jueves, 14 de agosto de 2008

La Asunción de la Virgen María


El hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la mujer huyó al desierto

Lectura del libro del Apocalipsis 11,19a; 12, 1.3-6a.10ab
Se abrió el Templo de Dios que está en cielo el santuario de Dios y quedó a la vista el arca de la alianza. Y apareció en el cielo un gran signo: Una mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas en su cabeza. Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz. Y apareció en el cielo otro signo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El dragón se puso delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera. La mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio. Y escuché una voz potente que resonó en el cielo:
“Ya llegó la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías”.
                                                                             Palabra de Dios. 


Salmo 44

R.- ¡De pie a tu derecha está la Reina, enjoyada con oro de Ofir!.

- Una hija de reyes está de pie a tu derecha: es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir. R.-
-¡Escucha, hija mía, mira y presta atención! Olvida tu pueblo y tu casa paterna; y el rey se prendará de tu hermosura. Él es tu Señor: inclínate ante él. R.-
Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían; con gozo y alegría entran al palacio real. R.

Dios “todo lo sometió bajo sus pies”

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 20-27a
Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos; luego aquellos que estén unidos a él en el momento de su venida. En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios Padre, después de haber aniquilado todo principado, dominio y poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte, ya que Dios “todo lo sometió bajo sus pies”.                                                                          Palabra de Dios. 

¡Bendito es el fruto de tu vientre!

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39, 56
Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quien soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz tú por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡Su nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
                                                                     Palabra del Señor. 

EL “SUEÑO DE MARÍA”
La fiesta de la Asunción de María al cielo, como dogma, es reciente, de 1950. Pero la fiesta de hoy tiene sus raíces en los primeros siglos de la Iglesia. En Oriente, se la llamaba "Dormitio Virginis", el "sueño de la Virgen". Una antigua leyenda narra que cuando María, ya anciana, estaba por terminar sus días, los ángeles les avisaron a los apóstoles, los cuales se reunieron en torno al lecho de la madre de Jesús.
De esta manera, se recomponía, en cierto modo, la escena del día de Pentecostés, cuando, en el Cenáculo, todos ellos perseveraban en oración con María. Pasados muchos años desde aquel día, se reunieron nuevamente y le contaron las maravillas que el Señor había cumplido a través de su predicación. El milagro de Pentecostés no había finalizado aquella vez en Jerusalén: ahora había miles de comunidades cristianas nacidas a partir de las palabras de los apóstoles. La pequeña semilla del evangelio era ya un frondoso árbol.
Apenas los apóstoles terminaron de narrar las maravillas que el Señor había obrado, María se durmió.
El icono que describe la fiesta de hoy, en Oriente, coloca a Jesús en el centro, que tiene en sus brazos a una niña, María, la pequeña del Reino de Dios, que es conducida por el Señor al cielo. Así acaba el viaje que María inició, después del anuncio del Ángel, hacia un pueblo de la montaña de Judá, para ir a ver a su prima Isabel, llevando a Jesús en su seno.
Hoy, la vemos subir a la montaña del cielo. La humilde sierva del Señor, que todo conservaba en su corazón, revestida de sol. Ella, que fue la primera en recibir la palabra de Dios, es también la primera en entrar en el Reino de los cielos en cuerpo y alma. De este modo, se realizó la profecía del magníficat:
Dios derriba del trono a los poderosos y ensalza a los humildes.

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