miércoles, 30 de julio de 2008

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario - A-


Dense prisa y coman

Lectura del libro de Isaías 55, 1-3
Así dice el Señor:
«Todos los que tengan sed, vengan a beber agua, también los que no tienen dinero: Vengan, compren trigo, coman gratuitamente vino y leche sin pagar nada. ¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no deja satisfecho? Escúchenme atentos, y comerán bien, saborearán platos sustanciosos. Inclinen el oído, vengan a mí: escúchenme y vivirán. Sellaré con ustedes una alianza eterna, la promesa que aseguré a David. 
                                                                              Palabra de Dios. 


Salmo 144

R.- Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores.

El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos; es cariñoso con todas sus criaturas. R.-
Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente. R.-
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que le invocan sinceramente. R.-

Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios 
manifestado en Cristo 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,35.37-39
Hermanos:
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto salimos vencedores fácilmente gracias a Aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor Nuestro. 
                                                                             Palabra de Dios.

 Comieron todos hasta quedar satisfechos

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 14, 13- 21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en una barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar vio Jesús la muchedumbre, sintió compasión de ellos y curó a los enfermos. Como se hizo tarde se acercaron los discípulos a decirle:
“Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a los poblados y compren algo de comer”.
Jesús les replico:
“No hace falta que vayan, denles ustedes de comer”.
Ellos le replicaron:
“No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces”.
Les dijo:
“Tráiganmelos”.
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce canastos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. 
                                                                         Palabra del Señor. 

"El día en que el hombre se libere del egoísmo, 
sobrarán alimentos."

El milagro del compartir

“¡Denles ustedes de comer!", es la orden clara y precisa. Jesús nos hace responsables del hambre del prójimo y nos manda repartir los cinco panes y dos peces, es decir, aquello que, sin duda, es muy poco, pero que se multiplicará por el milagro: el milagro del compartir.
Los panes, en la época de Jesús, eran tortas planas de poco espesor. Para la comida de un adulto se calculaban al menos tres. Por ello, cinco panes y dos peces era muy poco, nada, dadas las circunstancias. Pero era todo lo que tenían. Jesús bendijo ese desprendimiento, la actitud de compartir lo poco que tenían. Con hombres así, con cristianos de esta calidad, es posible el milagro. Porque Dios actúa y pone su parte cuando los hombres ponemos la nuestra. No importa que nuestros medios sean pobres; lo que importa es que sean dados con generosidad: Jesús hará lo demás.
Con cuanta facilidad decimos: "Para arreglar esto hace falta un milagro". Es verdad, hace falta un milagro, hace falta que Dios nos llene de compasión, de solidaridad, de generosidad y amor. A semejanza de Jesús, hace falta que "se conmuevan nuestras entrañas". Entonces, para que otro sufra menos bastaría que ofreciéramos un poco de lo que tenemos; lo mucho que, en tantos casos, nos sobra; y lo muchísimo que, más de una vez, derrochamos.
El día en que el hombre se libere del egoísmo, sobrarán alimentos, medicamentos, escuelas, hospitales y un trabajo digno para todos los hombres. Se realizará la liberación de los oprimidos del cuerpo y del alma.
No es posible seguir a Jesús de verdad sin compartir con los demás lo que se tiene y lo que se es. No vale un seguimiento egoísta, individualista, cerrado, preocupado par uno mismo. No valen las excusas. Todos podemos compartir "algo", por poquito que sea.

sábado, 26 de julio de 2008

Domingo XVII del Tiempo Ordinario - A-


"Pediste discernimiento"

Lectura del primer libro de los Reyes 3, 5. 7-12

En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo:
“Pídeme lo que quieras”.
Respondió Salomón:
“Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo:
“Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te concederé lo que me has pedido: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.
                                                                      Palabra de Dios. 


Salmo 118
R.- ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!

Mi herencia es el Señor; he resuelto guardar tus palabras. Más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata. R.-
Que tu bondad me consuele, según la promesa hecha a tu siervo; cuando me alcance tu compasión, viviré, y mis delicias serán tu voluntad. R.-
Yo amo tus mandatos más que el oro purísimo; por eso aprecio tus decretos y detesto el camino de la mentira. R.-
Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma; la explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes. R.-

Nos predestinó a ser imagen de su Hijo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 28-30
Hermanos:
Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
                                                                       Palabra de Dios. 

