jueves, 18 de diciembre de 2008

Domingo IV de Adviento - Ciclo B


Monición de entrada
Poco a poco se ha ido iluminando nuestra esperanza. La luz ha ido aumentando semana a semana. Pronto llegará la gran luz, Cristo, que con su claridad hará palidecer todas las demás. Pero ¿hemos encendido nosotros la luz en nuestro interior?; ¿en qué ocasiones concretas hemos sido luz para los demás, durante el adviento? Acerquémonos al Señor que viene con conciencia de que él puede liberarnos de todas nuestras esclavitudes, sacarnos de la mediocridad e igualar nuestras desigualdades. En silencio y en esta Eucaristía le decimos: ¡Ven, ven Señor, no tardes!

Lecturas
1.- La promesa dinástica a David fundamenta el mesianismo real. No es el rey el llamado a hacer una casa para Dios, que está con su pueblo en todo lugar. Es Dios quien hace una casa para el rey y para su pueblo: elige a sus descendientes y los declara hijos. Cada rey que nace despierta la esperanza en el que ha de instaurar el reino justo de Dios. Es un símbolo mesiánico y una toma de conciencia del pueblo de Dios que se hace en la esperanza.
2.- El Evangelio es una Buena Noticia para la humanidad; pero los hombres no habrían podido jamás imaginar su contenido si no hubiera habido una expresa revelación de Dios.

Lectura del segundo libro de Samuel 7-1-5. 8b-11. 16.
Cuando el rey David se estableció en su palacio y el Señor le dio la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al Profeta Natán:
—Mira: yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda.
Natán respondió al rey:
—Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.
Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor:
—Ve y dile a mi siervo David: «¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella?
Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que animales lo aflijan como antes, desde el día que nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel.
Te pondré en paz con todos tus enemigos, te haré grande y te daré una dinastía. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre.»

Salmo 88
R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.»R.
Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificare tu trono para todas las edades.» R.
El me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R.

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 16,25-27.
Hermanos:
Al que puede fortalecernos según el evangelio que yo proclamo, predicando a Cristo Jesús —revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en la Sagrada Escritura, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe—, al Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Palabra de Dios.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1,26-38.
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando a su presencia, dijo:
—Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.
Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
—No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel:
—¿Cómo será eso, pues no conozco varón?
El ángel le contestó:
—El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó:
—Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

EL SI DE MARÍA ES NUESTRO SI
La que primero escuchó esta Buena Noticia -desde la más profunda admiración, alegría y gratitud- fue María de Nazaret, una humilde muchacha de un pueblo insignificante, Nazaret. Y su respuesta fue de acogida abierta: «Hágase en mí según tu palabra». Sería bueno que hoy proclamáramos el cuarto prefacio del Adviento, «María, nueva Eva»: si el «no» de Eva tuvo las consecuencias que tuvo, el «sí» de María nos abrió la puerta a la venida del Salvador. Ella aparece hoy como la mejor representante de todos los que en el A.T. esperaron al Mesías -la verdadera «hija de Sión»- y de todos los que en el N.T. acogieron al enviado de Dios -la primera cristiana, miembro de la Iglesia de Jesús.
Este ejemplo nos estimula a que también nosotros respondamos a la venida del Señor con la apertura de puertas y corazones. Muchos, en este mundo, no saben por qué hacen fiesta o por qué se hacen regalos en la Navidad. Nosotros, los cristianos, sí, y nos disponemos a celebrarla desde un nivel humano, y a la vez de fe, por la renovada gracia de la venida del Señor. Y lo hacemos con las mismas actitudes que vemos en María: confianza, humilde agradecimiento, total apertura a su voluntad, alegría por la venida de Dios a nuestra historia y convicción de que desde entonces, hace dos mil años, Cristo Jesús, aunque no le veamos, está muy activamente presente en nuestra vida. Lo demás es consecuencia: porque ésta es una Buena Noticia como para hacer fiesta y alegrarse y reunirse en familia y felicitarse.
Cuando celebramos la Eucaristía es siempre Navidad. Porque el Señor, ahora Resucitado, se nos hace realmente presente en nuestra comunidad, en la Palabra que se nos proclama, en el pan y el vino. Lo que pasó en María el día de la Anunciación -Cristo se hizo presente en ella por obra del Espíritu- es lo que pasa en nuestro altar, cuando el pan y el vino se conviertan por obra del mismo Espíritu en el Cuerpo y Sangre salvadores de Cristo Jesús, que se nos da como alimento. Por eso la Eucaristía es la mejor preparación y la mejor celebración de la Navidad.

