, para que tú seas mi portaestandarte (5). Y así como yo el día de mi muerte bajé al limbo y saqué de él a todas las almas que encontré allí en virtud de estas mis llagas, de la misma manera te concedo que cada año, el día de tu muerte, vayas al purgatorio y saques de él, por la virtud de tus llagas, a todas las almas que encuentres allí de tus tres Ordenes, o sea, de los menores, de las monjas y de los continentes (6), y también las de otros que hayan sido muy devotos tuyos, y las lleves a la gloria del paraíso, a fin de que seas conforme a mí en la muerte como lo has sido en la vida.

Cuando desapareció esta visión admirable, después de largo espacio de tiempo y de secreto coloquio, dejó en el corazón de San Francisco un ardor desbordante y una llama de amor divino, y en su carne, la maravillosa imagen y huella de la pasión de Cristo. Porque al punto comenzaron a aparecer en las manos y en los pies de San Francisco las señales de los clavos, de la misma manera que él las había visto en el cuerpo de Jesús crucificado, que se le apareció bajo la figura de un serafín. Sus manos y sus pies aparecían, en efecto, clavados en la mitad con clavos, cuyas cabezas, sobresaliendo de la piel, se hallaban en las palmas de las manos y en los empeines de los pies, y cuyas puntas asomaban en el dorso de las manos y en las plantas de los pies, retorcidas y remachadas de tal forma, que por debajo del remache, que sobresalía todo de la carne, se hubiera podido introducir fácilmente el dedo de la mano, como en un anillo. Las cabezas de los clavos eran redondas y negras.

Asimismo, en el costado derecho aparecía una herida de lanza, sin cicatrizar, roja y ensangrentada, que más tarde echaba con frecuencia sangre del santo pecho de San Francisco, ensangrentándole la túnica y los calzones. Lo advirtieron los compañeros antes de saberlo de él mismo, observando cómo no descubría las manos ni los pies y que no podía asentar en tierra las plantas de los pies, y cuando, al lavarle la túnica y los calzones, los hallaban ensangrentados; llegaron, pues, a convencerse de que en las manos, en los pies y en el costado llevaba claramente impresa la imagen y la semejanza de Cristo crucificado.

Y por mucho que él anduviera cuidadoso de ocultar y disimular esas llagas gloriosas, tan patentemente impresas en su carne, viendo, por otra parte, que con dificultad podía encubrirlas a los compañeros sus familiares, mas temiendo publicar los secretos de Dios, estuvo muy perplejo sobre si debía manifestar o no la visión seráfica y la impresión de las llagas. Por fin, acosado por la conciencia, llamó junto a sí a algunos hermanos de más confianza, les propuso la duda en términos generales, sin mencionar el hecho, y les pidió su consejo. Entre ellos había uno de gran santidad, de nombre hermano Iluminado (7); éste, verdaderamente iluminado por Dios, sospechando que San Francisco debía de haber visto cosas maravillosas, le respondió:

-- Hermano Francisco, debes saber que, si Dios te muestra alguna vez sus sagrados secretos, no es para ti sólo, sino también para los demás; tienes, pues, motivo para temer que, si tienes oculto lo que Dios te ha manifestado para utilidad de los demás, te hagas merecedor de reprensión.

Entonces, San Francisco, movido por estas palabras, les refirió, con grandísima repugnancia, la sobredicha visión punto por punto, añadiendo que Cristo durante la aparición le había dicho ciertas cosas que él no manifestaría jamás mientras viviera (8).

Si bien aquellas llagas santísimas, por haberle sido impresas por Cristo, eran causa de grandísima alegría para su corazón, con todo le producían dolores intolerables en su carne y en los sentidos corporales. Por ello, forzado de la necesidad, escogió al hermano León, el más sencillo y el más puro de todos, para confiarle su secreto; a él le dejaba ver y tocar sus santas llagas y vendárselas con lienzos para calmar el dolor y recoger la sangre que brotaba y corría de ellas. Cuando estaba enfermo, se dejaba cambiar con frecuencia las vendas, aun cada día, excepto desde la tarde del jueves hasta la mañana del sábado, porque no quería que le fuese mitigado con ningún remedio humano ni medicina el dolor de la pasión de Cristo que llevaba en su cuerpo durante todo ese tiempo en que nuestro Señor Jesucristo había sido, por nosotros, preso, crucificado, muerto y sepultado. Sucedió alguna vez que, cuando el hermano León le cambiaba la venda de la llaga del costado, San Francisco, por la violencia del dolor al despegarse el lienzo ensangrentado, puso la mano en el pecho del hermano León; al contacto de aquellas manos sagradas, el hermano León sintió tal dulzura, que faltó poco para que cayera en tierra desvanecido.

Finalmente, por lo que hace a esta tercera consideración, cuando terminó San Francisco la cuaresma de San Miguel Arcángel, se dispuso, por divina inspiración, a regresar a Santa María de los Ángeles. Llamó, pues, a los hermanos Maseo y Ángel y, después de muchas palabras y santas enseñanzas, les recomendó aquel monte santo con todo el encarecimiento que pudo, diciéndoles que le convenía volver, juntamente con el hermano León, a Santa María de los Ángeles. Dicho esto, se despidió de ellos, los bendijo en nombre de Jesucristo crucificado y, condescendiendo con sus ruegos, les tendió sus santísimas manos, adornadas de las gloriosas llagas, para que las vieran, tocaran y besaran. Dejándolos así consolados, se despidió de ellos y emprendió el descenso de la montaña santa (9).

En alabanza de Cristo. Amén.

  CELEBRAMOS LA NAVIDAD EN NUESTRA INSTITUCIÓN EDUCATIVA   I.                      DATOS INFORMATIVOS:   1.1. INSTITUCION EDUCATI...