Vende todo lo que tiene y compra el campo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 44- 52

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
“El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que se echa al mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la sacan a la orilla y, sentándose, recogen en canastos los buenos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entienden bien todo esto?
Ellos le contestaron:
“Sí”.
Él les dijo:
“Ya ven, un maestro de la ley que entiende del reino de los cielos, se parece a un dueño de casa que va sacando de sus tesoros lo nuevo y lo antiguo”.

                                                                          Palabra del Señor. 


CRISTO ES NUESTRO TESORO
Las dos imágenes que utiliza Jesús encajan en la sensibilidad del hombre actual. ¿A quién no le gusta hacer buenos negocios? ¿Aprovechar algún "dato", alguna información que permita "ganar unos soles"? Todos estamos "zambullidos" en el mundo de la economía: unos porque "tienen" y quieren tener más; otros, la mayoría, porque no tienen ni siquiera lo necesario. Ayer como hoy, existen personas que esperan "salvarse económicamente” con algún hallazgo o negocio fuera de lo común.
Tanto el campesino como el comerciante de perlas, hecho el descubrimiento, no dudan en venderlo todo para asegurarse el hallazgo. Sabían que estaban ante algo "superior", inigualable, único y, en consecuencia, se desprenden de todo para asegurarse el negocio. Jesús quiere estimular en nosotros esa misma alegría y decisión.
El Reino de los Cielos que trajo Jesús es un tesoro; más aún el "único tesoro", la única realidad verdaderamente insustituible. Tanto es así, que el hombre que lo posee, tiene todo, aunque no tenga nada; mientras que, quien no lo ha descubierto, no tiene nada, aun cuando posea el mundo entero. Todos corremos el riesgo de que el tesoro del Reino ponderado por Jesús quede "escondido", mientras nos entretenemos con otras "inversiones" que nos dejan y nos dejarán insatisfechos. Cuando uno descubre el ideal cristiano de la vida, no se explica la mediocridad, la falta de entusiasmo y la opinión de tantas personas, incluso entre las que asisten a misa, ante el tesoro del Reino. ¡Necesitamos reencontrarnos con Cristo! El es el tesoro escondido, la perla preciosa, el máximo valor, el hombre ideal, el único que puede dar sentido y consistencia a nuestra vida. Para quien decide buscar este tesoro y esta perla, lo principal no es lo que se deja, sino lo que se encuentra. Un cristiano, un explorador del Reino, no es un triste despojado de goces transitorios y de bienes que añora; es alguien cuyo corazón ha sido cautivado por Jesucristo y ha encontrado en Él, el sentido total de su existencia.

miércoles, 16 de julio de 2008

Domingo XVI del Tiempo Ordinario - A-


Fuera de ti, no hay otro dios que cuide de todo

Lectura del libro de la Sabiduría 12, 13. 16-19

Fuera de ti, no hay otro dios que cuide de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es principio de justicia, y tu soberanía universal te hace perdonarlos a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu gran poder, y confundes el atrevimiento de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con bondad y nos gobiernas con gran misericordia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser compasivo, y diste a tus hijos la dulce esperanza porque, después del pecado, das lugar al arrepentimiento.                                                                       Palabra de Dios. 


SALMO 85


R.- Tú, Señor, eres bueno y clemente.


Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica. R.-
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: "Grande eres tú, y haces maravillas, tú eres el único Dios”. R.-
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí. R.-

El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 26-27
Hermanos:
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar con palabras. Por su parte Dios, que examina los corazones sabe cuál es el deseo de ese Espíritu, que intercede por los creyentes según la voluntad de Dios. Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre

Lectura del santo evangelio según san Mateo              13, 24-43

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:
“El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los trabajadores a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los trabajadores le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla? Pero él les respondió: "No, porque, al arrancar la cizaña, podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los que han de recogerla: "Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y el trigo almacénenlo en mi granero."
Les propuso esta otra parábola:
“El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.
Les dijo otra parábola:
“El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo".
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
“Acláranos la parábola de la cizaña en el campo”.
Él les contestó:
“El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los que recogen la cosecha los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
                                                                            Palabra del Señor. 

Infierno es la pérdida de Dios

Durante siglos, los predicadores al hablar del infierno utilizaron, literal y materialmente, las imágenes y símbolos con que se expresa la Biblia y alimentaron la fantasía, en lugar de ofrecer el recto conocimiento y valoración de un tema que no podemos pasar de largo.

El infierno no es “eso” que aparecía en las estampitas y en las pinturas de famosos pintores. No es un lugar al que es arrojado el “pecador”, donde hay fuego y diablos con enormes garfios que se dedican a asar a los condenados. El infierno no es un lugar, es una “situación”, es el estado que se fabrica el hombre cuando, por propia y libre elección, rechaza el amor y se abraza a su egoísmo, cuando queda “petrificado” en su decisión de pensar sólo en sí y en sus cosas, prescindiendo, desentendiéndose de los demás y de Dios.