Oración de los fieles
Junto con María vamos a proclamar las grandezas de Dios, y por su mediación ponemos en sus manos nuestras súplicas, con la seguridad de ser escuchados.
R.- MADRE DEL ADVIENTO, ESPERAMOS A TU HIJO.
1.- Tú, María, que dijiste Sí a Dios desde lo más profundo de tu corazón, haz que tu Iglesia renueve su sí de fidelidad cada día sin importarle las consecuencias que de ello puedan derivarse. OREMOS
2.- Tú, María, que en silencio llevaste el peso de tu maternidad ante los juicios y las críticas de tus allegados, envía tu protección a los que sufren, a los que no se sienten comprendidos, a los que son objeto de malos entendidos para que se aclare su problema y vuelva a ellos la confianza perdida. OREMOS
3.- Tú, María, que anduviste un camino incierto por un mandato de Roma, ayúdanos en nuestro caminar con tantas piedras, tantos baches, tantas caídas, para que seamos fuertes y sigamos adelante sin desfallecer. OREMOS.
4.- Tú, María, que fuiste madre en unas condiciones tan precarias, ayuda a todas las madres que se sienten solas y desprotegidas en ese momento tan especial, para que encuentren unos brazos abiertos que les ayuden a salir de esa situación. OREMOS
5.- Tú, María que ayudaste a salvar al mundo desde la más férrea pobreza, ayúdanos a ser generosos y cariñosos con los pobres, los parados, los marginados de la sociedad y todos los que de una u otra forma se encuentran en una situación desafortunada y dolorosa. OREMOS
6.- Tú, María, para que contigo sintamos la cercanía del Señor que viene a salvarnos, a liberarnos y a consolarnos para que vivamos llenos de alegría. OREMOS

Celebrante: Recibe nuestro agradecimiento, Señor Padre Nuestro, junto con María, la Madre de Tu Hijo, por la generosidad que has tenido mandando al mundo a tu propio Hijo para salvarnos. Queremos colaborar con Él en la tarea de la salvación. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Lecturas del día
Lunes 22: 1 Sam 1, 24-28; Sal 1 Sam 2,1-8; Lc 1, 46-56 Martes 23: Mal 3, 1-4. 23-24; Sal 24; Lc 1, 57-66
Miércoles 24: 2 Sam 7:1-5, 8-12, 14, 16; Sal 89; Lc 1:67-79
Vigilia de Navidad (Solemnidad) Is 62, 1-5; Sal 88; Hch 13, 16-17. 22-25; Mt 1, 1-25
Jueves 25: Navidad Is 52, 7-10; Sal 97; Heb 1, 1-6; Jn 1, 1-18
Viernes 26: Fiesta San Esteban, mártir Hch 6, 8-10; 7, 54-59; Sal 30; Mt 10, 17-22
Sábado 27: Fiesta San Juan, apóstol 1 Jn 1, 1-4; Sal 96; Jn 20, 2-8

domingo, 14 de diciembre de 2008

Domingo III de Adviento - Ciclo B


Oración al encender la tercera vela de la corona 

En las tinieblas se encendió una luz,
en el desierto clamó una voz.
Se anuncia la buena noticia: el Señor va a llegar.
Preparen sus caminos, porque ya se acerca.
Adornen su alma
como una novia se engalana el día de su boda.
Ya llega el mensajero.
Juan Bautista no es la luz,
sino el que nos anuncia la luz
Cuando encendemos estas tres velas
cada uno de nosotros quiere ser
antorcha tuya para que brilles, llama para que calientes.
¡Ven, Señor, a salvarnos,
envuélvenos en tu luz, caliéntanos en tu amor!

Desbordo de gozo con el Señor

Lectura del libro de Isaías. 61, 1-2a. 1 0-11

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, ya los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido con traje de salvación y me ha envuelto con manto de justicia, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como la tierra echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y la alabanza ante todos los pueblos. Palabra de Dios. 

Salmo: Lc 1,46-48.49-50.53-54

R. Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador.

- Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones./R.
- Porque el Poderoso ha hecho obras gran des por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. /R.
- A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia. /R.

Que su espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 5,16-24 

Hermanos: Estén siempre alegres. Oren constantemente. Den gracias en toda ocasión, pues esto es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús. No apaguen el fuego del Espíritu; no desprecien el don de profecía; sino examínenlo todo. Y quédense con lo bueno. Guárdense de toda clase de maldad. Que el mismo Dios de la paz los santifique totalmente, los conserve íntegros en espíritu, alma y cuerpo, y sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El, que los ha llamado, es fiel y cumplirá sus promesas. 
Palabra de Dios.

En medio de ustedes hay uno que no conocen 

+ Lectura del santo evangelio según san Juan 1 ,6-8.19-28

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: “¿Tú quien eres?” El confesó sin reservas: “Yo no soy el Mesías”. Le preguntaron: “¿Entonces, qué? ¿Eres tu Elías?” El dijo: “No lo soy”. “¿Eres tú el Profeta?” Respondió: “No”. Y le dijeron: “¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?» El contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanen el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?» Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; pero en medio de ustedes hay uno que no conocen, que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando. Palabra del Señor. 

La alegría cristiana

El mensaje de hoy se centra en la alegría cristiana y su fundamento. Como dijo el famoso escritor Chesterton, "la alegría es el gigantesco secreto del cristiano". La alegría cristiana no es la satisfacción momentánea que sentimos cuando "las cosas van bien". Ella tiene un fundamento sobrenatural: La presencia y la acción de Dios en nuestro corazón.
Por eso, para sostener nuestra alegría, cobra especial importancia la indicación del Bautista: "en medio de ustedes hay alguien a quien no conocen". En efecto, si no conocemos a Jesús y no lo "reconocemos" en medio de las personas y acontecimientos de nuestra vida, se nos escaparán el gozo y la alegría cristiana.
A Cristo se lo conoce leyendo y releyendo el evangelio, y confrontando nuestra vida con la suya. El Adviento es ocasión propicia para examinarnos en este aspecto básico de nuestra Fe: ¿Conocemos a Jesús? Nadie ama lo que no conoce.
Es importante señalar otra importante consecuencia: La experiencia de Jesús y la consecuente experiencia de la alegría cristiana se traduce en obras de apostolado y caridad. El que "conoce" a Jesús, el que está enamorado de Jesús, quiere que otros lo conozcan y vivan la alegría de la fe, de la nueva vida que trae Jesús. La alegría de estar junto a Jesús, el Señor, de pertenecer al Padre todo providente, de ser templo del Espíritu Santo, enciende el corazón, produce ese entusiasmo evangelizador y caritativo que torna nuestra vida rica de significado y de obras.
Conocer a Jesucristo y darlo a conocer por nuestro alegre testimonio de fe y caridad es un programa para toda la vida.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Domingo I de Adviento - B


¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!

Lectura del libro de Isaías 63,16b-17.19b;64;2b-7

Tú, Señor, eres nuestro padre, desde siempre te invocamos como «Nuestro redentor”. Señor, ¿por qué permites que nos desviemos de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te respetemos? Cambia de actitud, por amor a tus siervos y a las tribus que te pertenecen. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído oyó, ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él. Sales al encuentro del que practica gozosamente la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas enojado, porque habíamos pecado: aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era como paño inmundo. Todos nos marchitábamos como si fuéramos hojas: nuestras culpas nos arrastraban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano. Palabra de Dios. 

Salmo responsorial (79)

R. Señor, Dios nuestro restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

- Pastor de Israel, escucha, tu que te sientas sobre querubines, resplandece. Despierta tu poder y yen a salvamos. /R.
- Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate; ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa. /R.
- Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tu fortaleciste. No nos alejaremos de ti; danos vida, para que invoquemos tu nombre. /R.

Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,3-9

Hermanos: A ustedes gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. En mi acción de gracias a Dios los tengo siempre presentes, por la gracia que Dios les ha dado en Cristo Jesús. Pues por medio de él han sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber. El testimonio sobre Cristo se ha confirmado en ustedes, hasta el punto de que no les falta ningún don a los que aguardan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. El los mantendrá firmes hasta, el final, para que no tengan de que acusarlos en el día de la venida de nuestro Señor Jesucristo. Porque Dios es fiel, y él los llamó a vivir en comunión con su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. Palabra de Dios. 

