miércoles, 9 de julio de 2008

Domingo XV del Tiempo Ordinario - A-


Lectura del libro de Isaías 55, 10-11
Así dice el Señor: “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”.       Palabra de Dios. 


SALMO 64 
R.- LA SEMILLA CAYÓ EN TIERRA BUENA Y DIO FRUTO.

Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales. R.-
Riegas los surcos, igualas los terrenos,la ablandas con tu lluvia, bendices sus brotes. R.
Coronas el año con tus bienes, tus caminos derraman abundancia; germinan los pastos del desierto, y las colinas se engalanan de alegría. R.-
Las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de trigales, que aclaman y cantan. R.-

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-23
Hermanos: Sostengo que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería libre de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.                          Palabra de Dios. 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-23
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas. Les decía:
“Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se secaron y por falta de raíz se secaron. Otras cayeron entre espinos, que crecieron y las ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio fruto: unas, ciento; otras, sesenta; otras, treinta. El que tenga oídos que oiga.
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:
“¿Por qué les hablas en parábolas?”
Él les contestó: “A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oirán con los oídos sin entender; mirarán con los ojos sin ver; porque está endurecido el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos ustedes porque sus ojos ven, y sus oídos oyen! Yo les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ven ustedes y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.
Escuchen, pues, lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre espinos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.      Palabra del Señor. 


LA PALABRA DE DIOS NO ES "MÁGICA",
SU FRUTO DEPENDE DEL "TERRENO"

Toda palabra humana esta dotada de una fuerza extraordinaria: una sola palabra puede ofender o acariciar, puede pervertir o salvar. Si la palabra del hombre tiene gran poder, la Palabra de Dios es infinitamente más poderosa: ¡Produce lo que dice! La palabra de Dios, escrita en la Biblia, tiene una fuerza inimaginable: es fecunda como la lluvia (primera lectura); quema como el fuego y pulveriza como un martillo (Jer 23,29); penetra en la interioridad del alma más profundamente que una espada de dos filos (Hb 4, 12). Sin embargo, la eficacia de la Palabra de Dios deja intacta la libertad del hombre. Cuando Dios habla pide atención y respuesta. Su eficacia depende decisivamente de la libre acogida del oyente.

El evangelio de hoy nos invita a revisar como se encuentra el terreno de nuestro corazón: -Jesús nos habla de un primer tipo de terreno impermeable a la palabra de Dios (borde del camino). Se trata de corazones "blindados" a lo espiritual. Abiertos a los mensajes del mundo, son incapaces de recibir la Buena Noticia de Cristo. -Un segundo tipo de terreno es aquel que acepta inicialmente el mensaje de Jesús (terreno pedregoso); pero lo rechaza, al comprobar las exigencias que entraña. Muchos cristianos no hacen nada por cultivar la Palabra. - Un tercer tipo de receptor negativo es el que se enreda con sus propios instintos y pasiones, o con las tentaciones que lo solicitan desde afuera (espinas). Señala al que escucha la palabra, pero la seducción por "vivir la vida" la ahogan y se queda estéril. - Pero, gracias a Dios, hay mucha tierra buena, fecunda y hasta exuberante. Señala el cristiano que escucha la Palabra de Dios, la valora y trata esforzadamente de practicarla. En un corazón así dispuesto, la Palabra de Dios siempre produce frutos, aunque, muchas veces, no lo percibamos sensiblemente.

Todos tenemos, en nuestro corazón, un poquito de cada “terreno”, y lo ideal es trabajar en su limpieza, haciéndolo cada vez más apto para que produzca el máximo fruto.


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