miércoles, 21 de mayo de 2008

Adoración Eucarística


1. MONICIÓN
Hoy, en el triduo de preparación para la fiesta del Corpus Christi, celebraremos la Eucaristia, donde participamos plenamente del don que Cristo Jesús nos hace de sí mismo. El ha querido ser nuestro alimento para el camino.
Pero ahora vamos a dedicar nuestra oración a meditar en ese don de Cristo y alabarle por lo que la Eucaristía significa en nuestras vidas. Dispongámonos con fe y alegría a escuchar la Palabra de Dios y a cantarle nuestras alabanzas.

2. HIMNO: EL SEÑOR NOS DA SU AMOR
El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. El nos guía como estrella en la inmensa oscuridad. Al partir juntos el pan, él nos llena de su amor Pan de Dios, el pan comamos de amistad. ES MI CUERPO, TOMAD Y COMED ES MI SANGRE, TOMAD Y BEBED PORQUE YO SOY VIDA, YO SOY AMOR OH SEÑOR, NOS REUNIREMOS EN TU AMOR. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. Como todos sus amigos trabajaba en Nazaret, carpintero se alegró, trabajando en su taller: con sus manos Cristo obrero trabajó.

3. ORACION INICIAL
Señor Jesús que en la Ultima Cena perpetuaste para toda tu Iglesia el sacramento que le da vida, unidad y mandaste a tus apóstoles celebrar el memorial para continuar tu redención al mundo; te pedimos concedas a tu iglesia; una renovación en nuestra fe, la profundización de estos misterios, y las fuerzas apostólicas de los primeros cristianos para la evangelización de nuestra Arquidiócesis. María madre Eucarística acompáñanos en nuestro caminar. AMEN.

Salmo
Monición: Si Dios salvó a Israel de la esclavitud, como canta este salmo 80 que ahora rezaremos, nosotros tenemos mas motivos de alegría, porque Cristo Jesús no sólo quiso morir en la cruz para salvarnos, sino que en la Eucaristía nos comunica su salvación y su misma vida. Aclamemos, pues, con fuerza al Señor, porque El «nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre»: porque en la Eucaristía nos da el alimento de la vida eterna.

Salmo 80: R. Aclamad a Dios, nuestra fuerza
Aclamad a Dios, nuestra fuerza; dad vítores al Dios de Jacob: R.
acompañad, tocad los panderos, las cítaras templadas y las arpas; tocad la trompeta por la luna nueva, por la luna llena, que es nuestra fiesta. R.
Porque es una ley de Israel, un precepto del Dios de Jacob, una norma establecida para José al salir de la tierra de Egipto. R.
Oigo un lenguaje desconocido: «Retiré sus hombros de la carga, y sus manos dejaron la espuerta. R.
Clamaste en la aflicción, y te libré, te respondí oculto entre los truenos, te puse a prueba junto a la fuente de Meribá. R.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; ¡ojalá me escuchases, Israel!R.
No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor, Dios tuyo, que te saqué del país de Egipto; abre la boca que te la llene». R.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos. R.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino!: en un momento humillaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios; R.
los que aborrecen al Señor te adularían, y su suerte quedaría fijada; te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel silvestre. R.

Oración sálmica:
Nuestros mejores cantos para ti, Señor, porque nos has mostrado continuamente tu misericordia, liberándonos de la esclavitud y retirando de nuestros hombros la carga. Y a pesar de que tantas veces hemos adorado a ídolos falsos, tú nos ofreces siempre de nuevo tu alianza. Sigue siendo, Señor, nuestro Dios y Salvador, para que, venciendo con tu ayuda las tentaciones del camino, podamos llegar a gozar eternamente contigo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Primera Carta de San Pablo a los Corintios 11,17-34

Y ya que les hago esta advertencia, no puedo felicitarlos por sus reuniones, que en lugar de beneficiarlos, los perjudican. Ante todo, porque he oído decir que cuando celebran sus asambleas, hay divisiones entre ustedes, y en parte lo creo. Sin embargo, es preciso que se formen partidos entre ustedes, para que se pongan de manifiesto los que tienen verdadera virtud.
Cuando se reúnen, lo que menos hacen es comer la Cena del Señor, porque apenas se sientan a la mesa, cada uno se apresura a comer su propia comida, y mientras uno pasa hambre, el otro se pone ebrio. ¿Acaso no tienen sus casas para comer y beber? ¿O tan poco aprecio tienen a la Iglesia de Dios, que quieren hacer pasar vergüenza a los que no tienen nada? ¿Qué les diré? ¿Los voy a alabar? En esto, no puedo alabarlos.
Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía».
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva. Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa; porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación. Por eso, entre ustedes hay muchos enfermos y débiles, y son muchos los que han muerto.
Si nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos condenados.
Pero el Señor nos juzga y nos corrige para que no seamos condenados con el mundo.
Así, hermanos, cuando se reúnan para participar de la Cena, espérense unos a otros. Y si alguien tiene hambre, que coma en su casa, para que sus asambleas no sean motivo de condenación. Lo demás lo arreglaré cuando vaya.

