lunes, 20 de mayo de 2019

Domingo VI del Tiempo Pascual - C


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 15,1-2.22-29

En aquellos días, algunos que bajaron de Judea a Antioquía se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia.
Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les encomendaron llevar la siguiente carta:
«Los apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo.
Nos hemos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, los han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han consagrado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, quienes les transmitirán de viva voz lo siguiente: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponerles más cargas que las indispensables: que se abstengan de carne sacrificada a los ídolos, de sangre de animales estrangulados y de la fornicación. Harán bien en apartarse de todo esto. Que les vaya bien.»    
                                                                         Palabra de Dios

Salmo Responsorial. Sal 66,2-3.5.6.8

R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R/.

Lectura del libro del Apocalipsis   21,10-14.21-23

El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios.
Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe cristalino.
Tenía una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles, y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur y tres al oeste.
La muralla de la ciudad se asentaba sobre doce cimientos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero. No vi ningún templo en la ciudad, porque su templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero.
La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.

                                                                           Palabra de Dios

+ Lectura del santo evangelio según san Juan 14,23-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que ustedes están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo y les recuerde todo lo que les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy; no la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes." Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto, antes de que suceda, para que cuando suceda, entonces crean.»
                                                                              Palabra del Señor


Reflexión:
En el Evangelio de este día podemos destacar tres puntos:

1.   La presencia de Dios.
Jesús anuncia, promete y revela una nueva presencia. La presencia de Dios en la comunidad cristiana y en cada miembro.
Jesús expresa de tres modos la nueva presencia divina en nosotros: su vuelta y nuevo vivir en nosotros, la donación del Espíritu y la venida del Padre y del Hijo a cada uno.
La comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad. La misma realidad humana se hace santuario (morada) de Dios. De esta manera Dios sacraliza al hombre y, a través de él, a toda la creación.
El Padre no es ya un Dios lejano, sino el que se acerca al hombre y vive con él, formando comunidad con el ser humano, objeto de su amor. Es una relación de Padre – hijo.

2.   La promesa del Espíritu Santo

Jesús promete enviar el Espíritu Santo. Este Espíritu será quien nos enseñe y recuerde todo lo dicho por Jesús; es el testigo garante de la auténtica fe. Pero, los cristianos a pesar de ello, creemos poco en el Espíritu. En vez de estar abiertos a Él y de dejarnos conducir por Él, buscamos otras seguridades: la ley, la norma, la costumbre, la autoridad, lo que todos hacen, el poder…
Cuando no se cree en el Espíritu, se vive con miedo a la libertad: cerramos las puertas a Dios y a nuestra propia realización. Así la vida carece de aventura, sorpresa y novedad y se convierte en una pesada carga o en un sinsentido.
Sin fe en el Espíritu, los cristianos vivimos empobrecidos, y toda persona vive empobrecida.
Tampoco estamos huérfanos. El vacío dejado por la muerte de Jesús ha sido llenado por la presencia viva del Espíritu, que vive con nosotros, está en nosotros y nos enseña el arte de vivir en la verdad. El verdadero creyente busca con el corazón limpio la verdad. Su vida no está programada por prohibiciones, sino que viene animada e impulsada por el Espíritu. Ser cristiano no es un peso que oprime y atormenta, sino que es dejarse guiar por el amor creador del Espíritu que vive en nosotros y nos hace vivir con la espontaneidad y positividad que nace del amor.
Bajo el impulso creador y gozoso del Espíritu, el cristiano es un artista que vive con Dios y para Dios.
3.   La paz de Jesús
Vienen aquí las palabras de Jesús en el evangelio de hoy: “Les dejo la paz, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar. No se inquieten ni tengan miedo.”.
¿Por qué el mundo no puede darnos esa paz? ¿Qué clase de paz es la que da o promete el mundo?
Paz mundana era lo que querían aquellos de los que fue escrito esto: “Los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el sanedrín, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.” (Jn 11,47-48). Es una paz que huye del conflicto por el conflicto, sin darse cuenta que quien no quiera pelear contra nada tampoco dará guerra a sus conveniencias, vanidades, orgullos y bajas pasiones. Esa paz mentirosa es una paz cobarde, y es la que Jesús ni da ni promete.

Lecturas diarias

Lunes: Hechos 16,11-15; Salmo 149; Juan 15, 26-16,4a
Martes: Hechos 16,22-34; Salmo 137; Juan 16,5-11
Miércoles: Hechos 17, 15.22-18,1; Salmo 148; Juan 16,12-15
Jueves: Hechos 18, 1-8; Salmo 97; Juan 16,16-20
Viernes: La Visitación de la Virgen. Fiesta. Sofonías 3,14-18; Salmo: Isaias 12,2-6; Lucas 1,39-56
Sábado: Hechos 18,23-28; Salmo 46; Juan 16, 23b-28


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