miércoles, 11 de junio de 2008

Domingo XI del tiempo ordinario - A-


Monición
Con alegría, nos hemos reunido aquí en la iglesia. Sin duda cada uno de nosotros tenemos problemas y angustias que nos hacen sufrir. Pero aún así, aquí venimos con alegría. Porque sabemos que podemos contar con la gracia y el amor de Jesús, que nos llama a formar parte de su Reino. Y esta llamada no son sólo palabras bonitas o esperanzas ilusorias: esta llamada es la certeza de que él está siempre con nosotros, y se fía de nosotros, y nos invita a seguir su mismo camino. Y esto es muy importante.
Hoy, en el evangelio, escucharemos como Jesús llama y envía a sus apóstoles. Es el inicio de la comunidad de sus seguidores, esa comunidad que formamos todos nosotros. Por eso estamos reunidos aquí, para proseguir el camino de esta comunidad que Jesús ha convocado.

Celebrante. La paz de Jesucristo esté con todos ustedes.

A. penitencial:
En silencio, preparémonos para celebrar la Eucaristía.
- Tú, que nos llamas a seguirte. SEÑOR, TEN PIEDAD.
- Tú, que nos reúnes para formar tu pueblo. CRISTO, TEN PIEDAD.
- Tú, que estás siempre con nosotros. SEÑOR, TEN PIEDAD.

Gloria

Lecturas

1. Hoy, en la primera lectura, escucharemos la llamada que Dios hace al pueblo de Israel. Esta llamada Jesús la repetirá en el evangelio, para reunir a un nuevo pueblo, un pueblo renovado y lleno de vida. En el salmo le aclamamos al Señor porque es Él quien nos reúne para que seamos su pueblo, un pueblo guiado por su misericordia y su fidelidad.
2. Seguimos leyendo en la segunda lectura, como los domingos anteriores, la carta de san Pablo a los cristianos de Roma. EI apóstol nos habla de la salvación que hemos recibido. Jesús, con su fidelidad hasta la muerte, nos ha acercado definitivamente a Dios.

LECTURA DEL LIBRO DEL ÉXODO 19, 2-6a
En aquellos días, los israelitas, llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí, frente a la montaña. Moisés subió al encuentro de Dios. El Señor lo llamó desde la montaña, y le dijo: “Así dirás a la descendencia de Jacob, a los hijos de Israel: "Ya ustedes han visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a ustedes los he llevado sobre alas de águila y los he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escuchan mi voz y guardan mi alianza, ustedes serán el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.””.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

SALMO 99
R.- NOSOTROS SOMOS SU PUEBLO Y OVEJAS DE SU REBAÑO.
Aclama al Señor, tierra entera, sirvan al Señor con alegría, entren en su presencia con vítores. R.-
Sepan que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. R.-
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades. R.-

LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 5, 6-11
Hermanos:
Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza para salvarnos, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado; en verdad, a duras penas habrá quien muera por una persona justa; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; la prueba de que Dios nos ama es que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo! Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, mediante nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 9, 36- 10,8
En aquel tiempo, al ver Jesús a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abandonados, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla”.
Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos, ni entren en las ciudades de Samaria, sino vayan a las ovejas descarriadas de Israel. Vayan y proclamen que el reino de los cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. Lo que han recibido gratis, denlo gratis”.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús

QUE NADIE SE QUEDE CRUZADO DE BRAZOS
Somos el Pueblo de Dios. Somos un reino de sacerdotes. Dios nos necesita para llevar su amor y su misericordia a todos los hermanos. El Señor necesita “trabajadores". A cada uno -y a todos como Iglesia- el Señor nos elige y envía a proclamar que el Reino de los cielos está cerca. Como los doce apóstoles, somos enviados, no a fustigar el mal, sino a remediarlo. No a lamentar los problemas, sino a aportar soluciones.
Jesús indica a los apóstoles que curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos y arrojen demonios. Probablemente ninguno de nosotros va a realizar estas obras milagrosas, pero todos sabemos que de muchas maneras podemos ayudar a curar enfermedades del cuerpo y el alma, a dar vida y esperanza a tantos hermanos "muertos" y derrotados, a limpiar ambientes contaminados por la hipocresía, la corrupción, el egoísmo, y arrojar los demonios interiores de nuestro corazón: el miedo, la angustia, el “sin sentido" de la vida.
¿Cómo lo hacemos? Con la palabra oportuna y el testimonio de nuestra vida. Es nuestra vida cotidiana, vivida en la justicia y el amor, nuestra principal predicación. Allí radica nuestro testimonio: nuestra vida de familia, de trabajo, de relación social, deben hacer realidad la célebre oración de san Agustín: "Señor, que viéndome a mí, te encuentren a ti”.
Jesús se lamenta porque los trabajadores son pocos. Que nadie se quede "cruzado de brazos". Todos tienen un lugar en nuestra comunidad para glorificar a Dios y ayudar a los hermanos. No podemos pasar por la vida pretendiendo que a la sociedad la "arreglen otros". Todos podemos y debemos aportar mucho.
(Prof. Arnaldo Cifelli)

Oración universal
Presentemos nuestras plegarias al Padre. EI nos reúne para formar su pueblo. Y quiere que la llamada de su amor llegue a todo el mundo. Oremos diciendo:
R. ESCUCHANOS, PADRE.
1. Por nuestro obispo y por todos los obispos. Que continúen la obra de los doce apóstoles de Jesús, y sean fieles mensajeros de la buena noticia del Evangelio. Roguemos al Señor. R.
2. Por los estudiantes. Que aprendan a ser mejores personas cada día y descubran también la vida renovada que nos da Jesucristo. Roguemos al Señor. R.
3. Por los maestros y profesores. Que, a pesar de las dificultades, sepan vivir con alegría la labor educativa que realizan. Roguemos al Señor. R.
4. Por nuestros Padres y todos los padres, especialmente los presentes. Que el Señor les retribuya todo el bien que nos han hecho desde el momento de nuestra concepción. Roguemos al Señor. R
5. Pidamos también por los padres ausentes y los que no han asumido su responsabilidad y su misión, para que el Señor ilumine sus corazones y siembre en ellos el Amor. Roguemos al Señor. R
6. Por todos nosotros. Que este encuentro dominical en torno a la mesa del Señor haga de nosotros cristianos capaces de dar un buen testimonio del amor de Dios en toda nuestra vida. Roguemos al Señor. R.

Celebrante:
Escucha, Padre nuestra oración, y haz de nosotros buenos trabajadores de las mieses de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lecturas de la semana
Lunes 16: 1R 21, 1-16; Sal 5; Mt 5,38-42
Martes 17: 1R 21, 17-29; Sal 50; Mt 5, 43-48
Miércoles 18: 2R 2,1. 6-14; Sal 30; Mt 6,1-6. 16-18
Jueves 19: Eclo 48, 1-15; Sal 96; Mt 6, 7-15
Viernes 20: 2R 11, 1-4.9-18.20; Sal 131; Mt 6,19-23
Sábado 21: 2Cró 24, 17-25; Sal 88; Mt 6,24-34. San Luis Gonzaga, religioso. Memoria obligatoria.

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