¿Qué dicen las Escrituras y la tradición cristiana acerca de esta situación? Afirmamos que si el hombre se endurece y empecina en su mal, sin arrepentirse, sin aceptar la misericordia de Dios, y muere de ese modo, entra en un estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados.

¡Infierno es la pérdida de Dios!: Recogemos en la otra vida lo que hemos sembrado en ésta. El hombre, eligiendo libremente el mal, empecinándose en él, rechazando el perdón, la misericordia, el amor de Dios, excluyendo a Dios del horizonte de su vida, se “impone” el infierno.

Dios nos ha creado por amor para comunicarnos su misma felicidad. No es Dios quien condena, ni quien castiga, ni quien predestina al infierno. Somos nosotros quienes podemos elegir el mal, apartarnos de Dios. Por eso, la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia, recalcan la responsabilidad con la que el hombre debe usar su libertad en relación con su destino eterno. La misericordia de Dios es infinita. Dios confía en nosotros y nos espera.

miércoles, 9 de julio de 2008

Domingo XV del Tiempo Ordinario - A-


Lectura del libro de Isaías 55, 10-11
Así dice el Señor: “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”.       Palabra de Dios. 


SALMO 64 
R.- LA SEMILLA CAYÓ EN TIERRA BUENA Y DIO FRUTO.

Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales. R.-
Riegas los surcos, igualas los terrenos,la ablandas con tu lluvia, bendices sus brotes. R.
Coronas el año con tus bienes, tus caminos derraman abundancia; germinan los pastos del desierto, y las colinas se engalanan de alegría. R.-
Las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de trigales, que aclaman y cantan. R.-

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-23
Hermanos: Sostengo que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería libre de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.                          Palabra de Dios. 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-23
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas. Les decía:
“Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se secaron y por falta de raíz se secaron. Otras cayeron entre espinos, que crecieron y las ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio fruto: unas, ciento; otras, sesenta; otras, treinta. El que tenga oídos que oiga.
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:
“¿Por qué les hablas en parábolas?”
Él les contestó: “A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oirán con los oídos sin entender; mirarán con los ojos sin ver; porque está endurecido el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos ustedes porque sus ojos ven, y sus oídos oyen! Yo les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ven ustedes y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.
Escuchen, pues, lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre espinos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.      Palabra del Señor. 


LA PALABRA DE DIOS NO ES "MÁGICA",
SU FRUTO DEPENDE DEL "TERRENO"

Toda palabra humana esta dotada de una fuerza extraordinaria: una sola palabra puede ofender o acariciar, puede pervertir o salvar. Si la palabra del hombre tiene gran poder, la Palabra de Dios es infinitamente más poderosa: ¡Produce lo que dice! La palabra de Dios, escrita en la Biblia, tiene una fuerza inimaginable: es fecunda como la lluvia (primera lectura); quema como el fuego y pulveriza como un martillo (Jer 23,29); penetra en la interioridad del alma más profundamente que una espada de dos filos (Hb 4, 12). Sin embargo, la eficacia de la Palabra de Dios deja intacta la libertad del hombre. Cuando Dios habla pide atención y respuesta. Su eficacia depende decisivamente de la libre acogida del oyente.

El evangelio de hoy nos invita a revisar como se encuentra el terreno de nuestro corazón: -Jesús nos habla de un primer tipo de terreno impermeable a la palabra de Dios (borde del camino). Se trata de corazones "blindados" a lo espiritual. Abiertos a los mensajes del mundo, son incapaces de recibir la Buena Noticia de Cristo. -Un segundo tipo de terreno es aquel que acepta inicialmente el mensaje de Jesús (terreno pedregoso); pero lo rechaza, al comprobar las exigencias que entraña. Muchos cristianos no hacen nada por cultivar la Palabra. - Un tercer tipo de receptor negativo es el que se enreda con sus propios instintos y pasiones, o con las tentaciones que lo solicitan desde afuera (espinas). Señala al que escucha la palabra, pero la seducción por "vivir la vida" la ahogan y se queda estéril. - Pero, gracias a Dios, hay mucha tierra buena, fecunda y hasta exuberante. Señala el cristiano que escucha la Palabra de Dios, la valora y trata esforzadamente de practicarla. En un corazón así dispuesto, la Palabra de Dios siempre produce frutos, aunque, muchas veces, no lo percibamos sensiblemente.