Meditación
Dijo el Señor: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».
Ha venido Cristo a la tierra para dar. Para darlo todo. Para no conformarse con habernos redimido, dando hasta la última gota de su Sangre, sino que ya, antes de hacer esto, pensó en quedarse para siempre entre nosotros.
Una locura de amor, la de su permanencia en la Eucaristía, que presenciamos casi siempre indiferentes, o quizá impresionados, pero quizás nunca con esa verdadera consciencia de que Cristo se nos da, se nos queda. Se nos entrega de una manera real, efectiva, concreta, personalísima. ¿A quien se da Cristo en la Eucaristía? A ti, a mí, a todos. A los que vamos a recibirle, y a los que no van. A los que quizá durante el día lo visitamos y a los que pasan por los templos sin acordarse de que Cristo está en el Sagrario. Cristo se queda para todos, y a la merced de todos. En los Sagrarios muy limpios, muy atendidos, muy cuidados y también, en los de esos otros lugares en que sólo se abre el Sagrario el I domingo, o cada mes, o después de más tiempo; en nuestras regiones y en el mundo entero. En ambientes de paz y de lucha. Entre corazones que lo desean tener y entre quienes no lo desean ni lo aprecian. En templos donde tiene el lugar preferente y donde parece arrinconado.
Corazón grande el de Cristo ... Paciencia inmensa la de Cristo ... Amor sin medida el de Cristo ...
Ante su Corazón grande no podemos permitir que nuestro corazón se nos achique. No podemos conformarnos con amar sólo nosotros. Hay que agrandar el corazón. Hacerlo universal plantearnos la realidad eucarística en el mundo entero, y al mundo entero llegar con nuestra oración, con nuestro sacrificio, con nuestro apostolado: llevando con nuestras palabras y nuestras obras el amor a la Eucaristía. El amor de hijos de Dios y el amor de conocimiento teológico de lo que es la Eucaristía y en que fundamentos se debe apoyar nuestra veneración y adoración.
***
Ante la paciencia de Cristo callado en tantos Sagrarios no cabe que nuestra labor sea ligera, superficial, sino que es preciso que sea consciente. Persona a persona. Paso a paso. Sin criticar frialdades, sino supliendo con mayor amor. Sin criticar faltas de delicadeza. sino teniendo delicadezas en todo instante. Sin atacar a las personas, pero luchando para que el amor a Cristo sacramentado crezca y se desarrolle a nuestro lado. Hay que hacer una campaña de compañía a los Sagrarios abandonados.
Ante el inmenso amor de Cristo, el amor nuestro no puede darse a gotas. Se tiene que dar entero. Hemos de ser antes que apóstoles de la Eucaristía, entusiastas de Cristo Sacramentado.
Las comuniones espirituales, las jaculatorias, los actos de desagravio tienen que ser para nosotros como la respiración del alma. Y al tener a Dios, al recibirlo, hemos de procurar no dejarlo sólo en el alma y ... dejarlo actuar en nosotros y por medio de nosotros. Dos cosas difíciles pero posibles si nos proponemos amar con obras, amar de verdad y amar mucho.

Oración litánica al Señor eucarístico
Por medio de Jesucristo presente ante nosotros en su altar y hecho pan y alimento de nuestras almas, presentemos al Padre nuestra oración.
"Tu eres, Señor, el Pan de Vida"

* Cristo Jesús, que en tu última cena nos dejaste como sacramento tu Cuerpo y tu Sangre para la vida del mundo reunidos hoy en oración en torno a ti, te invocamos: R/.

* Cristo Jesús, que nos mandaste celebrar la Eucaristía como memorial de tu muerte salvadora: has que los que la celebremos participemos siempre con fe y amor de los frutos de tu Pascua: R/.

* Cristo Jesús, único y Sumo Sacerdote ... que encomendaste a tus sacerdotes celebrar tus santos misterios: ayúdales a manifestar siempre en su vida lo que celebran en el sacramento: R/.

* Cristo Jesús, que nos reúnes en un solo cuerpo, el cuerpo de la Iglesia a cuantos nos alimentamos de un mismo pan, que eres tú: aumenta en nuestra comunidad la concordia y la paz: R/.

* Cristo Jesús, que te has querido dar para nosotros como alimento para nuestro camino y como medicina de inmortalidad: danos fuerza para luchar contra el mal y a no desfallecer en nuestro testimonio de vida cristiana: R/.

* Cristo Jesús, que nos has dicho: " Donde dos o más estén reunidos en mi nombre", hoy que estamos en tu presencia concédenos la gracia de profundizar en el misterio de tu Cuerpo y Sangre y renovados en nuestra fe salgamos a proclamarte ante todos los hombres/. R/.

* Cristo Jesús, que dijiste: "Quien me como tendrá vida eterna, yo le resucitaré en el último día": haz partícipes de tu vida y de tu gloria a nuestros hermanos difuntos: R/.

Oración conclusiva
Señor Jesucristo que, en este sacramento admirable, nos dejaste el memorial de tu Pasión. Te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Bendición +

Alabanzas.

- Bendito sea Dios
- Bendito sea su santo Nombre
- Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
- Bendito sea el nombre de Jesús
- Bendito sea su sacratísimo corazón.
- Bendita sea su preciosísima sangre.
- Bendito sea Jesús en el Santísimo sacramento del altar.
- Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito
- Bendita sea la excelsa Madre de Dios María Santísima
- Bendita sea su Santa e Inmaculada concepción.
- Bendita sea su gloriosa asunción
- Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre
- Bendito sea San José su castísimo esposo
- Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos. Amén.

Canción final: Tú reinarás
Tú reinarás, este es el grito
que ardiente exhala nuestra fe.
Tú reinarás, ¡oh Rey bendito!
pues Tú dijiste: ¡Reinaré!
Reine Jesús por siempre,
reine su corazón,
*en nuestra patria, en nuestro suelo,
que es de María la nación. (bis)
Tú reinarás, toda la vida,
trabajaremos con gran fe,
en realizar y ver cumplida

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