sábado, 26 de julio de 2008

Domingo XVII del Tiempo Ordinario - A-


"Pediste discernimiento"

Lectura del primer libro de los Reyes 3, 5. 7-12

En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo:
“Pídeme lo que quieras”.
Respondió Salomón:
“Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo:
“Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te concederé lo que me has pedido: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.
                                                                      Palabra de Dios. 


Salmo 118
R.- ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!

Mi herencia es el Señor; he resuelto guardar tus palabras. Más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata. R.-
Que tu bondad me consuele, según la promesa hecha a tu siervo; cuando me alcance tu compasión, viviré, y mis delicias serán tu voluntad. R.-
Yo amo tus mandatos más que el oro purísimo; por eso aprecio tus decretos y detesto el camino de la mentira. R.-
Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma; la explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes. R.-

Nos predestinó a ser imagen de su Hijo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 28-30
Hermanos:
Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
                                                                       Palabra de Dios. 

Vende todo lo que tiene y compra el campo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 44- 52

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
“El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que se echa al mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la sacan a la orilla y, sentándose, recogen en canastos los buenos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entienden bien todo esto?
Ellos le contestaron:
“Sí”.
Él les dijo:
“Ya ven, un maestro de la ley que entiende del reino de los cielos, se parece a un dueño de casa que va sacando de sus tesoros lo nuevo y lo antiguo”.

                                                                          Palabra del Señor. 


CRISTO ES NUESTRO TESORO
Las dos imágenes que utiliza Jesús encajan en la sensibilidad del hombre actual. ¿A quién no le gusta hacer buenos negocios? ¿Aprovechar algún "dato", alguna información que permita "ganar unos soles"? Todos estamos "zambullidos" en el mundo de la economía: unos porque "tienen" y quieren tener más; otros, la mayoría, porque no tienen ni siquiera lo necesario. Ayer como hoy, existen personas que esperan "salvarse económicamente” con algún hallazgo o negocio fuera de lo común.
Tanto el campesino como el comerciante de perlas, hecho el descubrimiento, no dudan en venderlo todo para asegurarse el hallazgo. Sabían que estaban ante algo "superior", inigualable, único y, en consecuencia, se desprenden de todo para asegurarse el negocio. Jesús quiere estimular en nosotros esa misma alegría y decisión.
El Reino de los Cielos que trajo Jesús es un tesoro; más aún el "único tesoro", la única realidad verdaderamente insustituible. Tanto es así, que el hombre que lo posee, tiene todo, aunque no tenga nada; mientras que, quien no lo ha descubierto, no tiene nada, aun cuando posea el mundo entero. Todos corremos el riesgo de que el tesoro del Reino ponderado por Jesús quede "escondido", mientras nos entretenemos con otras "inversiones" que nos dejan y nos dejarán insatisfechos. Cuando uno descubre el ideal cristiano de la vida, no se explica la mediocridad, la falta de entusiasmo y la opinión de tantas personas, incluso entre las que asisten a misa, ante el tesoro del Reino. ¡Necesitamos reencontrarnos con Cristo! El es el tesoro escondido, la perla preciosa, el máximo valor, el hombre ideal, el único que puede dar sentido y consistencia a nuestra vida. Para quien decide buscar este tesoro y esta perla, lo principal no es lo que se deja, sino lo que se encuentra. Un cristiano, un explorador del Reino, no es un triste despojado de goces transitorios y de bienes que añora; es alguien cuyo corazón ha sido cautivado por Jesucristo y ha encontrado en Él, el sentido total de su existencia.

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