sábado, 4 de agosto de 2018

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario - B

Lectura del libro del Exodo.

En aquellos días toda la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: "Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud". Entonces dijo el Señor a Moisés: "Voy a hacer que llueva pan del cielo. Que el pueblo salga a recoger cada día lo que necesita, pues quiero probar si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles de parte mía: 'Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que Yo soy el Señor, su Dios' ". Aquella misma tarde, una bandada de codornices cubrió el campamento. A la mañana siguiente había en torno a él una capa de rocío que, al evaporarse, dejó el suelo cubierto con una especie de polvo blanco semejante a la escarcha. Al ver eso, los israelitas se dijeron unos a otros: "¿Qué es esto?", pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: "Este es pan que el Señor les da por alimento". 
Palabra de Dios. 

Salmo responsorial (77)

R. El Señor les dio pan del cielo. 
L. Cuánto  hemos escuchado y conocemos del poder del Señor y de su gloria, cuanto nos han narrado nuestros padres, nuestro hijos lo oirán de nuestra boca. /R.
L.
 A las nubes mandó desde lo alto que abrieran las compuertas de los cielos; hizo llover maná sobre su pueblo, trigo celeste envió como alimento ./R.
L. Así el hombre comió pan de los ángeles; Dios le dio de comer en abundancia y luego los condujo hasta la tierra y el monte que su diestra conquistara. /R.

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los Efesios.
Hermanos: 

Declaro y doy testimonio en el Señor, de que no deben ustedes vivir como los paganos, que proceden conforme a lo vano de sus criterios. Esto no es lo que ustedes han aprendido de Cristo: han oído hablar de El y en El han sido adoctrinados, conforme a la verdad de Jesús. El les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de vivir, ese viejo yo, corrompido con deseos de placer. Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad. Palabra de Dios. 

Aclamación antes del Evangelio (Mateo 4, 4) 
R. Aleluya, aleluya.-No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. R. Aleluya.

Lectura del santo Evangelio según San Juan

En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste acá?" Jesús les contestó: "Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquel pan hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a Éste, el Padre lo ha marcado con su sello". Ellos le dijeron: "¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?" Respondió Jesús: "La obra de Dios consiste en que crean en Aquel a quien El ha enviado". Entonces la gente le preguntó a Jesús: "¿Qué señal vas a realizar Tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo". Jesús les respondió: "Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo". Entonces le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan" Jesús les contestó: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a Mí no tendrá hambre y el que cree en Mí nunca tendrá sed". 

Palabra del Señor. 


PAN Y PAN
Hemos oído hablar del maná en el desierto. Dios se lo anunció a los israelitas a través de Moisés:  “Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que Yo soy el Señor, su Dios”. (Ex. 16, 2-4 y 12-15).
Imaginemos la escena:  en la tarde se llenaba el campamento de codornices y todas las mañanas amanecía el suelo cubierto de una especie de capa como de nieve que servía de pan.  Dios les daba el alimento material necesario para subsistir en la travesía por el desierto.
Esa atención amorosa de Dios -en aquel momento y en la actualidad- es lo que se denomina en Teología la “Divina Providencia”.  Significa que Dios nos da, no sólo el alimento, sino todo lo que verdaderamente necesitamos.  Puede que a veces, la cosa se ponga más difícil, pero Dios conoce todas nuestras necesidades mejor que nosotros mismos y verdaderamente se ocupa de ellas.
Pero podríamos preguntarnos ¿por qué, entonces, existe hambre en algunas partes del mundo? ¿Por qué ha habido y hay gobiernos opresores que no se ocupan del bien de sus pueblos?
El problema es que para ejercer su “Divina Providencia” Dios desea que los seres humanos colaboremos libremente en la realización de sus planes.  Y en esto fallamos mucho:  unos, porque causan los males, y otros, por no tratar de aliviarlos y remediarlos.
San Agustín nos enseña que siendo Dios infinitamente bueno y todopoderoso, no permitiría los males si no es porque es tan todopoderoso que puede sacar un bien del mal.
Si miramos hacia atrás, podremos observar bienes que nos han venido de aparentes males.   O en el futuro podremos ver bienes que van a venir a raíz algún mal que estemos padeciendo.
El problema es que como la perspectiva de Dios es de eternidad, no logramos captarla bien.  Por eso es que debemos ponernos anteojos de eternidad, para poder medio vislumbrar qué es lo que Dios está pretendiendo hacer.
¿Y cuál es esa perspectiva divina?  Dios hace y maneja todo con miras a nuestra salvación eterna.   Por eso a veces nos cuesta ver cuáles son los caminos de su “Divina Providencia”.
La “Divina Providencia” es un misterio, cuya comprensión plena la tendremos cuando pasemos a la eternidad.  Será entonces cuandopodremos entender de verdad cómo fue que Dios condujo a la humanidad, inclusive a través de hambrunas, opresiones, dificultades de todo tipo, etc. hasta su fin último que es nuestra salvación eterna.
Dios verdaderamente se ocupa –como rezamos en el Padre Nuestro- de “nuestro pan de cada día” (Mt. 6, 11).  Pero ese alimento diario que Dios nos proporciona, no es sólo el pan material, sino también -muy especialmente- el pan espiritual.  Los hebreos se alimentaron del maná en el desierto.  Era un pan que bajaba del cielo, pero era un pan material.
Ahora bien, nosotros tenemos un “Pan” mucho más especial que “ha bajado del Cielo y da la Vida al mundo” (Jn. 6, 24-35).  Ese Pan espiritual es Jesucristo mismo, Quien nos enseñó a pedir “nuestro pan de cada día”.  El es ese Pan Vivo que bajó del Cielo para traernos Vida Eterna.
Hay que estar pendientes del alimento material, sobre todo en estos tiempos tan difíciles.  El pan material es necesario para la vida del cuerpo, pero el Pan Espiritual es indispensable para la vida del alma.  Dios nos provee ambos.
“Yo soy el Pan de la Vida”, nos dice el Señor.  “Quien viene a Mí, no tendrá hambre y el que crea en Mí nunca tendrá sed”.

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