San Luis IX - Rey de Francia Año 1270
Fiesta 25 de Agosto
San Luis fue un hombre
excepcional dotado por Dios de una gran sabiduría para gobernar, una enorme
bondad que le atraía las simpatías de la gente, y una generosidad inmensa para
ayudar a los necesitados, unido todo esto a una profundísima piedad que lo
llevó a ser un verdadero santo. San Luis tuvo la dicha de tener por madre a una
mujer admirable, Blanca de Castilla, que se preocupó por hacer de él un
cristiano fervoroso y un gobernante intachable. Esta mujer formidable le
repetía a su hijo:
"Te amo muchísimo,
pero preferiría mil veces verte muerto antes que saber que has cometido un
pecado mortal"
Era hijo del rey Luis
VIII de Francia, y nació en 1214. Toda su vida sintió una gran veneración por
la Iglesia donde fue bautizado y allá iba cada año a darle gracias a Dios por
haberle permitido ser cristiano. Una vez preguntó a un empleado qué preferiría,
si cometer un pecado mortal o volverse leproso. El otro le respondió que
preferiría el pecado. San Luis lo corrigió diciéndole:
"No, no hay
desgracia ni enfermedad mayor ni más horrorosa que cometer un pecado
grave"
A los 12 años quedó
huérfano de padre, y su madre Blanca asumió el mando del país mientras el hijo
llegaba a la mayoría de edad. Al cumplir sus 21 años fue coronado como rey, con
el nombre de Luis IX.
Buen guerrero,
pero generoso
San Luis fue siempre un
guerrero hábil, inteligente y valeroso, pero supremamente generoso con los
vencidos. Cuando él subió al trono muchos condes y marqueses, imaginándose que
sería un joven débil y sin ánimos para hacerse respetar, se declararon en
rebelión contra él. Luis organizó muy bien su ejército y los fue derrotando uno
por uno. El rey de Inglaterra invadió a Francia, y Luis con su ejército lo
derrotó y los expulsó del país. Pero estaba siempre dispuesto a pactar la paz
con sus enemigos tan pronto como ellos lo deseaban. Decía que sólo hacía la
guerra por defender la patria, pero nunca por atacar a los demás.
Amigo de la
religión
Pocos gobernantes en la
historia han sido tan amigos de la religión católica como el rey San Luis. Le
agradaba mucho ir a los conventos a rezar con los religiosos y asistir con
ellos a las ceremonias religiosas. Alguien le dijo que había gente que le
criticaba por ser tan piadoso y asistir a tantas reuniones donde se rezaba, y
él le respondió:
"De eso no me
avergüenzo ni me avergonzaré jamás. Y esté seguro de que si en vez de ir a esas
reuniones a orar, me fuera a otras reuniones a beber, bailar y parrandear,
entonces sí que esas gentes no dirían nada. Prefiero que me alabe mi Dios
aunque la gente me critique, porque por Él vivo y para Él trabajo, y de Él lo
espero todo"
Padre y esposo
A los 19 años contrajo
matrimonio con Margarita, una mujer virtuosa que fue durante toda su vida su
más fiel compañera y colaboradora. Su matrimonio fue verdaderamente feliz. Tuvo
cinco hijos y seis hijas. Sus descendientes fueron reyes de Francia mientras
ese país tuvo monarquía, o sea hasta el año 1793 (por siete siglos) hasta que
fue muerto el rey Luis XVI, al cual el sacerdote que lo acompañaba le dijo
antes de morir:
"Hijo de San Luis ya
puedes partir para la eternidad"
A sus hijos los educó con
los más esmerados cuidados, tratando de que lo que más les preocupara siempre,
fuera el tratar de no ofender a Dios.
Sus leyes
especiales
San Luis se propuso
disminuir en su país la nefasta costumbre de maldecir, y mandaba dar muy
fuertes castigos a quienes sorprendían maldiciendo delante de los demás. En
ésto era sumamente severo y fue logrando que las gentes no escandalizaran con
sus palabras maldicientes. Otra ley que dio fue la prohibición de cobrar
intereses demasiado altos por el dinero que se prestaba. En ese tiempo existían
muchos usureros (especialmente judíos), que prestaban dinero al cinco o seis
por ciento mensual y arruinaban a miles de personas. San Luis prohibió la usura
(cobrar intereses exagerados) y a quienes sorprendían aprovechándose de los
pobres en esto, les hacía devolver todo lo que les habían quitado. Un rico
millonario mandó matar a tres niños porque entraban a sus fincas a cazar
conejos. El rey San Luis hizo que al rico le quitaran sus haciendas y las
repartieran entre la gente pobre.
