sábado, 10 de noviembre de 2018

Domingo XXXII del Tiempo Ordinario - B


LECTURA DEL PRIMER LIBRO DE LOS REYES 17, 10-16

En aquellos días, se puso en camino el profeta Elías y fue a Sarepta. Traspasaba la puerta de la ciudad en el momento en el que una mujer viuda recogía por allí leña.
Elías la llamó y le dijo:
«Tráeme un poco de agua en un jarro, por favor, y beberé».
Cuando ella fue a traérsela, él volvió a gritarle:
«Tráeme, por favor, en tu mano un trozo de pan».
Respondió ella:
«Vive el Señor, tu Dios, que no me queda pan cocido; solo un puñado de harina en la orza y un poco de aceite en la alcuza. Estoy recogiendo un par de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego moriremos».
Pero Elías le dijo:
«No temas. Entra y haz como has dicho, pero antes prepárame con la harina una pequeña torta y tráemela. Para ti y tu hijo lo harás después.
Porque así dice el Señor, Dios de Israel:
"La olla de harina no se vaciará, la aceitera de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra"».
Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo.
Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías. Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10

R. ALABA, ALMA MÍA, AL SEÑOR.

El Señor mantiene su fidelidad  perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los  cautivos. R.

El Señor abre los ojos al  ciego,
el Señor endereza a los que ya  se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los  peregrinos. R.

Sustenta al huérfano y a la  viuda
y trastorna el camino de los  malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en  edad. R.

LECTURA DE LA CARTA A LOS HEBREOS 9, 24-28

Cristo entró no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros.
Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena. Si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde la fundación del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de los tiempos, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.
Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio.
De la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos.
La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a los que lo esperan. Palabra de Dios

ALELUYA Mt 5,3

Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MARCOS 12, 38-44

En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía:
«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa».
Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante.
Llamando a sus discípulos, les dijo:
«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir». Palabra del Señor

Hacia una espiritualidad arraigada en Jesús


Jesús vive la experiencia de un Dios Padre, de la que brotan en él dos actitudes que vive y trata de comunicar a sus seguidores: confianza absoluta en Dios y docilidad incondicional al Padre. Jesús vive desde un silencio interior en el que escucha el misterio de Dios como la Buena Noticia de un Padre.

Jesús tiene una espiritualidad centrada en el proyecto del Reino de Dios. Lo que Jesús enseña no es una «doctrina religiosa», sino un modo nuevo de acoger y de vivir el misterio de Dios que nos lleva a situarlo todo dentro de su gran proyecto de humanizar el mundo. Él lo está ya experimentando y quiere que todos compartan su experiencia.

Jesús muestra una espiritualidad al servicio de una vida más humana. En su silencio interior, Jesús nunca percibe a Dios encerrado en su Misterio insondable, aislado del sufrimiento humano e indiferente a la historia de sus hijos. Lo experimenta como una Presencia buena y amistosa que nos está atrayendo a todos sus hijos hacia un mundo más justo y fraterno.

Jesús comparte una espiritualidad alentada por la compasión, que no se mueve tanto desde el principio de la santidad religiosa: «Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo» (Lv 19,2), sino desde el «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36).

Jesús nos enseña la importancia de la mirada a los que sufren. La experiencia de Dios como Misterio insondable de un Padre que es Amor misericordioso hacia sus hijos despierta en Jesús su capacidad de mirar a los que sufren con amor compasivo. Me atrevería a decir que el camino más eficaz para sintonizar con la espiritualidad de Jesús es aprender a mirar de manera atenta y responsable el rostro de los que sufren. Esta mirada nos arranca de la indiferencia que bloquea nuestra compasión o de marcos religiosos o espirituales que nos permiten vivir con la conciencia tranquila sin activar en nosotros la solidaridad fraterna.

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