Todos tenemos, en nuestro corazón, un poquito de cada “terreno”, y lo ideal es trabajar en su limpieza, haciéndolo cada vez más apto para que produzca el máximo fruto.


miércoles, 2 de julio de 2008

Domingo XIV del tiempo ordinario - A-


Tu Rey viene pobre a ti

LECTURA DE LA PROFECÍA DE ZACARÍAS 9, 9-10
Así dice el Señor:
- Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.
                                                                               Palabra de Dios. 

SALMO 144

R.- BENDECIRÉ TU NOMBRE POR SIEMPRE, DIOS MÍO, MI REY.

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. R.-
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R.-
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor. Que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R.-
El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. R.-

El Espíritu de Dios habita en ustedes


LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 8, 9. 11-13

Hermanos:
Ustedes no están sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también sus cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en ustedes. Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si viven según la carne, van a la muerte; pero si con el Espíritu dan muerte a las obras del cuerpo, vivirán.
                                                                             Palabra de Dios.

Soy manso y humilde de corazón 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 11, 25-30


En aquel tiempo, exclamó Jesús:
- Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
                                                                           Palabra del Señor. 

Comentario
"¡Te doy gracias, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!  Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.” (Mt. 11, 25)
Sí, al Padre le ha parecido bien esconder las cosas de su Reino -esconder su Sabiduría- a los sabios, a los cultos, a los racionalistas, a los que no creen en nada que no sea comprobable, a los que necesitan “ver para creer”.  Pero sí se las ha revelado a la gente sencilla. 
¿Quiénes son esa gente sencilla?  
Son aquéllos, ricos o pobres (no se refiere Jesús a la condición económica), que creen no saber mucho o tal vez no saber nada.  Son aquéllos que se dejan enseñar por el Espíritu Santo, que saben que no saben nada … nada que no les venga de Dios; son los que saben que, ante Dios, no son nada.  A ésos que son así, el Padre les revela sus secretos.
¡Qué distinto ve Dios las cosas a como las vemos nosotros los humanos!  Si alguno quiere ser verdadero sabio, que se reconozca incapaz de saber y de conocer por sí solo, que se reconozca insuficiente, que sepa que nada puede por su cuenta, porque ... querámoslo reconocer o no ... nada puede el hombre por sí solo.  En esto consiste la “pobreza de espíritu”.  Sólo los sencillos, los “pobres de espíritu” podrán conocer la verdadera “Sabiduría” -aquélla que viene de Dios. 
¿En qué consiste la verdadera Sabiduría?  
En poder ver las cosas a los ojos de Dios, en poder ver las cosas como Dios las ve, en poder ver nuestro pasado, presente y futuro como Dios lo ve, en poder ver los acontecimientos a nuestro alrededor como Dios los ve.
Aunque no forman parte de las Lecturas de este Domingo, para mejor entender esta oración de Jesús, vale la pena repasar el 1o. y el 2o. Capítulo de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios.  Al leer a partir de 1 Cor. 1, 17 hasta 2, 15, puede entenderse mejor la discrepancia, que -por cierto- no es mera diferencia, entre “saber humano” y “Sabiduría Divina”.
El “saber” humano logrado con el raciocinio, va en sentido contrario de la “Sabiduría” que viene de Dios.  En estos Capítulos, San Pablo echa mano de algunos pasajes del Antiguo Testamento para descalificar el saber humano y realzar la “locura” de la humildad, de la debilidad, para realzar la “locura de la cruz”:  todo un Dios, que es la Sabiduría perfecta se rebaja hasta morir aparentemente fracasado en una cruz.
Es la descripción de Dios que leemos en la Primera Lectura tomada del Profeta Zacarías (Za. 9, 9-10).   Un Dios, que, siendo Rey, “viene humilde y montado en un burrito”.   Y con esa humildad -continúa el Profeta Zacarías- “hará desaparecer los carros de guerra y los caballos de combate ... y su Poder se extenderá de mar a mar y hasta los últimos rincones de la tierra”. 
Ese Dios humilde, que desea nuestra humildad y nuestra pequeñez, destruirá a los fuertes y poderosos que creen no necesitar a Dios porque creen bastarse a sí mismos.  Si el Evangelio y las citas de San Pablo nos oponen el saber humano a la Sabiduría Divina, esta lectura del Profeta Zacarías opone el poder divino a la pretendida fortaleza humana.
A esto precisamente se refiere el Evangelio de hoy al continuar así: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt. 11, 26-27).
Y ¿a quién quiere revelarse Dios?  
¿A quién quiere revelar Dios sus secretos?   No a los sabios, a los cultos, a los racionalistas.  No.  Dios se revela a los sencillos:  a los que saben que no saben, a los que no necesitan pruebas, a los que se abren a las enseñanzas del Espíritu Santo.
Por eso nos dice San Pablo en la Segunda Lectura de hoy: “Ustedes no viven conforme al desorden egoísta del hombre, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes.  Quien no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo” (Rm. 8, 9-13). 
Pero debemos tener en cuenta que para ser de Cristo no basta haber recibido su Espíritu en el Bautismo.  Es necesario hacer crecer la Vida del Espíritu de Dios en nosotros, para poder actuar de acuerdo a ese Espíritu que nos inunda de Sabiduría Divina, y dejar así de actuar de acuerdo a la sabiduría del mundo.
La Santísima Virgen María, modelo de humildad y de esa Sabiduría que viene de Dios, sabe que nada puede por sí sola.  Por ello reconoce que, no ella, sino Dios, el Poderoso, “ha hecho grandes cosas” en ella. (Lc.1,49
Pequeñez.  Sencillez.  Humildad.  Virtudes evangélicas necesarísimas, que nos llevan a ser pobres en el espíritu.  Pero ¡qué lejanas están estas virtudes de lo que nuestro mundo actual -tan distinto de Dios- nos propone!
1)      Ante la pequeñez espiritual del Evangelio, se nos propone el engrandecimiento del propio yo.
2)      Ante la sencillez del Evangelio, se nos proponen los racionalismos estériles.
3)      Ante la humildad del Evangelio, se nos propone la soberbia de lograr cualquier cosa con tan sólo proponérnosla.
4)      Ante la pobreza en el espíritu del Evangelio se nos propone la auto-suficiencia y el engreimiento del ser humano.
Pero las proposiciones contenidas en la Sagrada Escritura son para todos los tiempos, incluyendo el de nuestra “avanzada” civilización.  Y la Palabra de Dios nos aconseja reconocernos incapaces ante el Todopoderoso ... para poder llegar a ser sabios.  Hacernos pequeños -necesitados como los niños ... para que Dios pueda crecer en nosotros.  Hacernos humildes ... reconocernos que no somos nada ante Dios ... para poder ser engrandecidos por El.
No significa que no estudiemos, que no nos preparemos.  Significa que esos conocimientos no son los que nos capacitan para obtener la Sabiduría que viene de Dios.   Los conocimientos humanos nos capacitan para cosas que tenemos que hacer, pero no para ser los sabios que Dios quiere que seamos.
Y ¿en qué consiste la verdadera Sabiduría? Consiste en poder ver las cosas como Dios las ve, poder ver nuestro pasado, presente y futuro como Dios lo ve, poder ver los acontecimientos a nuestro alrededor como Dios los ve.
 