La gran cruzada
Sabiendo que era un
hombre extraordinariamente piadoso, le hicieron llegar desde Constantinopla
la Corona de Espinas de Jesús, y él entusiasmado le mandó construir
una lujosa capilla para venerarla. Y al saber que la Tierra Santa donde nació y
murió Jesucristo, era muy atacada por los mahometanos, dispuso organizar un
ejército de creyentes para ir a defender el País de Jesús. Ésto lo hacía como
acción de gracias por haberlo librado Dios de una gran enfermedad. Organizó una
buena armada y en 1247 partió para Egipto, donde estaba el fuerte de los
mahometanos. Allí combatió heroicamente contra los enemigos de nuestra religión
y los derrotó y se apoderó de la ciudad de Damieta. Entró a la ciudad, no con
el orgullo de un triunfador, sino a pie y humildemente. Y prohibió a sus
soldados que robaran o que mataran a la gente pacífica.
La hora del
dolor y de la derrota
Pero sucedió que el
ejército del rey San Luis fue atacado por la terrible epidemia de tifo negro y
de disentería y que murieron muchísimos. Y el mismo rey cayó gravemente enfermo
con altísima fiebre. Entonces los enemigos aprovecharon la ocasión y atacaron y
lograron tomar prisionero al santo monarca. En la prisión tuvo que sufrir
muchas humillaciones e incomodidades, pero cada día rezaba los salmos que rezan
los sacerdotes diariamente.
Rescate costoso
Los mahometanos le
exigieron como rescate un millón de monedas de oro y entregar la ciudad de
Damieta para liberarlo a él y dejar libre a sus soldados. La reina logró
conseguir el millón de monedas de oro, y les fue devuelta la ciudad de Damieta.
Pero los enemigos solamente dejaron libres al rey y a algunos de sus soldados.
A los enfermos y a los heridos los mataron, porque la venganza de los
musulmanes ha sido siempre tremenda y sanguinaria. El rey aprovechó para irse a
Tierra Santa y tratar de ayudar a aquel país de las mejores maneras que le fue
posible. Él ha sido uno de los mejores benefactores que ha tenido el país de
Jesús. A los cuatro años, al saber la muerte de su madre, volvió a Francia.
Obras de
caridad admirables
En su tiempo fue fundada
en París la famosísima Universidad de La Sorbona, y el santo rey la apoyó lo
más que pudo. Él mismo hizo construir un hospital para ciegos, que llegó a
albergar 300 enfermos. Cada día invitaba a almorzar a su mesa a 12 mendigos o gente
muy pobre. Cada día mandaba repartir en las puertas de su palacio, mercados y
ropas a centenares de pobres que llegaban a suplicar ayuda. Tenía una lista de
gentes muy pobres pero que les daba vergüenza pedir (pobres vergonzantes) y les
mandaba ayudas secretamente, sin que los demás se dieran cuenta. Buscaba por
todos los medios que se evitaran las peleas y las luchas entre cristianos.
Siempre estaba dispuesto a hacer de mediador entre los contendientes para
arreglar todo a las buenas.
Agonía en plena
guerra
Sentía un enorme deseo de
lograr que los países árabes se volvieran católicos. Por eso fue con su
ejército a la nación de Túnez a tratar de lograr que esas gentes se
convirtieran a nuestra santa religión. Pero allá lo sorprendió su última enfermedad,
un tifo negro, que en ese tiempo era mortal.
Su testamento
Dictó entonces su
testamento que dice:
"Es necesario
evitar siempre todo pecado grave, y estar dispuesto a sufrir cualquier otro
mal, antes que cometer un pecado mortal.
Lo más importante de la vida es amar a Dios con todo el corazón. Cuando llegan las penas y los sufrimientos hay que ofrecer todo por amor a Dios y en pago de nuestros pecados. Y en las horas de éxitos y de prosperidad dar gracias al Señor y no dedicarse a la vanagloria del desperdicio.
En el templo hay que comportarse con supremo respeto.
Con los pobres y afligidos hay que ser en extremo generosos.
Debemos dar gracias a Dios por sus beneficios, y así nos concederá muchos favores más.
Con la Santa Iglesia Católica seamos siempre hijos fieles y respetuosos"
Lo más importante de la vida es amar a Dios con todo el corazón. Cuando llegan las penas y los sufrimientos hay que ofrecer todo por amor a Dios y en pago de nuestros pecados. Y en las horas de éxitos y de prosperidad dar gracias al Señor y no dedicarse a la vanagloria del desperdicio.
En el templo hay que comportarse con supremo respeto.
Con los pobres y afligidos hay que ser en extremo generosos.
Debemos dar gracias a Dios por sus beneficios, y así nos concederá muchos favores más.
Con la Santa Iglesia Católica seamos siempre hijos fieles y respetuosos"
Estos consejos dichos por
todo un rey, son dignos de admiración.
Santa muerte
El 24 de agosto del año
1270 sintió que se iba a morir y pidió los santos sacramentos. De vez en cuando
repetía:
"Señor, estoy
contento, porque iré a tu casa del cielo a adorarte y amarte para siempre"
El 25 de agosto a las
tres de la tarde, exclamó:
"Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu"
Y murió santamente. El
Sumo Pontífice lo declaró santo en el año 1297.
Quiera Dios
enviarnos
muchos gobernantes
tan santos y tan
caritativos
y buenos
católicos,
como San Luis rey
de Francia
No hay comentarios:
Publicar un comentario