Aclamación antes del Evangelio Sal 84,8

Aleluya, aleluya. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. R. Aleluya.

Velen, pues no saben cuando vendrá el dueño de la casa

Lectura del santo evangelio según san Marcos 13,33-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Estén despiertos y vigilantes: pues no saben ustedes cuándo llegará el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que vigilara. Estén atentos, pues no saben cuando vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al canto del gallo, o al amanecer, no sea que venga inesperadamente y los encuentre dormidos. Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡estén vigilantes!» 
Palabra del Señor.

Comentario

1. Una oración escuchada

1.1 ¡Qué grato es volver los ojos al pasado, a nuestro pasado en Israel, porque todos hemos nacido a la fe gracias a Israel, y reconocer nuestra voz en ese gemido del profeta: "ojalá rasgaras el cielo y bajaras" (Is 64,1)! Así suplica el corazón oprimido por la tristeza; así ruega el alma agotada en su esfuerzo; así se queja el hombre que ha palpado su límite y sabe que nada le queda, sino el horizonte de Dios.

1.2 Aparentemente se trata de un mensaje de desesperación, pero es todo lo contrario. Cuando el hombre sólo cuenta con sus recursos y estos se le terminan llega la desesperación; pero si ese hombre cree en Dios, hace de su angustia un camino que le lleva más allá de sí mismo. Pues tal es la condición del ser humano: desesperarse en la cárcel de sí mismo, o trascender arrojándose en las manos de su Creador. El profeta nos enseña a escoger.

1.3 Y lo más hermoso de esa oración es que sabemos que fue y que será escuchada. Fue escuchada ya, podemos decir si miramos el misterio del Verbo Encarnado, pues él rasgó los cielos y bajó. Pero además será escuchada una vez más, la última y gloriosa, la definitiva, cuando el Cristo glorioso rompa los cielos, cuando los recoja como una tienda (cf. Is 40,22) y brille su majestad infinita el día último. Esta súplica, pues, abre el adviento de modo único, porque recuerda la primera venida y ya anuncia la segunda.

2. Somos hechura de tus manos

2.1 Todo el adviento, que hoy empieza, va sellado con un tono de bendita esperanza. La esperanza no es simple ilusión; la esperanza no es simple proyecto. La esperanza nace en el borde mismo en donde nace también la desesperanza, esto es, allí donde sabemos cruda y profundamente qué somos y qué quisiéramos ser. Desde la conciencia viva de lo que somos aprendemos la distancia hasta lo que queremos ser. Las dos cosas se perciben en la meditación de Isaías: "nosotros pecábamos y te éramos siempre rebeldes" (Is 64,5): esto es lo que hemos sido; "sin embargo, Señor, tú eres nuestro Padre" (Is 64,8): este es el principio de lo que podemos ser.

2.2 De aquí aprendemos varias cosas. Primera: nuestro pecado no destruye nuestro vínculo con Dios. Pecadores como somos, seguimos estando en sus manos, y él sigue siendo nuestro alfarero. El pecado no anula la soberanía de Dios. Segunda: el que nos hizo es quien sabe rehacernos. No haya para el hombre otra alternativa, porque no hay otro Creador. Tercera: si en las consecuencias del pecado aparece la justicia, en la victoria sobre el pecado brillan la gracia y la misericordia. Por ello no hay modo de escapar de Dios. Como Él mismo dijo a santa Catalina de Siena: "en mis manos están para justicia o misericordia".

3. Permanecer despiertos

3.1 Isaías pide la llegada de Dios; Jesucristo nos advierte sobre lo incierto de su visita. Todo sucede como diciendo que mientras unos sufren porque se retrasa otros viven como si nunca fuera a venir el Señor. Así vive el mundo, y las dos cosas las hemos visto una y otra vez.

3.2 La visita de Dios se parece a la de un ladrón porque arrebata lo que creíamos poseer. Y la razón es que no somos poseedores sino administradores, como Jesús enseñó en más de un lugar. Para quien se cree dueño, Dios sólo puede ser un ladrón y su llegada es como un robo. Para quien se siente administrador, en cambio, la llegada de Dios es el término de sus fatigas; es el momento de cesar en su labor y pasar al banquete. Como sucede en la Eucaristía.

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