         Sólo así, podremos salirnos del grupo de los “sabios y entendidos”, a quienes le quedan escondidos los secretos de Dios y podremos, entonces, ser contados entre la “gente sencilla” a quienes el Padre revela sus secretos, los secretos de su Sabiduría.
La Segunda Lectura (Rm. 8, 9.11-13) nos recuerdanuestra futura resurrección, asegurándonos que el Espíritu Santo dará nueva vida a nuestros cuerpos mortales.  Así como Cristo resucitó, también nosotros resucitaremos.
Adicionalmente San Pablo nos insta a dejar el egoísmo y las malas acciones.  El egoísmo (la preferencia de nuestro “yo”) y las malas acciones (el pecado) están muy conectados, pues el pecado es básicamente egoísmo:  anteponer nuestro “yo” al “Tú” de Dios, preferirnos a nosotros mismos antes que preferir a Dios.  San Pablo nos asegura que tenemos todo el auxilio del Espíritu Santo, para dejar ese egoísmo que nos lleva al pecado.
Al comienzo de esta lectura, nos dice el Apóstol: “Ustedes no viven conforme al desorden egoísta del hombre, sino conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes”.
Y, vivir conforme al Espíritu de Dios, no solamente es dejar el egoísmo y el pecado, sino que es también vivir de acuerdo a la Sabiduría Divina.  Para ello debemos aprovechar todas las gracias que el Espíritu Santo continuamente derrama en nosotros, para dejar de ser sabios y entendidos, y llegar a ser de la gente sencilla de la cual nos habla el Evangelio de hoy.
Con el Salmo 144   hemos implorado la misericordia del Señor en el responsorio:  Acuérdate, Señor, de tu misericordia.



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